CXIII
Falso que vivamos
de nuevo nuestra infancia en la infancia de nuestros hijos. Al ver la pena, el
desconcierto y la frustración que les provoca el aprendizaje del vivir, nos
sentimos aliviados de que la adultez, con todo y su mezquindad y cinismo, signifique
ser menos vulnerables —aunque eso no signifique que hayamos aprendido a lidiar
con el vivir.