domingo, diciembre 18, 2016

El mejor libro del año...


Sergio González Rodríguez, del periódico Reforma, ha elegido la Antología de Elena Garro publicada por Cal y Arena como el mejor libro del año 2016. 

domingo, diciembre 11, 2016

Cien años de Elena Garro

A lo largo de este 2016 aparecieron tres tomos que reúnen bajo distinto criterio la obra narrativa de Elena Garro.


Los Cuentos completos (Alfaguara) presentan los textos de ficción breve de Garro: La semana de colores (1964), Andamos huyendo Lola (1980), El accidente y otros cuentos inéditos y La vida empieza a las tres... (1997), además de dos prosas inéditas.


La Antología publicada por Cal y Arena incluye una selección de piezas teatrales, cuentos, novelas cortas (Un traje rojo para un duelo, Un corazón en un bote de basura y Primer amor) y la novela Reencuentro de personajes.


Las Novelas escogidas (1981-1998), lanzadas al mercado por el Fondo de Cultura Económica en su colección Letras Mexicanas, reúne los títulos Testimonios sobre Mariana (1981), Reencuentro de personajes, La casa junto al río (1982), Y Matarazo no llamó... (1991), Busca mi esquela (1995) y Mi hermanita Magdalena (1998). 

Confío que estos proyectos editoriales contribuyen a acercar a nuevos lectores la obra multifacética de Garro, y que en el futuro se recuperen algunos otros títulos que siguen siendo inconseguibles.

Ningún favor a Elena Garro

Elena Garro cumple, hoy, cien años. El suplemento cultural Confabulario, del periódico El Universal, dedica su número de hoy a la obra de esta gran autora. Ahí publico un ensayo titulado "Ningún favor a Elena Garro".

sábado, diciembre 10, 2016

Corazón de la montaña

Acaba de publicarse el cuento "Corazón de la montaña", de Claudina Domingo, en la revista Reporte SP. El cuento forma parte del libro Las enemigas, que Domingo publicará el año próximo en el sello Sexto Piso. Este es el enlace.

martes, diciembre 06, 2016

Novelas escogidas (1981-1998), de Elena Garro

El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar la compilación Novelas escogidas (1981-1998), de Elena Garro, en su colección Letras Mexicanas. El volumen incluye Testimonios sobre Mariana, Reencuentro de personajes, La casa junto al río, Y Matarazo no llamó..., Busca mi esquela y Mi hermanita Magdalena. El prólogo es de mi autoría.


sábado, noviembre 26, 2016

Crónica de feroces amantes

La revista Luvina ha publicado en su número 84, correspondiente al otoño de 2016, mi ensayo "Crónica de feroces amantes", sobre la novela Reencuentro de personajes, de Elena Garro. El enlace está aquí.

sábado, noviembre 19, 2016

Este miércoles continúan las Visitas guiadas al mundo de Elena Garro


Este miércoles participarán Lucía Melgar y Liliana Pedroza, quienes hablarán sobre el libro de relatos Andamos huyendo Lola.

sábado, noviembre 05, 2016

Visitas guiadas al mundo de Elena Garro, en la Ciudad de México

Este miércoles 9, a las 7 pm, empieza el ciclo Visitas guiadas al mundo de Elena Garro, en el Centro Cultural Elena Garro de Coyoacán, en la Ciudad de México. Escritores e investigadores hablarán sobre la obra de esta autora, para conmemorar el centenario de su nacimiento.
El programa es el siguiente:

9 de noviembre: Los recuerdos del porvenir. Con Ana García Bergua y Ute Seydel.
16 de noviembre: La semana de colores. Con Eduardo Antonio Parra y Gloria Prado.
23 de noviembre: Andamos huyendo Lola. Con Lucía Melgar y Liliana Pedroza.
30 de noviembre: Novelas de la última etapa. Con Guillermo Arreola y José Carlos Castañeda.
7 de diciembre: Teatro. Con Estela Leñero Franco y David Olguín.


lunes, octubre 17, 2016

Cruces literarios: Iberoamérica

Hoy, a las 7 pm, conversaré con los escritores Eduardo Lalo y Selva Almada, en la Feria Internacional del Libro del Zócalo, en la charla "Cruces literarios: Iberoamérica". Esto será en el Foro Gonzalo Rojas.

martes, octubre 04, 2016

75 años de Esther Seligson


El martes 25 de octubre, Esther Seligson cumpliría 75 años. Para recordarla, habrá una mesa de homenaje en el Palacio de Bellas Artes, a las 7 pm, con la participación de José María Espinasa y José Gordon.

lunes, octubre 03, 2016

Elena Garro en el Bella Época

Este viernes 7, a las 7 pm, en el Centro Cultural Bella Época, presentaremos la Antología de Elena Garro que compilé y prologué para la colección Esenciales del XX, de Ediciones Cal y Arena. Participan Guillermo Arreola y Julio Aguilar.

Retrato Hablado de Esther Seligson


El Centro Cultural Elena Garro, de Coyoacán, organiza el ciclo Retrato Hablado de Esther Seligson, con motivo de los 75 años que habría cumplido la escritora a finales de este mes. Las sesiones son los miércoles 12, 19 y 26 de este mes, a las 7 pm.

domingo, septiembre 25, 2016

Historias del país que se convirtió en el museo de una ruina

El suplemento Confabulario del periódico El Universal publica hoy mi ensayo "Historias del país que se convirtió en el museo de una ruina", sobre dos novelas de Juan Villoro. El enlace es este.

lunes, septiembre 19, 2016

Elena Garro y los tiempos de la fabulación

La edición virtual de la revista Nexos publica hoy un fragmento de mi prólogo a la Antología de Elena Garro lanzada por Cal y Arena. Este es el enlace.

sábado, septiembre 10, 2016

A quién le importa

La Revista de la Universidad de México acaba de publicar en su número de septiembre mi relato «A quién le importa», una historia de formación en el violento Culiacán de principios de los años noventa. El enlace se encuentra aquí.

viernes, septiembre 02, 2016

Una antología de Elena Garro


Acaba de salir de la imprenta la Antología de Elena Garro en la colección Esenciales del XX, de la editorial Cal y Arena. Es una amplia selección de su dramaturgia, sus cuentos y novelas breves y, además, incluye íntegra una de sus novelas más sorprendentes: Reencuentro de personajes
Este es el índice:


