miércoles, mayo 30, 2007

Martínez Rivas


Porque son muchos los poetas jóvenes que antaño han muerto.
A través de los siglos se saludan y oímos
encenderse sus voces como gallos remotos
que desde el fondo de la noche se llaman y responden.

Poco sabemos de ellos: que fueron jóvenes
y hollaron con sus pies esta tierra. Que supieron tocar algún instrumento.
Que sintieron sobre sus cabezas el aire del mar
y contemplaron las colinas. Que amaron a una muchacha
y a este amor se aferraron al extremo de olvidarse de ellas.
Que todo esto lo escribían hasta muy tarde, corrigiéndolo mucho,
pero un día murieron. Y ya sus voces se encienden en la noche.

Carlos Martínez Rivas, «Canto fúnebre a la muerte de Joaquín Pasos», en La insurrección solitaria

lunes, mayo 07, 2007

Sobre Nellie


Acaba de aparecer el número 4 de la revista Cuaderno Salmón. Incluye, entre muchos otros textos de mayor interés, mi ensayo «El coraje de un fantasma», sobre la escritora mexicana Nellie Campobello, de quien el Fondo de Cultura Económica está por publicar un cuantioso volumen de obra reunida.
Posteo aquí el comienzo de mi ensayo:
Nellie Campobello es un fantasma. Literalmente.
Me cuenta su sobrino Carlos: veinte años después de su muerte, una Nellie invisible vuelve del Más Allá y hace perdidizos expedientes, reúne a personas distantes merced a un azar sospechoso, se obstina en que el número 7 presida siempre las cosas que la atañen —números de oficios, de contratos, de teléfono— y trabaja, paso a paso, contra el olvido que sufre y la brutalidad que la llevó a la muerte.
Nacida en la norteña Villa Ocampo, en Durango, en al parecer 1900, Nellie murió en circunstancias espantosas hacia agosto de 1986. Conocidos suyos se aprovecharon de su confianza y la secuestraron. Para entonces, muchos de sus amigos y parientes habían muerto. Era una figura destacada de la danza mexicana; además, poseía una muy rica colección de arte mexicano. Las versiones señalan que sus captores la mantuvieron alcoholizada y drogada, que la hicieron sufrir de hambre y violencias para que firmara documentos con los cuales entregaba sus bienes. Su muerte no vino a ser conocida y confirmada sino hasta 1999. Aún no se ha castigado a sus secuestradores y asesinos: tampoco han logrado recuperarse sus propiedades.
Pero veinte años después de su muerte, Nellie regresa, también, a la literatura. En 2007 el Fondo de Cultura Económica publica su Obra reunida: Cartucho, su libro mayor (1931), Las manos de Mamá (1937), los Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa (1940), sus poemas y el ensayo autobiográfico que sirvió de prólogo a la edición de Mis libros, de 1960.
Nellie regresa a las letras mexicanas, pero habría que decir, en honor a la exactitud, que escasamente ha estado antes. Nellie es un fantasma en nuestra literatura. Se le ha leído poco debido a que sus apariciones han sido infrecuentes: apenas se le ha publicado. Cartucho, por ejemplo, ha conocido sólo seis ediciones en 75 años. Tan es así que la recopilación canónica de la cultura nacional del siglo XX, Lecturas Mexicanas, no lo incluye —y da pena decirlo— en ninguna de sus cuatro series. Tampoco figura en la nómina de clásicos hispanoamericanos de la colección Archivos.
Ella misma, acaso, contribuyó a su presencia mínima: cedió el terreno muy pronto. Y lo digo porque, si bien hay testimonios de una continuada escritura, ante la recepción pobre de sus dos tomos de narrativa Nellie —luego de la reunión de su obra en Mis libros— ya nunca publicó otro título. No insistió más: y el prólogo a ese volumen de 1960 constituiría no sólo una recapitulación de su escritura sino también, asumo, la última llamada a la crítica y los lectores. Una llamada, no obstante, que se quedó sin respuesta.
Aunque, con todo, demos lugar a un matiz: hubo ciertas voces —digamos: Martín Luis Guzmán, Ermilo Abreu Gómez, Antonio Castro Leal, Emmanuel Carballo— que aplaudieron la dignidad de sus textos, pero esos dictámenes no lograron contravenir finalmente el ayuno editorial.
Ahora, se supone que los buenos libros se defienden solos. ¿Qué sucedió en este caso? ¿Por qué no ingresó la obra de Nellie Campobello al canon reconocido de nuestra literatura? Fernando Tola de Habich habla de ninguneo. Especulo, preciso: a la misoginia —lugar común en la conducta de los escritores— se habría aliado el desinterés del crítico a siquiera hojear la obra de una bailarina célebre que hacía sus pininos, previsiblemente fallidos, en el terreno de las letras, pues el sólo-escritor tiende a desconfiar de la múltiple ambición de un artista del Renacimiento. Quizá, también, el hecho de haber publicado tan poco y luego nada: al abdicar a la constancia en los estantes de las librerías con nuevos títulos, la misma Nellie pudo haber colaborado a que el crítico o el estudioso, sin leerlos, catalogase Cartucho y Las manos de Mamá como pecados de juventud a los que se habrá de compadecer con el olvido.
Pero el tiempo pasa: nuevas generaciones, otras circunstancias exigen periódicamente una redefinición del canon. Y hoy, de mayor pertinencia que discernir por qué la obra de Nellie no interesó en su momento (situación, entiendo, ya no corregible), es volver a sus páginas y examinar la validez de su lectura en los inicios negros de este milenio. ¿Cuál es el lugar de Nellie y, sobre todo, de Cartucho, su obra principal, en la literatura mexicana?

sábado, mayo 05, 2007

Sobre Steiner / Tijuana



En el número de mayo de la revista Nexos aparece mi texto «Steiner o la tradición como disidencia», una reflexión sobre Los logócratas y en general sobre varias ideas de George Steiner en torno de la tradición literaria.
Estuve en Tijuana el jueves para la presentación de El hacha puesta en la raíz, la compilación de ensayistas jóvenes que realizamos Verónica Murguía y yo para el Fondo Tierra Adentro en 2006. Mayra Luna hizo unos comentarios muy brillantes y yo me dediqué a perorar sobre cosas sin sentido. Al salir, caí en la cuenta de que, muy tonto, no postée en el blog la noticia de la presentación, para que mis numerosos lectores de Tijuana asistieran. Todo estuvo bien, por suerte. Conocí a Karla Martínez, Amaranta Caballero y Rafa Saavedra, y la pasamos muy bien después en el Dandy del Sur.