martes, noviembre 30, 2010

Se acaba la gira

Este jueves 2, a las 7 pm, se presenta mi libro de cuentos Habla de lo que sabes en Mérida, Yucatán, con los comentarios de Karla Marrufo y Roberto Azcorra Cámara. Esto será en la Biblioteca Básica de Yucatán, en la Avenida Colón por calle 30 número 207, en la colonia García Ginerés. Ya con esto cierra la Gira 2010. Y, mientras, la novela espera su salida a la imprenta...

lunes, noviembre 29, 2010

Los libros de aquel lado

Mi adorada amiga Daphne fue mi hermana mayor en una vida previa. En ésta, ella nació bajo el signo de Escorpio. Lo cual significa que no está acostumbrada a decir mentiras, y menos a sus amigos. Dicho lo anterior, dejo este enlace de su blog La vida de este lado.

sábado, noviembre 27, 2010

viernes, noviembre 26, 2010

LVII

Muy cómoda es para el cínico nuestra época: tampoco él busca —ni admite— respuestas.

jueves, noviembre 25, 2010

LVI

Cierto: no se puede escribir como si Chéjov no hubiera escrito. Pero tampoco se trata de Sólo Escribir Como Chéjov. El discípulo se convierte en artista cuando vence el miedo.

miércoles, noviembre 24, 2010

LV

Multiplicándose por sí mismo, y sin nada que se le oponga, lo inocuo se vuelve inicuo.

martes, noviembre 23, 2010

lunes, noviembre 22, 2010

Todo aquí es polvo, en Bruguera

El libro de memorias de Esther Seligson, Todo aquí es polvo, acaba de ser publicado por la Editorial Bruguera. Ya se encuentra en librerías.


Todo aquí es polvo es el último libro escrito por Esther Seligson. Originalmente pensada como una novela, esta obra terminó viéndose invadida y dominada por la evocación autobiográfica. De los tiempos de infancia en la ciudad de México de los cuarenta y cincuenta, a los últimos años, vividos en un peregrinar de Lisboa a Jerusalem y de vuelta a su tierra nativa, la autora entrega en estas páginas inolvidables una emotiva narración en que aparecen los perfiles de los padres, judíos emigrados a México, la hermana, las parejas amorosas, los hijos y una azarosa galería de amistades y compañeros de viaje.
Esther Seligson escribió novela, cuento, poesía y ensayo. En Todo aquí es polvo, la escritora mexicana conjuga magistralmente todos sus saberes literarios: la frase de gran riqueza sensorial, la reflexión personalísima de cariz ensayístico, el toque humorístico e irónico de los incidentes, la complejidad dramática y humana de cada personaje. Estamos, pues, ante el milagro literario de una escritura absoluta que, con ejemplar sabiduría, vuelve al lector un cómplice en lo que termina revelándose como una entrañable expedición a la memoria.

Esther Seligson nació en la ciudad de México en 1941. Residió en París, Madrid, Bruselas, el sur de la India, Lisboa y Jerusalén. Estudió letras hispánicas y literatura francesa en la UNAM. Fue becaria del Centro Mexicano de Escritores (1969-1970) y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (2006-2009). Reunió una selección de sus textos ensayísticos, sobre literatura, teatro y pensamiento, en A campo traviesa (2005), otra de su narrativa breve en Toda la luz (2006) y una más de su obra poética, con el título de Negro es su rostro. Simiente (2010), los tres publicados por el FCE. Es autora también de las novelas Otros son los sueños (1973, Premio Xavier Villaurrutia) y La morada en el tiempo (1981, reeditada en 1992 y 2004). Obtuvo el Premio Magda Donato por el libro de relatos Luz de dos (1978). Recopiló sus textos de crítica teatral en Para vivir el teatro (2008). Su último título editado en vida fue el volumen de relatos Cicatrices (2009). Entre muchos otros autores, tradujo a Emmanuel Levinas, E.M. Cioran y Edmond Jabès. Fue maestra en el Centro Universitario de Teatro de la UNAM desde su fundación. Falleció en la ciudad de México el 8 de febrero de 2010, pocas semanas después de poner punto final a su libro de memorias.

