sábado, mayo 27, 2006

Pausanias en Platea

En la Batalla de las Termópilas, el ejército persa comandado por Jerjes derrotó a los griegos; la derrota terminó con la muerte trágica del líder espartano, Leónidas, cuyo cuerpo fue ultrajado con el beneplácito del rey de los bárbaros. El siguiente episodio, la gloriosa Batalla de Salamina, conoció el triunfo de las naves griegas, lo que propiciaría la retirada de Jerjes a Sardes, sus dominios seguros en Asia Menor. El persa dejó sus tropas a cargo de Mardonio, reiteradamente pintado por el parcial Heródoto como un hombre impío e impulsivo. La debacle final de los invasores habría de tener lugar en tierra, el otoño de ese año 479 a.C., en Platea. El espartano Pausanias, homónimo del muy futuro autor de la Descripción de Grecia, lidera la coalición griega.
El siguiente fragmento —que llega ustedes gracias al patrocinio libresco de mi amigo entrañable Roberto, a quien este blog y su autor rabioso le deben más de una— refiere hechos inmediatos a la caída persa y muerte de Mardonio. El traductor de la Biblioteca Gredos, Carlos Shrader, consigna en sus copiosas y eruditas notas cómo la fuente de este episodio tendría un prejuicio contra Egina, potencia marítima y rival desde siempre de Atenas. Además, buscaría limpiar la imagen del caudillo Pausanias, quien años después abandonaría Grecia para servir a los persas. Por lo demás, la
Historia del apasionado Heródoto, no hay que olvidarlo, se hacía partícipe del naciente y complejo orgullo panhelénico. Uno de sus valores, la piedad y el rechazo de la barbarie.

Por cierto que en Platea, en el contingente egineta, se encontraba Lampón, hijo de Píteas, que era uno de los principales personajes de Egina. Este sujeto, abrigando un propósito extremadamente impío, corrió a entrevistarse con Pausanias y, a su llegada, se apresuró a decirle lo siguiente: «Hijo de Cleómbroto, acabas de realizas una gesta de una magnitud y una brillantez colosales, y la divinidad te ha permitido salvar a la Hélade y conseguir, que nosotros sepamos, una gloria muy superior a la de cualquier otro griego. Culmina, por consiguiente, tu hazaña, a fin de te aureole una notoriedad mayor, si cabe, y para que, en lo sucesivo, a la hora de incurrir en actos incalificables contra los griegos, todos los bárbaros se abstengan de tomar la iniciativa. Como quiera que, a la muerte de Leónidas en las Termópilas, Mardonio y Jerjes ordenaron que le cortaran la cabeza y que la clavasen en un palo, si tú, en reciprocidad, haces lo mismo con el primero de ellos, serás elogiado, ante todo, por la totalidad de los espartiatas, pero también lo serás por el resto de los griegos, ya que, si mandas empalar a Mardonio habrás vengado a Leónidas, tu tío paterno». Esto fue lo que dijo Lampón en la creencia de que su sugerencia agradaría a Pausanias, pero éste le respondió en los siguientes términos:
«Extranjero egineta, agradezco tu deferencia y tu preocupación por mi persona, pero la idea que has propuesto no es atinada, De hecho me has encumbrado a gran altura, haciendo lo propio con mi patria y mi hazaña, y luego me has reducido a la nada al aconsejarme que ultraje un cadáver y al pretender que, si así lo hago, mi fama se verá acrecentada: tal proceder es más bien propio de bárbaros que de griegos, y es algo que les censuramos. Desde luego, ojalá que, si de ello depende, no cuente yo con la aprobación de los eginetas y de quienes toleran esos desafueros; a mí me basta con practicar la piedad, de obra y de palabra, con el beneplácito de los espartiatas. Y por lo que se refiere a Leónidas, a cuya venganza me instas, proclamo que ya ha sido sobradamente vengado: lo ha sido, tanto él como los demás que perecieron en las Termópilas, con el homenaje de las innumerables vidas de los aquí caídos. Tú, por tu parte, no vuelvas a darme consejo alguno; es más, debes estarme agradecido por no ser castigado.»

