jueves, octubre 27, 2011

Enrique Romo

Acaba de morir un generoso y emprendedor funcionario de la cultura: Enrique Romo, quien fue director del Programa Tierra Adentro entre 2001 y 2006. Enrique tenía un gran interés en la producción literaria de las nuevas generaciones. Lo conocí cuando mi libro El biógrafo de su lector obtuvo el Premio José Vasconcelos, premio creado y organizado por él y su equipo. Tierra Adentro programaba cada año un encuentro de autores jóvenes en Ciudad Juárez. Fui invitado a participar en uno luego de que se publicó mi libro. A partir de esa experiencia, y viendo que poetas y narradores tomaban con numerosa frivolidad la discusión literaria (tal fue mi percepción), junto con Carlos Oliva le propuse a Enrique concretar un encuentro de ensayistas. Enrique apreció la idea, la llevó a la práctica y el encuentro ha seguido realizándose, cada año en una ciudad diferente. Lo anterior para decir que Enrique no sólo tenía un plan propio de trabajo, sino que además era una funcionario abierto a las palabras de los otros, por más bisoños que fueran. Cito aquí lo escrito por la poeta María Rivera en su muro de Facebook, para recordar a Enrique:

Fue Enrique quien le dio al Premio Elías Nandino la verdadera dimensión de premio nacional, consideró que los libros debían reeditarse, presentarse en todo el país, reunir a los escritores en encuentros, hacer mesas polémicas, crear otros premios. Era un buen funcionario porque tenía también tolerancia a la crítica. Lo conocí enviándole una carta donde me quejaba de ya no me acuerdo qué. Me escuchó y corrigió lo que consideró pertinente. Nunca tomó como personal las críticas y si encontraba un escritor belicoso y crítico rápidamente lo incorporaba a la discusión. Fue así como nos conocimos Heriberto Yépez, Luis Vicente de Aguinaga, José Israel Carranza, Vivian Abenshushan, Carmen Galán Benítez, entre otros. Participó con los jóvenes más como un amigo que como un funcionario inepto e ignorante. Charlábamos de poesía y puedo decir que a Enrique Romo le interesaban sinceramente los libros de los jóvenes: le entusiasmaban, los defendía y los críticaba. Hizo muy buenos números de la Revista. Gracias a los encuentros que organizaba fui a Creel cuando este país no era un baño de sangre y sus carreteras eran transitables... aunque el huevo de la violencia estallaba en cualquier plato. Por supuesto que todo esto lo hizo Enrique con Epigmenio León. Eran una dupla que funcionaba muy bien. Lo guardaré en mi memoria sonriente y siempre dispuesto para el trabajo, es decir, echar para delante, como se dice a los jóvenes. Gracias Enrique.