El suplemento Laberinto, del periódico Milenio, publica en su edición de hoy mi relato «Keppel Croft». Van aquí los primeros dos párrafos.
Empezó todo una tarde (era sábado). Estaba ahí de repente: era el contorno de su cuerpo, atrás del cortinaje, ella desnuda frente a la ventana. Él sólo veía su piel sanguínea, el brazo derecho. Sintió mucho frío.
En el cuarto de Clara y suyo, rutinario: la pared blanca, el mismo clóset al abrir los ojos de mañana, el espejo al lado de la puerta. Pero ahora ella surgía con la realidad de un sueño que se sabe una burla. O un llamamiento: la luz apenas roída por las sombras dibujaba la orilla de su cuerpo, la piel rosada, su cabellera que se iba adivinando un fulgor espeso a través de la cortina. El hombre dio dos pasos. No quería hablarle.