Nadie camina por estos pedregales. Algunas alimañas de piel terrosa corren, se esconden del sol atronador en agujeros, buscan algún jugo en cualquier raíz perseverante, vomitan plastas pegajosas, desaparecen. Aunque no es sólo tierra aquí, este mundo. Hay bloques de concreto, fueron paredes, fueron muros de edificios erguidos y tan bulliciosos siglos atrás, cuando hacia delante estaba fijo todo el presente, tan sustentado en las confianzas de quienes asumían el mañana una cerca siempre amable que se vence sin retraso. Hay restos de columnas, tienen los contornos desgastados, dejan que el viento las escarapele y haga transitar sus partículas de concreto y mezcla vieja por los aires como un regalo vencido; he aquí la piedra plural como una fila de cadáveres amputados.