Teatro:
Un hogar sólido
El rey mago
La señora en su balcón
Los perros
El rastro

Cuento:
De La semana de colores (1964)
“La culpa es de los tlaxcaltecas”
“El zapaterito de Guanajuato”
“La semana de colores”
“El día que fuimos perros”
“Antes de la Guerra de Troya”
“Perfecto Luna”

De Andamos huyendo Lola (1980):
“El niño perdido”
“Andamos huyendo Lola”
“Las cuatro moscas”
“Una mujer sin cocina”

De El accidente y otros cuentos inéditos (1997)
“Invitación al campo”
“Luna de miel”

Novela:
Reencuentro de personajes, 1982

Novelas cortas:
Un traje rojo para un duelo, 1996
Un corazón en un bote de basura, 1996
Primer amor, 1996


jueves, septiembre 01, 2016

Hoy hablaré sobre Eça de Queiroz

Hoy daré una charla sobre cuatro novelas de la última etapa José Maria Eça de Queiroz en el ciclo Charlas portuguesas de la Cátedra José Saramago de la Facultad de Filosofía y Letras de a UNAM.


domingo, agosto 14, 2016

Los bárbaros somos nosotros

Hoy se publica, en las páginas del suplemento cultural Confabulario, del periódico El Universal, mi ensayo «Los bárbaros somos nosotros», en torno a algunos aspectos de la obra cuentística del autor mexicano Eduardo Antonio Parra. El enlace es este.

jueves, agosto 11, 2016

Elena Garro

La Revista de la Universidad de México de agosto publica mi ensayo "Entre el poder y la traición", un fragmento de mi prólogo a los Cuentos completos de Elena Garro, que editó Alfaguara hace poco. 

lunes, agosto 08, 2016

Nada hay más bello que―

El primer número de la revista Cruce Riviú, en sus páginas 66 a 68, publica mi texto de narrativa «Nada hay más bello que―». El enlace de la edición en Issuu es este.

Nada hay más bello que—
Geney Beltrán Félix


Se conocieron en una fiesta hace cosa de cuatro años, él la anduvo hostigando, ella sutilmente lo mandó a la chingada. Cuando después de los tequilas ella se dejó ser llevada al baño, ahí cogieron: él se quedó como loco (de fascinado) y la buscó al día siguiente. Luego de unas copas de vino o dos que tres cervezas, se iban al departamento de ella, por la tardenoche. Sus encuentros eran guarros, inmediatos, fluidos. Se dejaban ahí desnudos en el colchón y la luz se iba disfrazando de negrura. A veces hacía ella oír unas palabras sobre si sentiste el temblor de la madrugada, o que hallaron una fosa con más de cien pobres inocentes cerca de San Fernando, y aun con saberse un hombre tan huraño y tan lacónico, nunca supo él de la incomodidad que se forma entre dos cuerpos que sólo tienen sexo y una vez tenido quieren separarse, vestirse, nos vemos. Algo lo llevó a contarle de su infancia, más bien del hermanastro mayor tan maltratado por su madre, o la vez que en un parque se quedó viendo a un anciano sentado en una banca que estiraba los brazos y boqueaba como si nadase en un agua de aire, la gente seguía su curso hasta que llegó un policía a gruñirle ruco qué payasadas son esas. Ah. Se diluía esa tensión de adentro que siempre lo pone en guardia ante los otros, y había para él un olvidarse de lo que el mundo roba grita pide: un puro bienestar se le inmiscuía en el alma de las células y le ablandaba la voz. Claudio no mencionaba nunca a Inés, ella tampoco decía nada de tengo novio, pareja, otro amante.
Y un lunes le llegó el mensaje “Salí de ciudad. Te llamo pronto” (ya llevaban dos meses). Él claro que esperó; y el miércoles ni el jueves llegó nada, y no supo cómo pero lo que antes era un juego (entrar a la compu de Inés y vagar por sitios de autos, de fotos de modelos, masturbarse viendo porno y escribir palabrotas en foros políticos) se le fue volviendo... ¿qué?: se le fue volviendo insoportable. Bajo su piel a la altura del tórax una movediza rata se afilaba los dientes con su oxígeno: e iba a visitar entonces el Muro de Juliana. Ahí leyó el jueves Ando muy resfriada, al día siguiente Me escapé a la playa, regreso el lunes!, luego fotos en una cantina con un tipo treintón: se le veían, a ella, las mejillas rosadas (su actitud de brindis sensualmente feliz). No la llamó. No le escribió. ¿Mostrarse débil, tembloroso? A la semana vio en ese mismo Muro, ahí tan absurdamente a la vista del mundo entero, dos palabras cursis escritas por: por un idiota llamado Tomás Izquierdo. Y ella respondía también te amo Tomi.
Él le escribió un mensaje lleno de hijadeperras y de (pero lo borró antes de enviarlo) quien-te-ama-soy-yo-pinche-traidora. Por celular le invitó a un café, adelgazando lo perentorio en su voz (sonando suave y bienvenido). Ella pospuso en dos, tres ocasiones, hasta que en un café de chinos le contó me enamoré de repente: habían andado ella y Tomás al principio sólo tonteando, pero cuando se dio cuenta de que la cosa iba en serio, decidió alejarse (de Claudio). Era Tomás un colega de la oficina recién contratado. Estaban por irse a vivir juntos (lo dijo con un tono seco y directo). Él le tomó la mano. ¡Hasta le sonrió! “Suerte. Nada hay más bello que”: aunque por dentro era puros celos y coraje: esas palabras tan cursis Nada hay más bello que (lo sabía) eran las correctas, pero también—: puaj. Cuando se levantaron de la mesa ya para salir, él se sentía de la verguísima, como si le hubiese caído un taladro en las tripas y aun así debiera seguir respirando, caminar: sonreír.
Cogía con Inés ahora renovada y furiosamente, pero al poco tiempo vio con susto a los dos Claudios que se hacían señas de guerra dentro de sí: mientras el Claudio-cuerpo desayunaba huevos con machaca y charlaba con Inés sobre una balacera de a tres cuadras —o veía en el metro anuncios de carreras cortas de contaduría, compraba tlacoyos y tomates en el tianguis, o ahí en su trabajo hundía una jeringa en el costado moreno de un adolescente—, el otro Claudio, el Claudio de aire era una mente obsedida por invertir los términos de lo real, y poner la entera vida de Juliana entre esas colchas en las que dormía la carne de Inés, y ver abrirse la voz gozosa de Juliana ahí donde nacía la voz árida y anoréxica del cuerpo soso con el que llevaba dos años viviendo. Ese Claudio ajeno llegaba ciertas noches a provocarle una sensación de aire que no atina a dar con los pulmones, y esto coincidía con una vista nebulosa al buscar sin éxito fijar los contornos de la cómoda la ventana el ropero.
¿Tanto quiso a Juliana, por qué no fue a rogarle ya deja a ese pendejo? Verla al poco tiempo en sus fotos del Muro, feliz abrazada, cada día más gorda, al lado de Tomás, con sus mensajes a un hombre de rasgos tan insulsos (¿qué le veía a ese rostro alargado tan pálido, a su bigotito caguengue?, ¿lo había preferido acaso por ser blanquito?): y un temer irrumpir en ese feliz embarazo con chantajes grotescos. Estaba la envidia: Tomás se expresaba en el Muro feliz con la llegada de un bebé, cuanto que él, Claudio, sí, luego de cada uno de los dos abortos que Inés había tenido, se vio —sin decirlo francamente— dispensado de una carga ya no futura, con todo y que la abrazaba y le decía veremos otro doctor, carajo no es el fin del mundo.
Pero en lo más cierto de sí estaba la desidia de un desencantado: una relación con Juliana sería, cómo negarlo, tan grata y tan nefasta como la suya con Inés (igual, pues, a fin de cuentas); a sus 31 ya no habría nada nuevo porque las mujeres serán para alguien de tundra como él siempre tan las mismas. ¿Para qué matar lo que ya tenía con Inés si en una relación con Juliana todo habría también de lentamente pudrirse en los sucesivos destrozos del futuro?