Heródoto, Historia, IX, 78-79

miércoles, mayo 17, 2006

El Fernando Vallejo affaire

En menudo problema tenemos al ensayista frustrado. Sergio Téllez-Pon ha escrito un texto, «Sobre la narrativa de Vallejo», en que ejerce una defensa del autor colombiano, frente al ¿ataque? del ensayista frustrado, el bloguero rabioso, el escritor novato. Hay ciertos aspectos que el ensayista frustrado habría de puntualizar, pero el escrito que tiene en mente exige más tiempo y dedicación del que, por sus burocráticas labores editoriales, puede invertir en estos días furiosos. En ese ensayo-ficción, el ensayista frustrado habría de insistir en su crítica de la misantropía intolerante del narrador de Fernando Vallejo. No una crítica de otros valores y recursos de La virgen de los sicarios y El desbarrancadero, muy bien reseñados por Téllez-Pon, sino una crítica de ese narrador protofascista que, no hay que negarlo, también deslumbra con su prosa vivaz, exacta e impecable.

Habría que, también, aceptar la polémica de la voz narrativa. A diferencia de Borges, Deniz o Nabokov, autores que proponen o exigen con su obra una definición estética y vital de sus lectores, puntos de partida para la reflexión y discusión a partir de los cuales pueden surgir inquisiciones creativas feraces, Vallejo —el autor y el narrador— es dogmático: no tolera en nada una exploración narrativa que no se halle estrictamente apegada a la primera persona, con el mismo énfasis lapidario con que Macedonio Fernández no aceptaba, ni de lejos, la novela realista.

Lo cual es una amputación suicida; habría que decir, sencillamente, que hay historias que se narran en tercera y otras en primera persona porque, dicho de una forma muy simplista, hay hechos que le pasan o podrían pasar a uno y hechos que le pasaron o habrían pasado a otros. ¿...Que llevamos milenios narrando en tercera persona? ¿...Que no hay manera de saber qué pasa en la cabeza de otra gente? Pues la disyuntiva, planteada en esos términos, peca de falta de sustento: primero, narrar es una actividad humana fundamental que se ha venido haciendo desde el origen de la historia y se hará incluso un segundo antes del fin de la especie, en primera o tercera persona, en forma oral o por escrito, sobre hechos reales o ficticios; y, segundo, la ficción —principio elemental— construye personajes y no sabe nada de personas reales cuya cabeza, en efecto, es bendita e ineluctablemente incognoscible. Y si hay narradores que, de manera genial, siguen narrando en tercera persona, se debe a que asumirán (yo pienso) que lo necesario no es la congruencia estricta con un cómo castrante y prejuicioso sino la efectividad estética y vital del qué.

Ahora, sobre los géneros. Patalear contra su majadera existencia es tan infantil como aceptarlos acríticamente. Existen por razones muy claras y específicas: han respondido a necesidades expresivas de cada época y seguirán existiendo porque la literatura es forma, y toda forma habla de contornos, precisión, límites: transfigurados, problematizados —palabra que, según Margaret Atwood, tiene el defecto de no existir—, rebautizados o replanteados una y otra vez, los géneros son tres, acaso cuatro: asumen envases y etiquetas diferentes y Vallejo, con todo y su propensión a épater l’intellectualité, se inscribe fértilmente en las reglas y la tradición de… ajá, la ficción autobiográfica.

