jueves, julio 26, 2012

Una Escorpio lee Cartas ajenas

Mi amiga Daphne comenta mi novela Cartas ajenas: aquí. Antes ya había escrito sobre Habla de lo que sabes
Degrade first the Arts if you'd mankind degrade.
William Blake

Siete caminos de sangre

Acaba de aparecer la antología Siete caminos de sangre. Narradores contemporáneos de Sinaloa, una selección realizada por Ilda Elizabeth Moreno, con prólogo de Eduardo Antonio Parra, y que incluye relatos de Eduardo Ruiz, Miguel Tapia Alcaraz, Juan José Rodríguez, Alfonso Orejel, César López Cuadras, Élmer Mendoza, y también dos míos, «Ese mundo de extraños» y «Perdonados por quién». Es una bella y muy cuidada edición de la Universidad Autónoma de Sinaloa, que estará a la venta en ferias de libro.

miércoles, julio 11, 2012

El narcisismo en el sexo

La revista Letras Libres de julio incluye mi texto crítico "El narcisismo en el sexo", sobre la novela Brama de David Miklos.

martes, julio 03, 2012

Habla Marioralio

Ya los escucho: que esta intriga para desatascar el pudridero es una cosa ingenua. Yo mismo he pensado, sí, que nuestra labor es ya inútil, que somos un instrumento de ninguna importancia en la vida de esta gente. Pero de ahí vendrá nuestro poder. De la nulidad, de lo invisible que somos, vendrá.
Llevaremos un mensaje. ¿Me están entendiendo? Una imagen de lo que pronto viene. Es una quimera, un incendio viable: una sola hoja con las palabras que los hartos, los vencidos, los de la indignidad forzada por tanta injusticia como arena en su boca esperan escuchar, esperan leer, sin siquiera saberlo ni intuirlo. Sé de todos ellos cómo son, qué ansían, cuáles sus mezquindades, cuáles sus fuerzas, sé cómo se han dejado rendir y cómo en lo incógnito de sí mismos se concentra, en forma de hacha, de palos, de rabia y aguijones: la posible, la cercana, la esperada respuesta de contraviolentación. Todo eso lo sé, y vive en mí, ¿no pueden verlo? Yo traigo la voz que los despierte y lance al otro borde posible del respirando. Sólo de mí saldrá, escuchen, sólo de mí el nuevo perfil de los instantes.
El método es simple y sólo así es poderoso. Esta hoja es volcánica. Aquí está, tengan, léanla. A partir de mañana será entregada. A cuántos: a todos. Empezaremos aquí, con esta Ciudad infinita. Los días que siguen iremos por las demás, por todas en esta tierra de lisiados.
Muchos no la leerán. Y otros, los tozudos que entreveo desde mi razón, desde mi violencia, los desalentados que ignoran lo que sienten porque toda furia ha sido extirpada de sus ojos, de su piel, del arco apagado de su voz para concentrarse en mis palabras: ellos sí. La leerán y les cambiará la vida.
Se prepararán para el día. Reunirán cuchillos pistolas palos taladros martillos sartenes. Cuando llegue por fin la madrugada, saldrán de sus casas. Llamarán a sus parientes, a sus vecinos, amigos. Aullarán, saltarán: el furor se extenderá por el aire sucio, por la incierta palidez de lo amaneciendo. De esas chozas de pobre lámina, de las barracas sin sal ni agua ni pan ni habla saldrá el hartazgo, ese rencor de herencias podridas, un solo alarido de tonos afilados como cuchillos de aire. Asaltarán los microbuses y los camiones y el metro rumbo a las colonias residenciales, a los rumbos enjuiciados de cada ciudad. Entrarán en las casas, no habrá resistencia en nadie: ni gorilas ni golpes ni enemigos ni nada. ¡Ja! Lincharán a los altos lacayos empresarios vendidos al postor extranjero, que en traje y corbata explotan el respirar de la gente, la llenan de cáncer y destruyen el agua y el aire, los ladroncísimos cardenales y obispos que me dan tanto asquito, los parlamentarios y traficantes de influencias, los especuladores y rapaces banqueros con sus esposas, sus hijos y amantes, y toda persona que se haya visto beneficiada por la verde mentira. Ah la iniquidad. Y les sacarán los ojos, les romperán la ropa, les cortarán la verga, las tetas, destruirán las ventanas con vitrales, aventarán los cuerpos asesinados a las albercas, los llevarán por las calles como trofeos, emascularán y empalarán a los juniorcitos que se llenan la nariz de coca y secuestran a las sirvientas y empleadas para quemarles con colillas de cigarros los pezones y el clítoris, violarlas mientras gritan ¡Chacha de mierda! y dejarlas casi muertas en algún canal de desagüe, perseguirán por las calles a los que intentan huir en sus autos importados: todas las salidas estarán bloqueadas con olas de gente que se agita y levanta, y luego de saciarse con las primeras muertes asaltarán los refrigeradores y las cavas, dormirán en las recámaras envueltos en sábanas suavísimas como si regresaran al vientre de sus madres.
Al día siguiente seguirá la extirpación: entrarán en las oficinas de los rascacielos donde despachan los abogados litigantes, los inversionistas, los gangsteriles dueños de los canales de televisión y los periódicos, los grandes negociantes, los cínicos funcionarios, los caciques de los partidos y los sindicatos, arrancarán las computadoras de sus conexiones en las paredes, tirarán por las ventanas los archiveros y las peceras y los diplomas y falsos títulos. Y al tercer día asaltarán las tiendas departamentales y las vinaterías y los almacenes de comida importada, se llevarán la ropa fina y los alcoholes y las piernas de jamón y los bacalaos, y al llegar la noche: todo ya tendrá un finalmente.
La venganza ah por fin. Matar y descuartizar a los que mataban y robaban y violaban nos habrá limpiado. El mal... ¿Saben qué es eso? Eso tiene cara y respira y escupe y coge, y responder a su violencia con ese linchar, ese gritar, ese saltar rojizamente hacia otra línea de futuro: eso, responderle, arrancará todo de raíz: sin verdugos ya que al matar mueran por dentro, sin víctimas que mastiquen la rabia siempremente en sus carrillos cansados para convertirla después en síes y jorobas de mezquindad e hipocresía. Los hombres nuevos, las nuevas mujeres, los por sí mismos vengados, serán ahora gente libre del dulce tacto del mal. De la memoria.
El tiempo volverá de nueva cuenta con su inicio.


Fragmento de Cartas ajenas.