Y así un buen día decidió borrar de su red a Juliana: para descubrir entonces que ella misma lo había bloqueado acaso en días recientes de su Muro, y esa patada en el culo de su orgullo lo ayudó a estrangular a la testaruda rata de su adentro.

miércoles, julio 27, 2016

El cuento y sus alrededores, con Enrique Serna

Hoy a las 7 pm tendré una charla en torno al género cuentístico, con Enrique Serna, en el Centro Cultural Elena Garro, al sur de la Ciudad de México... Con esta presentación termina el ciclo El cuento y sus alrededores, que empezó a principios de junio.

sábado, julio 16, 2016

sábado, junio 11, 2016

Los cadáveres de la impotencia

La Revista de la Universidad de México publica en su edición de junio un texto crítico de la escritora Cristina Rascón sobre mi novela Cualquier cadáver, Premio Bellas Artes Colima. Aquí está la liga.

viernes, junio 10, 2016

miércoles, mayo 25, 2016

Tres cadáveres de Carlos Fuentes

El sábado pasado, el suplemento El Cultural publicó mi ensayo "Tres cadáveres de Carlos Fuentes". La liga es esta.

martes, mayo 24, 2016

Los expedientes incompletos

La revista Letras Libres de mayo publica mi texto crítico sobre la novela Huesos de San Lorenzo, de Vicente Alfonso. La liga es esta.

domingo, mayo 08, 2016

La orfandad es un país extranjero

El suplemento cultural Confabulario, del periódico El Universal, publica hoy domingo mi ensayo "La orfandad es un país extranjero", sobre algunos aspectos de algunos cuentos del gran Sergio Pitol. El ensayo se puede leer en este enlace.

sábado, mayo 07, 2016

Últimas rebeldías de Elena Garro

Hoy se publica en las páginas del suplemento El Cultural, de La Razón, mi ensayo "Últimas rebeldías de Elena Garro", sobre tres novelas de la autora mexicana publicadas en 1996: Primer amor, Un corazón en un bote de basura y Un traje rojo para un duelo. Aquí está el enlace.

miércoles, abril 13, 2016

La vida horrible

Publiqué este mes, en la revista Este País, un ensayo sobre la cuentística de José Emilio Pacheco, de título "La vida horrible". 