Vallejo, a no dudarlo, es uno de los autores más auténticos y poderosos de la lengua. Pero su narrador o, más concretamente, los dicta virulentos de su narrador —compartidos, según es fama, por quien le ha dado vida— no tienen que ser por fuerza aplaudidos por la universalidad de sus lectores. Más que nada, al ensayista frustrado le parece irrevocable que la empatía y la imaginación son dos atributos infaltables en su idea propia de lo narrativo. Ambos partirían de una postura ante la realidad en mucho diferente de la argüida por nuestro autor colombiano. Pues el narrador de Vallejo no se distingue ni por su empatía ni por su imaginación. Todo o casi todo en él es, en su relación con el mundo, belicosidad, juicio, intolerancia: punto final. No hay ahí incomodidad, incertidumbre, debate, introspección dudante: puntos suspensivos, germen para reflexiones futuras, extendidas, tenaces en el pensar de sus lectores.

Lo cual, insistamos, no excluye los valores fulgurantes de esa prosa no raramente perfecta.

lunes, mayo 15, 2006

Insistencia

No, no sé mucho de rebeldes. Acaso, que rebelde es hoy el nombre de un grupo musical y una telenovela estupidizante sobre hijos de papi, juniorcitos caprichosos, y Revolución sólo una avenida al sur de la ciudad de México, justo donde se hallan las oficinas del Programa Tierra Adentro. Triste el destino de la palabra rebelión en México, hoy en día.
Sé, sin embargo, que Marcos está diciendo lo que nadie más: desde hace tres años, desde hace cinco años y medio, ha dicho lo que hoy es más claro: la democracia mexicana ha sido traicionada. Ha señalado a la izquierda oficial, la del PRD, como una mafia política venal y veleidosa, prostituida y traicionera. Ha señalado la corrupción del sistema partidista en su conjunto, y ha insistido en las injusticias de la fallida transición democrática. Ha dicho estas cosas sin morderse la lengua, sin pisarse la cola: creo que tiene razón y que es necesario e importante que esto se siga diciendo, aunque de nada sirva ni servirá a fin de cuentas.
¿Hay lugar hoy para la violencia revolucionaria? De regreso de un siglo de mitos y dogmatismos, de revoluciones traicionadas, purgas y manipulaciones de la verdad histórica, no es dable creer en la posibilidad de la violencia revolucionaria. Tú, que conoces la historia de Marioralio, habrás entrevisto en esas páginas el miedo a ese futuro probable. Es miedo y no deseo. Reconocimiento y no esperanza de una posibilidad. Pero realmente, ¿cómo saberlo? Temo, presiento la amenaza de una guerra civil. Las circunstancias están dadas para una rebelión general, pero, y en eso tienes razón (una vez lo dijiste) a final de cuentas nada pasará, nada cambiará. Es ingenuo creer en la gente, ver en el pueblo otra cosa que no sea una muchedumbre oprimida, deseducada, corrompida también, inconstante, aprovechada y estúpida.
Hace doce años la moda era ser neozapatista, creerle todo a Marcos. Lo recuerdo, yo estaba en la Fac de Filosofía, muchos iban a Chiapas en las caravanas zapatistas, hacían colectas, todo eso. Desencantado desde entonces, acusaba yo entonces a Marcos de un iluso, un fanfarrón o un manipulador.
