El Géminis, según me ha sido dicho, tiene una relación muy superficial con su pasado. A diferencia del Cáncer o el Escorpión, resultamente escasamente rencoroso. La superstición racionalista descarta la profundidad con la que la astrología se ha dedicado por siglos y siglos y siglos al estudio de la personalidad. Yo, apenas aprendiz, me quedo perplejo ante la congruencia con que mi carta astral me ha retratado. Sobra decir que en ese punto que menciono líneas arriba, soy bastante leal a los rasgos de mi signo: así, por olvidar los hechos, parecía que perdonaba, cuando sólo me era natural intuir que el pasado es un país extranjero donde uno quizá sólo estuvo de turista, distraído, apresurado detrás de una quimera de futuro que hoy, a punto de cumplir los 33, se ha esfumado finalmente. Poco a poco he ido asumiendo este aprendizaje, su necesidad, la defensa que el rencor me otorga: los enemigos, siempre han de estar ahí aunque sean tan rutinarios, tan sórdidos, tan pueriles como uno mismo.