LA VIDA HORRIBLE


José Emilio Pacheco había pasado de la cincuentena y tenía ya en su lista de obras dos libros de cuentos cuando, en 1990, reunió entre las tapas de un nuevo volumen una diversidad de textos narrativos escritos entre 1956 y 1984 y que se habían publicado en revistas y suplementos aquí y allá. La sangre de Medusa y otros cuentos marginales resulta, como sería previsible y sin que haya en ello desdoro, más una antología personal de lo disperso, un tomo misceláneo salpicado de las muy heterogéneas inclinaciones temáticas y técnicas del escritor entre la adolescencia y la precoz madurez. El adjetivo “marginales” efectivamente delataría la posición de estas escritos ante las dos recopilaciones de cuentos ya editadas por Pacheco; frente a la selección depurada y unitaria que hay detrás de El viento distante (1963) y El principio del placer (1972), los textos de La sangre de Medusa habrían quedado inicialmente fuera acaso no —o no sólo— por un criterio insobornable de alta exigencia en la calidad, sino por parecer dispares o disonantes en una visión de conjunto. ¿Eso los hace menos parte de la obra de Pacheco? ¿Conllevan un signo de extranjería en el territorio literario del autor?
No ciertamente. Una de las derivas más relevantes en La sangre de Medusa luce una fuerte estela borgesiana que se manifiesta en reescrituras, parodias y pastiches de algunos hitos mayores de la tradición cultural de Occidente, y que estaría emparentada con generosos ejemplos en el corpus poético del autor, así como con la familiaridad exegética que se muestra en sus artículos literarios de la prensa. Una instancia de este perfil de escoliasta en La sangre de Medusa es “Gulliver en el país de los megáridos”, que se presume como un capítulo inédito de la obra clásica de Jonathan Swift y que originalmente apareció el 22 de noviembre de 1982, en las postrimerías del gobierno del presidente José López Portillo, en la revista Proceso.
Gulliver llega a la isla de Megaria. Su retrato del país imaginario involucra tácitas referencias al México de los años setenta. Con las sutiles armas del sobreentendido propias de la sátira swiftiana, Pacheco describe a su país al hablar de Megaria: una sociedad corrompida, con poderosos que gobiernan de forma despótica y habitantes que pasan de la agresividad a la cortesía súbitamente, así como un entorno aniquilado: “bosques enteros destruidos sin que se planten nuevos árboles, ríos agonizantes que arrastran toda clase de suciedades y desperdicios, campos fértiles transformados en basureros…” Con todo, el Gulliver de Pacheco no dramatiza los hechos que conducen a los megáridos a esta situación tan infortunada; más que un conflicto, el relato enumera una serie de circunstancias que ya están dadas. La destrucción de Megaria ya ha tenido lugar.
No es ese el único escrito de La sangre de Medusa en que Pacheco une su carácter de escoliasta a una prospección pesimista de la realidad mexicana. En “Un visionario”, pastiche de cariz periodístico, se habla del descubrimiento en Viterbo de grabados desconocidos de Giambattista Piranesi: “El inventor de laberintos, hipogeos, prisiones, murallas oníricas describe en estas imágenes de hace doscientos años nuestro presente”. Además de los cuadros infaustos de Venecia, Roma y París, Piranesi habría pintado escenas del México moderno, una “inmensa ruina de fealdad y desastre”.
Es natural ver en José Emilio Pacheco a un autor, tanto en la lírica como en la ficción, obsesionado con los recuentos de la decadencia y la ruina, una voz que, a la manera de Jeremías, se conduele de las calamidades y naufragios que han hundido los valores y las bellezas pretéritas. Ese temple vincula de forma enfática a La sangre de Medusa con el resto de su obra. En ocasiones, este ánimo se aprecia con un tenor agriamente humorístico, como en la minificción “La lechera”, en que retoma, transgrediéndolo, el molde añejo del cuento tradicional, para insertarlo en el contexto amenazado por la bomba atómica durante la Guerra Fría: “La lechera hacía proyectos mientras caminaba por la ciudad. De pronto ella, su jarra y sus ilusiones se volvieron añicos en la explosión nuclear”.
Nacido en 1939 en la ciudad de México, José Emilio Pacheco creció durante los años dorados del Milagro mexicano. El joven país salido de la gesta revolucionaria con un puñado de ideales de redención social entró desde la década de 1940 en una etapa de crecimiento económico y estabilidad política conseguidos gracias a la sustitución de importaciones, la represión y la cooptación, y a la que se le aparejó una corrupción desmedida, siempre impune, en los distintos espacios del gobierno. No deja de ser sintomático que muchos de los cuentos de Pacheco (sobre todo en El viento distante y el primer relato, homónimo, de El principio del placer) presentan, con ese trasfondo de una púber nación gradualmente despojada de sus sueños de igualdad y democracia, a niños o adolescentes en su camino hacia la adultez, y que este proceso conlleve el desengañado develamiento de la naturaleza malévola de los mayores. Estos niños son usualmente chicos sensibles y soñadores, cuya imaginación ha sido sostenida por historias de aventuras provenientes de la novela o del cine. La sociedad, no obstante, a través de unos pocos sucesos definitorios les opone facetas distinguidas por el prejuicio, la falsedad, el abuso, la hipocresía, el robo y la codicia, que hacen añicos, y ya sin retorno, los tenues pilares de ese reino primario de la infancia.
Lo que define a la adultez es una tara: la corrupción moral. Los padres, los tíos, los adultos en general, son tramposos, falaces, egoístas, en una sociedad regida por políticos que se enriquecen insaciablemente de la noche a la mañana, lo que dibuja un vínculo acusatorio entre la venalidad de los poderosos y la comunidad que los tolera y consiente. En “Langerhaus” (El principio del placer), el narrador, Gerardo, cuenta cómo uno de sus compañeros de tiempos escolares ha sido nombrado subsecretario. Durante una cena para festejar el nuevo cargo, Morales “se muestra sencillo y cordial con un grupo útil para sus ambiciones. Lo elogiamos sin recato como si nos hubiéramos puesto de acuerdo”. Poco antes, Gerardo ha consignado cómo “la gente de mi edad llega al poder como una concesión a esa juventud que se rebeló en 1968 y a la que no pertenecemos. Es decir, escala posiciones sobre los muertos del 2 de octubre en Tlatelolco”. Aunque ya un adulto, él comparte la perspectiva de los niños: no puede dejar de referir con crudeza y desazón el actuar ajeno tanto como el propio cuando este se aparta de lo justo.
Ya sea en tercera, segunda o primera persona, la escritura con la que se despliega esta visión ética en los cuentos de Pacheco es una prosa limpia y cristalina, destilada a partir de una búsqueda severa de la precisión y la contención. En “El principio del placer”, el protagonista, Jorge, lleva un diario en que narra su vida en el puerto de Veracruz y su enamoramiento de una chica pocos años mayor que él. Su cuaderno muestra una sencillez confesional, sin arrebatos. Y es en este diáfano río verbal donde se insertan las voces toscas de la madurez. El caso más agresivo es el de un anónimo que llega a la casa familiar alertando sobre la libertina conducta del hijo, que seguiría los pasos del promiscuo padre. Los diálogos tienen también una tonalidad contrastiva, no exenta de crispación: “tu error fue tratar a Ana Luisa como una muchacha decente y no como lo que es”, le dice a Jorge la novia de un ordenanza de su padre. “Te lo digo con todas sus letras: una putita que se acuesta con viejos repugnantes para sacarles dinero. La culpa es del borracho de su padre, un huevón al que no le gusta trabajar, y de la madrota que vive de conseguirle clientes a tu noviecita”. En general, la cuentística de Pacheco congrega una variedad verbal en la que diversos depósitos sociales del lenguaje —el habla viva de la calle o la radio, las formas a menudo mendaces del periodismo, por ejemplo— exhiben la tensión entre la limpidez y la suciedad moral o, con mayor enrarecimiento, las turbias danzas entre la verdad, la sospecha, la insidia y la mentira.
Así como ocurre con el protagonista de la novela corta Las batallas en el desierto, la discrepancia entre lo ideal y lo real conduce a los niños y adolescentes al abatimiento de la neurosis. “La vida de todo el mundo siempre es horrible”, concluye Jorge en un punto de “El principio del placer”. Parecería no haber asegunes para tan desconsolado dictamen. El viento distante incluye una colección de microrrelatos titulada “Parque de diversiones”. En una de ellas, se habla de una estación de ferrocarril a la que llegan muchos niños. Ellos suben al tren, se sobresaltan cuando el vagón arranca: “Luego miran con júbilo a los bosques, la maleza, la cadena de lagos, las montañas, los túneles. Lo único singular es que este tren nunca regresa. Y cuando lo hace los niños son ya adultos y están llenos de miedo y resentimiento”. Aquí, en una nuez, se encuentra condensado el conflicto dramático elemental de la prosa de ficción en Pacheco: el paso del júbilo a la decepción que significa llegar a la adultez. Y, quizá exagero, también está ahí la explicación de por qué el autor no acometió después de Morirás lejos, El principio del placer y Las batallas en el desierto una empresa narrativa de otras extensiones y pluralidad de ámbitos: el pesimismo —como el que se ratifica en numerosos de sus textos— es tajante; no admite peros ni matices. Esta percepción por entero fatalista de lo que entraña ser adulto habría anulado la contingencia, la incertidumbre, la particularidad no determinista de la novela moderna, que requiere, sabemos, de tensión, conflicto, posibilidades contrapuestas en los destinos humanos. Pacheco, pienso, fue congruente con esta visión sin tonalidades de una sociedad y un país en irremisible caída hacia la podredumbre moral: ¿qué más se puede fabular de la devastada Megaria que conoce Gulliver y de la que con tantas dificultades logra huir? El casi total silencio de Pacheco en la ficción breve coincide con la traición final de los ideales de la Revolución mexicana: la última franja del siglo xx y los comienzos del xxi, las décadas terminales de la dictablanda priista y la desilusionada transición de los gobiernos del Partido Acción Nacional. Hasta podríamos elucubrar una suspicaz coincidencia en el hecho de que su fallecimiento, ocurrido en enero de 2014, se haya dado poco después de que el Partido Revolucionario Institucional regresó al poder de la presidencia. La intuición de fondo sería: ¿para qué narrar los conflictos humanos en un país como este si en todas las instancias nos espera la amargura del fracaso?
Pero hay otra cosa. A diferencia de la dañada adultez, la infancia en Pacheco supondría una mayor abundancia de tonos y ánimos. Por lo menos, me interesa destacar el hecho de que el punto original desde el que arranca la pauta de desilusión en estos chicos no necesariamente tiene que ver con la pureza. Quiero decir: ellos —son varones casi siempre— traen en la cabeza una futura existencia donde la valentía y el amor los definiría; pero en su vivir diario pueden dejarse llevar por la trasgresión. Jorge, en “El principio del placer”, no tiene reparos en falsear los hechos cuando así lo requiere. Luego de pelearse con un compañero de la escuela que se burlaba de que anduviera con una muchacha “que se acuesta con todo el mundo”, él acepta que en su casa tuvo que mentir: “dije que peleé porque criticaron a mi padre debido al asunto de la presa”.
No sería sabio así llegar a la conclusión de que los niños de Pacheco son inocentes o puros. Ocurre más bien que su imaginario está nutrido por las historias tópicas de audacia y heroísmo que las sociedades humanas han moldeado para exaltar las mentes más impresionables y así encubrir las propias vilezas de la comunidad; se trata de un idealismo impuesto por el entorno, no de una inclinación natural de la especie (¿qué sería lo natural a fin de cuentas?). En “El parque hondo” (El viento distante), un niño es enviado con el veterinario a entregar para su sacrificio a una gata moribunda, la mascota adorada de su represiva tía. En el camino, sin embargo, acepta junto con su amigo matar a la gata y gastar en el cine el dinero. Otro ejemplo es Adelina, protagonista de “La reina” (del mismo libro), una adolescente enojada debido a que su mayor rival está por ser coronada reina del carnaval de Veracruz. La narración deja ver a una jovencita lacerada por la envidia y el despecho, a quien delata la discordancia entre las melosas cartas que dirige al muchacho de quien está enamorada y la violenta dicción con que habla a su hermano. En este sentido, es más adecuado hablar no de la “pérdida de la inocencia” sino del “descubrimiento de la propia corrupción” en los niños y adolescentes de Pacheco. La diferencia se halla en que, por lo menos, estos personajes no esconden hipócritamente sus taras; conocen y se dejan llevar, sin pudor, por el resentimiento, la ira y el miedo.
Conviene no olvidar que el título de uno de los relatos más notables de Pacheco es el ya citado “El principio del placer”. Hay aquí, por supuesto, un filón irónico, pues la narración de Jorge exhibe muy poco gozo por su desaliento ante lo imperfecto de la humanidad. Pero si leemos el título literalmente veríamos la historia futura de Jorge: la adolescencia como el inicio de la única existencia real, una en que se vive, e incluso se conoce el placer de vivir en un mundo incierto y perverso, dominado no por la oscuridad total de una vida “horrible” sino por el claroscuro, el azar, el ir y venir de la dicha y el sufrimiento. Esta sería la contracara del orbe ficcional de Pacheco, los otros libros posibles de sus personajes, “lo que no está escrito, lo que no se dice”, como se lee en su último cuento, “La niña de Mixcoac”.