Hoy la moda no es Marcos. Hoy la izquierda arribista, la izquierda del votar-por-el-menos-malo, la izquierda cínica está con el autoritario, mentiroso, voluble, abusivo, cínico, trepador, irrespetuoso, fascista y exiguo de entendederas Andrés Manuel López Obrador, a quien se le perdona todo porque enfrente se halla el chamuco: Salinas, Falderón, Fox, Marta, Diego, Abascal, la ultraderecha, los tecnócratas, los lacayos de los ricos. Hoy la izquierda ingenua está con Patricia Mercado y su partido deforme, esos ejemplares parásitos del sistema de partidos, la minoría que, al no tener que perder sino el registro, toma las banderas del 2% de votantes: la legalización de la mariguana, la despenalización del aborto, la equidad de género, el matrimonio de homosexuales, aun sabiendo que, incluso con 5 diputados en el Congreso, sus propuestas liberales —por lo demás urgentes— no encontrarán el menor eco de nadie, ni de la sociedad ni de los demás partidos, para volverse ley y tal vez realidad; si Patricia Mercado tuviera el 30% de preferencias en las encuestas, ¿defendería esas banderas?
Hoy la moda es defender al Peje López Obrador, escoria en un medio de escorias, de los ataques sucios de la ultraderecha. Y a la ciudad de México ¿quién la defendió del despotismo del Peje, su falta de transparencia, sus amigos corruptos, su arbitrario uso de la justicia, su desprecio por la cultura, su desconocimiento de las necesidades verdaderas de los habitantes de la capital (mejores empleos, mejores opciones de vivienda, mayor seguridad, mejor transporte público)?
De regreso a Marcos. Él entendió que dentro de la democracia (y disculpa que no use comillas ni cursivas, pero esa palabra, hay que aceptarlo, ha sido siempre, desde la era de Pericles, un lobo con piel de oveja, si bien, quizá, el lobo menos malo de todos) la violencia revolucionaria se volvía por entero inefectiva, si es que alguna vez fue lo contrario. ¿Hay lugar para violencia revolucionaria, hoy en este país?, insisto. ¿Hay manera de despertar a las masas jodidas para que subviertan el orden inmoral y corrompido de nuestro tiempo? ¿Hay forma de que la rabia contenida, la humillación sufrida una y otra vez por los de abajo hallen expresión violenta y transformen la historia? No creo. La violencia se dará como en San Salvador Atenco hace dos semanas: estallidos de coraje súbitos, incontrolados, inefectivos, ante los cuales se usará, sin piedad, la fuerza policiaca de un Estado protofascista como el nuestro.
Más que un hecho, el rebelde habrá de volverse un testimonio. Eres muy serio, no te gusta la frivolidad. Eres más moralino que yo, en cuyo blog rabioso faltan la ironía y las fotos, como dijo Groucho. ¿Marcos se reduce a presumir sus piernas, a seducir con gracejadas a los reporteros europeos? ¿Eso es todo el neozapatismo? No peques de parcial. Marcos entendió que la única forma de dignificar la lucha rebelde era perpetuarla en la palabra, volverla cuestionamiento moral y así, entonces, hacer imposible, alejar, no volver prioridad la llegada al poder. A través de la sola palabra jamás derrocará nadie ningún sistema político.
No sé de rebeldes, cierto. ¿Remordimiento de pequeñoburgués? Ajá, pero no es culpa mía. Fue la cigüeña, es todo. Pero el remordimiento, la candidez, la desmemoria vienen no de quien compra baratijas en Liverpool: vienen de la envidia. Es el reconocimiento de la imposibilidad propia para, sin contemplaciones, romper con la sociedad corrompida y acusarla, hostigarla, confrontarla. No, no es una moda: hay el desencanto, hay la furia. Existe en mí esa obsesión de la búsqueda sobre el cómo cambiar el mundo: Darío Aspettani se va a la Sierra Sureña a repartir medicinas, libros, alimentos; Poza reescribe correspondencia para separar el mal del bien; Marioralio sueña con una Guerra. ¿Cómo cambiar la realidad? Buscando, quizá, la verdad. Inútil, terca, fastidiosamente. Significa el rechazo, entraña el disgusto de quien escucha. Así le iba a los incómodos profetas frente a los reyes impíos de Judea. Como el héroe imposible de Ibsen, el enemigo del pueblo —héroe del martirologio futuro— es quien dice la verdad. Y la verdad, acaso, sí existe; decimos que no porque es, cómo negarlo, intolerable.

