El suplemento Laberinto, del periódico Milenio, publica hoy mi relato «Claire en enero», en un número dedicado a conmemorar los 150 años de Anton Chéjov.
Aquí un párrafo:
Ella creía al principio andar con un tipo de gran inteligencia. Parecía deslumbrarse ante los temas sobre los que el hombre fácil, narcisistamente disertaba, y en ocasiones lo interrumpía, mientras él hablaba y hablaba, para darle un beso. Y añadía: «Sigue, ándale, guapo...» Tenía una mirada traviesa que podía pasar de la ternura a la lascivia, y su piel era la de quien habría vivido la infancia en un puerto, corriendo entre los pescadores mientras el sol aceptaba capitular más allá del horizonte. Muchos rasgos suyos le parecían al hombre atributos de una muchacha marina, lamida en su piel por un sol lúbrico a ratos y luego bienhechor, una joven de carisma solar que podía también lanzarse, velozmente, a un estado de volcánica impaciencia. A raíz de cosas nimias llegaba a encabronarse y mandaba por un tubo al hesitante. Lo cortaba en seco: «Ya, ¿no? Párale…»