miércoles, marzo 30, 2016

Diles que no me filmen


El próximo lunes 4, a las 6:30 pm, estaré en el Centro Cultural Elena Garro, de Educal, en la Ciudad de México, para charlar sobre una adaptación cinematográfica de Pedro Páramo.

Elena Garro, la sublevada


Ya están a la venta en México los Cuentos completos de la grandiosa escritora Elena Garro, cuyo centenario se ha de conmemorar en diciembre próximo. El sello que edita es Alfaguara. El prólogo es mío.

domingo, marzo 27, 2016

Los pasos perdidos de Salvador Elizondo

El suplemento Confabulario, del periódico El Universal, publicó hoy un mi ensayo titulado "Los pasos perdidos de Salvador Elizondo". Este es el enlace.

domingo, marzo 20, 2016

¿Y cómo se vive mejor que sublevado?

La revista Horizontal publicó hace dos días mi ensayo «¿Y cómo se vive mejor que sublevado?», sobre los temas del poder y la migración en el segundo libro de ficción breve de Elena Garro: Andamos huyendo Lola.

viernes, marzo 18, 2016

Saga del héroe nervioso

Allá por el 2007 publiqué en la revista Nexos este ensayo sobre la obra de Sergio Pitol. Lo recupero hoy en el cumpleaños de este autor mexicano. 