Respuesta

Amigo,
¿cómo decirte que te equivocas? ¿Cómo decirte que una vez más eres un sujeto preso del glamour y la frivolidad? ¿Es acaso, como sostienes, que el autonombrado Subcomandante Marcos es el único líder moral de este país? ¿A qué le llamas líder moral? ¿Qué lugar ocupan quienes dieron su vida (y la cara, por supuesto) en una lucha por los pobres de este país? ¿Acaso Lucio Cabañas o Genaro Vázquez se ocupabande decir que eran las mejores piernas del sureste mexicano? ¿Dónde quedan los hombres de la FARP, del EPR, del ERPI, del CCRP-CJ28J? ¿Son invisibles? ¿Les tomarás en cuenta sólo si dieran entrevistas para EFE o la AFP? ¿Necesitas que el gobierno mexicano les otorgue el mismo reconocimiento que el EZLN? ¿Necesitas que den una gira por la UNAM y ciudades importantes? ¿Has sentido alguna vez el miedo de quienes son perseguidos y desaparecidos? ¿Has visto a tus conocidos desaparecer por estar vinculados a estos grupos? ¿Sabes acaso del horror de gente como los hermanos Antonio y Héctor Cerezo? ¿Has mirado un poco más allá de tu vida pequeñoburguesa?
Disculparás, Geney, que cuestione tu propuesta de inconformidad, pero me da la impresión de que la conseguiste en el palacio de hierro o en liverpool. Me da la impresión de que despertaste y sentiste que hablar del subcomandante Marcos era la moda. Me da la impresión de que tarde o temprano utilizarás ropa furor habana y camisetas con el rostro del che.
Perdóname, amigo, pero creo que muy poco sabes de un grupo rebelde.

domingo, mayo 14, 2006

Declaración (desencantada) de marquismo

El Subcomandante Marcos es el único líder moral en México. (El otro sería, en la esfera literaria, Gerado Deniz.) Es Marcos, también, el más lúcido y franco analista político. Lo defienden (y no sé qué tanto haya de candidez o desmemoria en lo que digo) su integridad y su congruencia. A diferencia de otros tantos «líderes» y «analistas», Marcos no tiene compromisos con los grupos de poder, no mantiene una hidden agenda que, como sucede en el caso de los políticos de todos los partidos o los articulistas de todos los periódicos, condicione y pervierta su postura de compromiso y lucha moral con los de abajo. Cualquier otro, como hay muchos en la izquierda oficial mexicana, habría ya negociado sus principios y habría aceptado prostituir su pasado de lucha guerrillera. Marcos podría haberse quitado el pasamontañas, y sería ya gobernador de Chiapas o candidato a senador de la república por el pseudoPartido de la pseudoRevolución pseudoDemocrática. A cambio, por supuesto, del silencio cómplice y la traición con los jodidos.
Pero no lo ha hecho.

Su lucha, sin embargo, fracasará. No llegarán sus palabras verdaderas a los oídos o los ojos de quienes deberían escucharlas, leerlas, los humillados y ofendidos de este país. Seguirán siendo manipuladas, tergiversadas por los aparatos de propaganda del sistema político. No habrá por lo tanto una respuesta general, un levantamiento, ni violento ni pacífico, para subvertir el orden inmoral de las cosas en nuestra sociedad.
Pero la lucha de Marcos es necesaria. Lo otro, callar, la indiferencia, son vergonzantes. Todos lo hacemos: somos cobardes, alegamos deberes, vocaciones, compromisos, hijos, la escritura, para no tomar la decisión visceral de romper con la sociedad, aislarse de ella, huir de ella y acusarla con la vehemencia intransigente de un profeta veterotestamentario. Marcos, mientras escucha las acusaciones que lo postulan de violento, fundamentalista, intolerante, payaso, títere tanto de la izquierda (según la derecha) como de la derecha (según la izquierda) o farsante que busca el martirio y un lugar en la historia como segundo Che, hace y dice lo que cualquier ser humano con dignidad tendría que hacer, inapelable e impostergablemente, ante la injusticia, la miseria y la corrupción. Prefiere la congruencia moral y la búsqueda de la verdad, antes que la popularidad y el aplauso, ya no digamos el poder o el dinero.