SAGA DEL HÉROE NERVIOSO


En el principio fue el narrar. Desde el origen de la historia predomina el relato sobre la reflexión. Primero fue Homero y después Sócrates. Y tan es así que Dios, uno de los más antiguos narradores fantásticos, autor del Génesis —entre otros títulos—, antecede a los primeros críticos y ensayistas: Job, Isaías, Qohélet.
Milenios después, en la obra de Sergio Pitol al principio fue también el relato. Él mismo ha referido la fábula de su formación literaria. Salvo por algunos ensayos sobre literatura, las décadas de los sesenta y setenta disciernen en su trayectoria el predominio de la ficción con varios tomos de cuento y una novela: El tañido de una flauta. Los ochenta fueron los más prolíficos de su narrativa. En 1981, ya casi al doblar el medio siglo de su vida, publicó Nocturno de Bujara, una colección de cuatro relatos excelentes después reeditada como Vals de Mefisto, a la que siguieron Juegos florales, El desfile del amor y Domar a la divina garza. Estos cuatro títulos habrían bastado para darle un sitio irrefutable en la literatura mexicana. Sin embargo, el lector asiduo de Pitol tiende a considerar que su mejor escritura está en el Tríptico Tardío, que se abrió en 1996 con El arte de la fuga, y que conformarían también el breve y delicioso El viaje y El mago de Viena, publicado en 2006.
El lugar común habla de la mixtura de los géneros como el sello de esos tres libros de Pitol. Con todo, aclárese que en varios de los títulos anteriores a El arte de la fuga la escritura o —dicho con un cariz más amplio— la creación constituía el tema central y aceptaba diferentes perspectivas y tratamientos. Pienso no obstante que la virtud del Tríptico Tardío consiste en el hecho de que Pitol se convirtió en esas páginas en el personaje principal, en el héroe nervioso y obsesivo de sí mismo.
Sergio Pitol, por supuesto, no ha sido el primero en mezclar géneros. No sería desmedido afirmar que una costumbre de nuestra época consiste en aplaudir sin reserva las obras en las que las fronteras entre los géneros literarios se han perdido o por lo menos difuminado. No es infrecuente detectar a lectores boquiabiertos ante libros misceláneos, en los cuales uno tropieza, muy gozosamente, con la promiscuidad de apuntes de viaje, narraciones autobiográficas, reflexiones, ensayos, citas, máximas, crónicas, entradas de diario, etcétera. Esos tomos híbridos para nada podrían ser argumentados como una exclusividad de nuestros años posmodernos. El siglo XVIII y el XIX ofrecen algunos ejemplos de prosas hesitantes y multiformes, como el Viaje sentimental de Sterne, Jacques el fatalista de Diderot, Suspiria de profundis de De Quincey, el Viaje alrededor de mi cuarto de Xavier de Maistre o los Viajes por mi tierra del lusitano Almeida Garrett.
Este tipo de obras son aún, sin duda, una excepción. Pues en la actualidad se siguen escribiendo y publicando numerosas novelas que son prístina y decimonónicamente novelas, y ensayos que son argumentaciones bien escritas, bien pensadas y ya. Los ejemplos azarosos de libros híbridos despiertan nuestra admiración y gusto no sólo, cuando es el caso, por su gran calidad literaria sino también porque destacan solitariamente ante la multitud de ensayos y novelas convencionales que, incluso si se trata, en instancias fortuitas, de obras maestras, no concitan un tono trasgresor y sorprendido del aplauso.
Habría que ir más allá: no sólo referir el fenómeno sino hurgar en el porqué de esta inveterada dislocación genérica. Diríase primero: en cuanto linderos, los géneros literarios reconfortan. Dan certidumbre, identifican retóricamente un objetivo, un planteamiento, una oferta social de lectura. Y si los géneros literarios —dicho laxamente— son la expresión política de una época, en la modernidad no habría nada más político y nada más epocal que la novela, el género que vuelve placer la introspección, seducción la crítica, alucinación la necesidad de subversión a través de la escritura. Ha sido además la novela un género voraz y abierto: pues habría de mencionarse que, de la misma forma como se ha apropiado de recursos o pautas del cine o de la música, o de acercamientos del psicoanálisis y el mito, el género de Cervantes ha dado cabida también a una vena ensayística. Autores diversos han convertido sus novelas en foros de discusión de temas de casi todo tipo —estéticos, sociales, filosóficos, políticos—, desde Voltaire, en su faceta de autor de nouvelles, Dostoievsky y Proust hasta Thomas Mann, J.M. Coetzee y Ricardo Piglia. Uno podría muy bien preguntarse: si la novela en su trama admite argumentos y reflexiones, ¿cuál es la necesidad del novelista de saltar de la narrativa a los tomos de ensayo? ¿Es que realmente hay cosas que sólo el ensayo —y no la novela— puede hacer?
Una respuesta posible: el ensayo es también un género invasor y pantagruélico. A diferencia del contrato de lectura propuesto por el narrador y sustentado en la suspensión del juicio, el ensayo, aún sabiéndose o intuyéndose forma antes que idea, precisa de una pátina de respetabilidad que ha venido obteniendo por la presunción de la sustancia. Es decir, las ideas, en un connubio necesarísimo y polémico con el yo. Porque desde los tiempos novicios del género, en el siglo XVI, estas ideas —humanizadas por el yo, agente de la limitación y el charme— han carecido de la profundidad y el hieratismo del tratado y han consistido en argumentaciones sólo posibles.