Marcos es un testimonio: más un testimonio que un hecho.

sábado, mayo 13, 2006

Otra rabia

Palabras del Subcomandante Marcos durante el mitin del 12 de mayo

Compañeros y compañeras de la otra campaña:
Hoy, como en otras ocasiones, nos convoca el dolor.
El dolor de ver a nuestras compañeras, a nuestros compañeros del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y de otras organizaciones, grupos, colectivos, familias y personas atacados por las policías de los malos gobiernos en San Salvador Atenco.
Los malos gobiernos del municipio de Texcoco, de filiación perredista; del estado de México, de extracción priísta, y el gobierno federal, que encabeza el panista Vicente Fox Quesada.
No fue, como dicen allá arriba, un operativo para imponer el orden.
Fue un ataque de destrucción y aniquilamiento, perpetrado con la impunidad de quien se sabe protegido por la ley de arriba, la ley del poderoso. La ley que justifica el asesinato de un joven, el empleo de armas de fuego en contra de población civil indefensa, la destrucción de viviendas humildes, las golpizas salvajes sobre todo lo que se moviera, la agresión sexual en contra de mujeres y muchachos, las detenciones arbitrarias e indiscriminadas. En suma, el fascismo.
Todo esto con una coartada, que apenas duró unas horas en los medios de comunicación, la del estado de derecho, la de la imposición de la ley.
El mismo estado de derecho que ha convertido la justicia en mercancía cara, cuyo costo sólo puede ser pagado por el que tiene dinero. Así hemos visto a Marta Sahagún, del PAN y esposa de Vicente Fox, comprar a jueces para cubrir el enriquecimiento ilícito de su familia. Y si alguien se atreve a denunciarlo públicamente, nueva compra de la justicia para acallar y penalizar a quien dijo la verdad.
El mismo estado de derecho que solapa y cubre a los legisladores que, como Diego Fernández de Cevallos, del Partido Acción Nacional, se dedican a usar su posición política para favorecer el crimen organizado. El mismo estado de derecho que no sólo permite, también promueve el uso de recursos de la nación para que el PAN invierta en el negocio redondo de los puestos públicos y la inflación de encuestas, como hacen con ese enano mental con aspiraciones de dictadorzuelo que es Felipe Calderón.
El mismo estado de derecho que da prerrogativas legales al brazo político del crimen organizado, el Partido Revolucionario Institucional, y a ese gánster venido a menos que es Roberto Madrazo.
El mismo estado de derecho que encubre la corruptela institucionalizada llamada Partido de la Revolución Democrática, y que alimenta y nutre, con los mismos embaucadores de siempre, la campaña de Andrés Manuel López Obrador.
Compañeros y compañeras:
Allá arriba, en algunos lados, están proponiendo orientar su ocio a la teoría de la conjura, de la conspiración, del complot ideado para arruinarles el negocio en el que han convertido las elecciones.
Pero acá abajo sabemos lo que pasó: la maquinaria represiva del Estado echada a andar sin importar dónde, cuándo, quién ni cómo.
Quieren que abajo nos convenzamos de que sólo es posible la política de arriba, con ellos y ellas, bajo sus reglas y tiempos.
“Pruebas”, piden los de arriba cuando se les señalan las violaciones a los derechos humanos con que aplicaron “su ley”. “Pruebas” repiten sus ecos amaestrados.
Como si allá arriba se hubieran tomado la molestia de reunir “pruebas” para hacer lo que hicieron.
¿Y los partidos políticos y sus candidatos? ¿Acaso les importa lo que acá bajo sucede?
No.
Se enteran por los medios de comunicación y van corriendo con sus asesores de imagen para hacer el cálculo de qué impacto puede tener en las encuestas el despotricar prometiendo, si llegan a la Presidencia, convertir todo el país en el Atenco del 3 y 4 de mayo (como hicieron Calderón y Madrazo); o quedarse callado, como hizo AMLO, limitándose a condenar la violencia, “venga de donde venga”, como si fuera equiparable la de los pobladores a la de los policías.
Atentos a las encuestas, a estos políticos no les interesa ni la democracia, ni la libertad, ni la justicia.
Porque ninguna de estas banderas, abrazarlas, hacerlas suyas con consecuencia, inciden en las encuestas.
Compañeros y compañeras:
Todo esto lo sabemos, y por eso también nos convocan hoy la indignación y la rabia.
La indignación y la rabia que provoca el saber que, para los de allá arriba, las mujeres son el botín de guerra prometido de antemano a las tropas del “orden”.
La agresión que recibieron y reciben nuestras compañeras por el hecho de ser mujeres.
El querer no sólo golpearlas y detenerlas, también humillarlas y destruirlas moralmente.
Y el mensaje no es sólo para ellas como mujeres que luchan por un país mejor, por otro México.
Es para todas las mujeres en México.
Para el sistema económico y político todas son el botín con que se paga a quien impone con la fuerza lo que no puede sostener con la razón.
Someterse de buen grado al desprecio, al maltrato, a la agresión sexual, a la violación; o ser obligadas a ese sometimiento con el uso legal de la violencia. Esta es la alternativa que, para todas las mujeres de abajo, humildes y sencillas, ofrece el sistema, independientemente del signo político que se simule allá arriba.
¿Quién puede enorgullecerse de aplaudir esto como símbolo de la modernidad democrática en nuestro país?
¿Quién puede ser honesto y guardar silencio frente a esta crueldad?
¿Quién, como mujer, como ser humano, en México o en cualquier parte del mundo, puede saber de lo que significó ser mujer en San Salvador Atenco, en el estado de México, el 3 y 4 de mayo de 2006, y seguir de largo, no hacer nada y seguir cargando la humillación propia, disfrazando de destino y mala suerte lo que han convertido en maldición?
¿Quién puede conocer todo eso y tomar el micrófono, la cámara, la computadora, el estrado, la mesa, el transporte, el lapicero, la herramienta de trabajo en el campo o en la ciudad, el libro, el cuaderno de apuntes, el juguete, encender la radio o la televisión, leer el periódico o una revista, y no ver y no oír, o, peor aún, ver y oír y pensar que tal vez se lo merecían, “quién les manda ser estudiantes, trabajadoras, indígenas, quién les manda ser pobres, quién les manda no ser diputadas, senadoras, gobernantes, funcionarias, empresarias; en fin, quién les manda ser mujeres”.
¿Qué mujer en México, sin importar sus ideas, puede honestamente quedarse callada?
¿Quién como joven, anciano, niño, hombre o mujer, puede saber lo que significó ser uno u otra en Atenco el 3 y 4 de mayo, y permanecer inmóvil?
¿Quién puede escuchar la historia de los dolores de esos compañeros y compañeras y no sentir la misma rabia y la misma indignación?
¿Quién puede escuchar la decisión de seguir luchando que sigue en su corazón, y no sentir la misma rebeldía?
No nosotras, no nosotros, no la otra campaña, no los compañeros y compañeras que somos de quienes sufrieron el ser de abajo y de izquierda en la larga jornada del terror de arriba los días 3 y 4 de mayo en San Salvador Atenco.
Ni indiferentes, ni callados, ni inmóviles.
Nosotras, nosotros, la otra, no dejaremos a nuestras compañeras y compañeros solos, solas. Ni en la cárcel, ni en su dolor, ni en su rabia, ni en su lucha.
No importan ni el tiempo que tarde ni la coyuntura que allá arriba decidan e impongan.
No importa si somos muchos o pocos.
No importa si se nos ataca o se nos alaba.
No importa si se nos comprende y apoya, o si se nos condena y persigue.
Cumpliremos el deber primero que adquirimos como parte de la otra: ser con los otros y otras, apoyarnos, no dejarnos solos.
Seguiremos gritando y seguiremos movilizando, todos, todas, en todo el país.
Si piensan que con la represión nos van a detener o a desanimar, que tomen el ejemplo de nuestros compañeros y compañeras detenidas el 3 y 4 de mayo.
Si es la represión, con la coartada partidaria o mediática que sea, con la que decidan enfrentar nuestra demanda de justicia, que de una vez vayan haciendo lugar en las cárceles, en los hospitales y en los cementerios, porque esto no se va a detener hasta que todos los presos y presas del 3 y 4 de mayo salgan libres.
Allá arriba no les importamos.
No les importa el horror que provoca el saber lo que le hicieron a nuestros compañeros y compañeras y a personas que ni siquiera sabían de qué se trataba.
Calculan que los golpes y amenazas, el tiempo, las mentiras y el silencio terminarán por mandarnos a un rincón olvidado.
Se equivocan.
Seguiremos con nuestras protestas y movilizaciones, en todo México y en el mundo.
Sabrán que acá abajo ni perdonamos ni olvidamos.
Y no será la nuestra una rabia como la de antes, como la de siempre.
No.
Ahora es y será una indignación organizada, otra rabia.
Apenas empezamos, no nos detendremos.
Que saquen a todos los presos, a todas las presas, o que de una vez nos metan a todos a la cárcel.
Desde la otra Ciudad de México.