Bien habría Pitol conocido este fenómeno para discernir al ensayo no sólo como idea. Al dar el salto final de la novela al Tríptico Tardío, tuvo claro que el ensayista puede construir su argumentación a la manera como el narrador cimienta sus ficciones. Sólo que, en vez de edificar un mundo de lógicas ficticias paralelas, el ensayista —pienso en Calasso y en Magris— despliega su ficción argumentativa con base en relaciones incomprobables pero verosímiles entre hechos, conceptos, reflexiones, citas textuales, apuntes cronísticos, datos históricos o tomados de la ciencia, el rumor, la experiencia, la estadística, o sea, cualquier tipo de prueba que pueda ser llamada a participar en la construcción híbrida de un argumento; esto es, de una ficción no del todo cierta pero con un aire de convincente, ya que no de irrefutable.
Añádase la apreciación de que estas prosas mixtas responden a una coyuntura: el escritor no tiene manera de hablar hoy en nombre de una colectividad. Incluso, el surgimiento a fines del siglo XX de obras como las de Sebald o Vila-Matas, de Javier Marías o Kertész, afianza una forma literaria del síndrome de Stirner: una época de individualidad extrema en la que únicamente queda escribir, con el pleno ejemplo de ironía de Laurence Sterne, sobre la circunstancia mínima e inalienable de cada autor.
De este modo, el Museo de la novela de la Eterna de Macedonio Fernández, los Diarios de Witold Gombrowicz, La tumba sin sosiego de Connolly, las Prosas apátridas de Ribeyro, Simiente de Esther Seligson o La invención de la soledad de Paul Auster, o en general varios textos inclasificables, algunos de ellos revindicados por la novela, podrían indicarnos que estamos ante un episodio distinto del género ensayístico en su evolución: su voracidad, instigada por un yo expansivo, le permite invadir los linderos de la ficción o en general apropiarse sin pudor ni desdoro de recursos de la narrativa.
Esta voracidad sería uno de los caminos posibles al ensayista no-filósofo, al académico imposible y tránsfuga, al disertador inexacto. La antinomia hodierna del tratado: el ensayo como ficción. El ensayista como héroe de sí mismo. Como muy oportunamente lo refrendan los textos de Ícaro, la antología recién publicada por la editorial mexicana Almadía, Pitol puso frente al lector su propia individualidad —memoria, creación, criterio— como tema de su escritura y, a la par de prosistas anteriores y coetáneos, anuló el debate de la agrimensura genérica. Su obra, del relato al ensayo, da un testimonio de su existencia y sus oníricas relaciones con la realidad, de la cual la misma literatura es un elemento medular. «Abolido el entorno mundano que durante varias décadas circundó mi vida, desaparecidos de mi visión los escenarios y los personajes que por años me sugirieron el elenco que puebla mis novelas, me vi obligado a transformarme yo mismo en un personaje casi único, lo que tuvo mucho de placentero pero también de perturbador», se lee en El mago de Viena sobre la génesis de El arte de la fuga.

Veamos: sus viajes y estancias en Varsovia, en Roma con las hermanas Zambrano, en la Moscú de Brezhnev, en Barcelona a fines de los sesenta, en Praga antes de la caída del Muro; sus tics y manías de diplomático, su oído sordo, la hipnosis y la muerte temprana de sus padres. Sus amistades literarias, tan venturosas e iluminadoras. Sus lecturas de Joseph Conrad, Gógol, Kusniewicz, Tsvietáieva, muchos más. Resultado: distintos temas y géneros al servicio de una escritura multiforme y hospitalaria. En síntesis: Pitol —nervioso, viajero, melancólico y políglota— es no sólo el personaje emblemático de su obra sino uno de los más entrañables de la literatura actual en lengua española.

miércoles, marzo 16, 2016

Fragmentos de una novela corta

El suplemento Confabulario, del periódico El Universal, publicó el domingo 13 un puñado de fragmentos de mi novela corta inédita No nos vamos a morir mañana. Aquí está el enlace.

domingo, febrero 28, 2016

Una respuesta

Publiqué el 17 de febrero pasado un ensayo de título "Esto es lo que (no) hay: la literatura en el México del 2016", en la revista virtual Horizontal. En el sitio web de la revista Letras Libres, el profesor y escritor Jorge Téllez hizo aparecer, el pasado día 25, un texto, "Stendhal en el parque", en que aborda algunos de los asuntos tratados por mí en aquel ensayo. Me pareció necesario escribir los siguientes comentarios:

El texto de Jorge Téllez incluye tergiversaciones y simplificaciones de lo que yo he escrito. Él afirma que, para resolver el problema de la ausencia de disenso en la literatura mexicana, propongo en “Esto es lo que (no) hay” el nacimiento de un Instituto del Libro. Falso. Lo que sí dije es que un Instituto de Libro sería el mecanismo adecuado para hacer resurgir —no la crítica— la industria editorial mexicana. ¿Por qué la confusión? Me temo que Téllez ve más fácil refutar a un colega caricaturizando sus argumentos.
Lo mismo ocurre en su muy veloz comentario de mi texto “Escribir esta historia es imposible”, sobre los dos libros recientes de cuentos de Gabriel Wolfson, Profesores y Be y Pies. Téllez omite sospesar mi reflexión sobre las condiciones en que se gestaría una ficción con esas características, y las repercusiones políticas que habría de tener; todo lo explica, en cambio, con base en un supuesto prejuicio ante el académico que no sale al parque. Téllez se apresura: antes de juzgar, es necesario analizar los decires ajenos. De fondo hay en este reparo suyo, sospecho, la idea de que la creación contemporánea sólo puede ser desmenuzada de una estricta forma, con unos lentes que, por lo que leo, él supone sólo se entregan en la academia. Pienso en la crítica como un diálogo más amplio y más libre, donde no se requieren doctorados sino argumentos.
El tenor principal de la respuesta de Téllez es la reivindicación de las labores académicas. Para él, si no lo leí con el apresuramiento que él mismo se permite, la reseña ha desaparecido en México porque ha cedido su lugar a los estudios y monografías que salen de los cubículos. Hay dos errores aquí. Uno es: desde hace muchas décadas existen estudios académicos en México; convivieron, de hecho, con el periodismo literario. Lo que sí es innegable es que, mientras la academia en México sigue recibiendo subsidios para fomentar investigaciones como las que Téllez cita, y muchas más, y mientras numerosos mexicanos han podido realizar su carrera y su obra, con merecidos apoyos, en universidades de Estados Unidos, la reseña no ha contado con la misma suerte. Que Téllez se permita la impresionista afirmación de que en mi ensayo hay una “nostalgia” por un mundo perdido, le sirve para validar el actual estado de cosas y no adentrarse, libre de prejuicios, en la exploración del fenómeno. Así, evita enfrentar lo que al fin señalo en “Esto es lo que (no) hay”: que la muerte de la reseña tiene en México causas sistémicas (el mecenazgo y la concentración editorial) y consecuencias sociales y políticas (el nulo diálogo en torno de los libros en la vida del ciudadano de a pie), y que hay una relación entre una comunidad cultural que no discute públicamente sus libros y la dificultad de nuestra sociedad para enfrentar con mayor énfasis crítico la deriva de corrupción y violencia en que se halla el país. ¿Por qué Téllez elude estos temas?
Jorge Téllez también se equivoca en otro aspecto: la reseña y el paper nunca han tenido la misma función. Es ilusorio buscar aquí una dicotomía: no es que los reseñistas de hace cuarenta años sean los profesores de 2016; no es que, si hay academia, no puede haber periodismo literario. Investigación y divulgación se necesitan una a la otra. Porque lo que tenemos ahora es la pérdida de espacios para la difusión y el diálogo libresco en la esfera pública. De hecho, la producción académica conoce la misma suerte de mucha de la literatura mexicana: su escasa o nula circulación fuera del ámbito propio da lugar a que lo verdaderamente valioso de sí difícilmente alcance una repercusión social. Esto se debe, creo, no a una conjura de escritores prejuiciosos contra el medio universitario, sino a un problema estructural que define la ordalía de la cultura de hoy en México, y en lo que nunca será innecesario insistir: tanto el desastre educativo, la falta de librerías y el desabastecimiento de las bibliotecas públicas, como la disposición de un estado mecenas a subsidiar la creación mas no la crítica y los requerimientos de validación universitaria —los de Conacyt en México— que desestimulan la participación de los investigadores en labores de divulgación.
Llama la atención que si Téllez tan económicamente despide a la reseña actual como “impresionista”, “conservadora” o “ambas cosas”, no tenga el mismo ánimo exigente con la producción académica. Cualquier diría, luego de leer su texto, que en ese espacio no hay la menor mediocridad ni complacencia, y que, por citar ejemplos, Liliana Weinberg e Ignacio Sánchez Prado, dos pensadores de lo más lúcidos, son la norma y no, lamentablemente, las excepciones en un panorama, por lo menos en lo que respecta al entorno mexicano, donde no están ausentes las mafias, los plagios y el adocenamiento intelectual.
El camino que toma Téllez es lo menos crítico que hay: la propaganda. Su operación de soltar nombres y acomodar links de ejemplos de trabajo académico actual es un ejercicio de relaciones públicas, pues lo lleva a obviar la exigencia de ofrecer argumentos que sostengan sus elogios. No da más pruebas que sus dichos: la enumeración entusiasta de investigadores y proyectos suple la revisión puntual de cada uno, tarea que, ya entrados en esto, podría él mismo emprender quincenalmente en su bitácora. El trabajo de Oswaldo Zavala, de Tumbona o de Sur + saldría ganando si, más que blurbs apresurados que a muy poco comprometen, recibieran un examen más detenido. El crítico, sea del gremio que sea, nunca debe volverse un publicista; por más encomiables que nos parezcan, y sean, las intenciones de una editorial independiente o un proyecto de investigación, la mayor muestra de respeto que les debemos es, siempre, leerlos con distancia y rigor, sin condescendientes palmaditas en la espalda.
Curiosa forma de refutar mi ensayo la que encuentra Téllez: dándome la razón. En mi ensayo señalo esa camaradería, ese campamento de boy scouts en que se ha convertido el medio literario de México; Téllez me hace creer que esa misma camaradería sonriente parece estar campeando en las parcelas de la academia por las que él transita.

lunes, febrero 22, 2016

Escribir esta historia es imposible

La revista Letras Libres publica este mes un mi texto crítico sobre dos libros de relatos de Gabriel Wolfson: Be y Pies y Profesores. El enlace está aquí.

miércoles, febrero 17, 2016

Esto es lo que (no) hay

La revista Horizontal publica hoy mi ensayo «Esto es lo que (no) hay», sobre la situación social de la literatura en el México del 2016. La liga es esta.

martes, febrero 16, 2016

A 80 años del estallido de la Guerra Civil, un acercamiento a lo mejor de la literatura española, en la Feria de Minería

La Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería está por empezar. Por cuarto año, la Feria organiza el ciclo Los Críticos Recomiendan, en que un grupo de especialistas de la disciplina literaria dialogan con los asistentes sobre qué leer y por qué. Este año, el tema del ciclo es la literatura de España, con motivo de los 80 años del inicio de la Guerra Civil.

Las mesas son las siguientes:

VIERNES 19 DE FEBRERO DE 17:00 A 17:45 HRS. 
Mesa redonda: Qué leer sobre la Guerra Civil Española. Participan: Vicente Alfonso, Armando González Torres, Guillermo Vega Zaragoza.  AUDITORIO SEIS.

DOMINGO 21 DE FEBRERO DE 16:00 A 17:30 HRS. 
Mesa redonda: Obras de las escritoras españolas más destacadas. Participan: Alma Delia Miranda Aguilar, Iliana Olmedo, Ingrid Solana. SALÓN MANUEL TOLSÁ.

VIERNES 26 DE FEBRERO 17:00 A 18:30 HRS.  
Mesa redonda: Poesía española del siglo XX: sus libros más importantes. Participan: Juan Pablo Muñoz Covarrubias, Fernando Fernández, Francisco Meza Sánchez. AUDITORIO CINCO.

SÁBADO 27 DE FEBRERO DE 16:00 A 16:45 HRS.  Mesa redonda: Obras notables de los autores del Exilio Español.  Participan: Lourdes Franco e Iliana OlmedoSALÓN EL CABALLITO.

DOMINGO 28 DE FEBRERO DE 17:00 A 18:30 HRS. Mesa redonda: Grandes obras de ficción de España después de la Guerra Civil. Participan: Hugo Enrique del Castillo, Blanca Estela Treviño y José María Villarías. SALÓN MANUEL TOLSÁ.

sábado, febrero 06, 2016

El arte soy yo

Hoy se publica mi ensayo "El arte soy yo: Juan Vicente Melo y la disolución", en el suplemento El Cultural. El próximo día 9 se cumplirán 20 años de la muerte del autor de La obediencia nocturna. Aquí está el enlace.

miércoles, enero 20, 2016

La pérdida de los hijos

La poeta Karen Villeda ha escrito un texto crítico de mi novela Cualquier cadáver para la revista Nexos. El texto se puede leer aquí.

domingo, enero 10, 2016

Los rostros de la intemperie

Escribí un ensayo sobre la obra cuentística de Elena Poniatowska. Se publica hoy en el suplemento Confabulario, del periódico El Universal. El enlace está aquí mero.