Subcomandante insurgente Marcos.
México, Mayo de 2006.

jueves, mayo 11, 2006

Historia

Es la historia como sigue: un hombre que ha vivido desencantado de cualquier compromiso, cualquier llamado del mundo, cualquier urgencia o cualquier hecho ajeno. Hasta que la realidad lo llama; primero, como testigo, se adentra en los devenires extraños de personas a quienes ni conoce. Después, con el tiempo, hacia el fin de su juventud y estrujado por una acción inhumana, decide actuar y transformar el mundo. Para darse cuenta, finalmente, que nada puede hacer y que su furia y su fracaso no son el camino rápido a la resignación —ramera dulce—, sino a la amargura, la implacable, jamás saciada sed de venganza que desgarra con mayor fuerza cada instante, al infinito. Huye entonces.

miércoles, mayo 10, 2006

Indignación

Hay que manifestarnos.

Los que mandan, es decir, los grandes empresarios, quieren la «estabilidad social» y el «estado de derecho» que les garanticen la impunidad a sus abusos (evasión fiscal, contaminación del medio ambiente, pisoteo de los derechos laborales, lavado de dinero, etcétera): esa «estabilidad social» y ese «estado de derecho» tan cacareados consisten en que los demás nos callemos, en nuestra indiferencia y nuestro miedo.
Está en marcha la instalación de un Estado fascista en México. Se trata de un Estado policial que protege los privilegios de los ricos. Tienen como lacayos a los gobernantes y los legisladores, y como principales instrumentos a los medios de comunicación, al ejército y a la policía. Sus acciones son la brutalidad policiaca, las violaciones a las mujeres, la tortura «justificada», la demonización en los medios, el uso arbitrario de la administración de la justicia y el acallamiento de cualquier protesta o denuncia.
Hay que detenerlos. Hoy son las mujeres y los hombres de San Salvador Atenco. Mañana, demás está decirlo, será el país entero.

martes, mayo 02, 2006

Que regresen

Sí, que regresen. En este país se hallan la desidia y el desánimo, el talante corrompido y la juventud apática, vencida por la sensación de un futuro clausurado. Este país se cae a cachos cada día. Por eso, yo digo: que regresen. Necesitamos de su ímpetu, de su lucha enérgica para la rebelión que viene. Que regresen los paisanos para tumbar la injusticia en esta tierra, que se vuelquen sobre nuestras ciudades anémicas, que hagan la revolución por nosotros y quizá entonces despertemos.