LIII

Rencor que se avergüenza de decir su nombre, la gratitud es la forma de perdonar, a quien nos lo hizo, un favor.

domingo, noviembre 21, 2010

LII

No se repruebe la frivolidad de los intelectuales en nuestra época: si no pueden cambiar el mundo, que escriban para cambiar de marca de zapatos.

sábado, noviembre 20, 2010

LI

Matrimonio: rito de pasaje por el que un individuo pide ya no ser manipulado por varias personas para entregar así el monopolio a una sola.

viernes, noviembre 19, 2010

martes, noviembre 16, 2010

XLVII

Aforista: delincuente que, disfrazado de fiscal, finge colocar al género humano en el banquillo de los acusados en que secretamente pasa condena sobre sí mismo.

lunes, noviembre 15, 2010

XLVI

Escéptico: persona que duda de todo para descalificar lo que no comprende.

domingo, noviembre 14, 2010

Ya tengo obra traducida al inglés...

Bueno, ejem... se trata de un parrafito. Ahora que hice un viaje en avión, me dio mucho gusto encontrarme la página 144 de la revista Escala, de Aeroméxico, en su número de este mes de noviembre. La fotografía fue tomada por Franc Ross. En esta sección, se le pide a un escritor que comente un libro que ande leyendo por esos mismos días. Y yo en esa ocasión estaba leyendo una antología de cuentos de Chéjov, de la editorial Alba.

XLV

¿De dónde hallarle futuro a un país cuyo pasado es una vergüenza y cuyo presente es una amenaza?

sábado, noviembre 13, 2010

XLIV

Secuela mayor del suicidio: no la culpa ante lo irreparable sino la tentación de emularlo.

viernes, noviembre 12, 2010

XLIII

El futuro sólo nos aprobará si le somos útiles para imponerse como presente.

jueves, noviembre 11, 2010

XLII

El escepticismo radical vuelto una certidumbre hedonista: la duda ante todo sin la angustia por nada.

miércoles, noviembre 10, 2010

martes, noviembre 09, 2010

La ciudad irascible

Nadia Villafuerte publica en la Revista de la Universidad de México de este noviembre "La ciudad irascible", un texto crítico sobre mi libro de relatos Habla de lo que sabes.
Aquí va el texto completo:

La ciudad irascible
Nadia Villafuerte


La ficción no tendría por qué ser el lugar donde uno consiga aliviarse de esa pesadilla llamada “realidad”. Tampoco, claro, el sitio donde dicha “realidad”, a menudo decepcionante, se duplique tal como la conocemos: el mundo puede ser otro, debe ser otro, y no necesariamente mejor. Sobre esta materia se construyen los cuentos que conforman el libro Habla de lo que sabes (Jus, 2009), de Geney Beltrán Félix (Sinaloa, 1976).



Si hay una certeza aquí es la del extrañamiento: con una tensión que puede atribuirse al carácter nervioso del lenguaje, pronto nos damos cuenta de que eso que creíamos situarse en terreno realista no es sino el espejismo de un escenario: la Ciudad (a secas, con mayúsculas) donde ocurren las historias, es un horizonte vacío en el que los personajes deambulan sin encontrar nada qué admirar o amar o desear o conservar siquiera. Lo que hay, en cambio, es la coherencia de un planteamiento: las apariencias son lo único que conocen estos seres furibundos que un día amanecen para descubrir que han dejado de ser ellos y ahora caminan de puntillas sobre su propia vida.
El relato “La celda en la Ciudad”, sirve de concisa viñeta para describir la naturaleza opresiva de una urbe que va desmantelando su fealdad ordinaria mientras se la recorre; así, un simple puente de peatones se convierte en una celda que oscurece sus contornos para abrazar al protagonista. La sensación de angustia no deja de repetirse: en otro momento, un adolescente se extravía por las calles de un barrio y ve surgir, en el parpadeo, a otro que ha usurpado su cuerpo y se aleja impune. Tales alteraciones identitarias podrían ser el rasgo desquiciado de quienes buscan huir y a veces no lo consiguen, o lo hacen a medias: en el cuento “La hija”, un profesor escapa de un bombazo en el aeropuerto y dicho acto se convierte en pretexto para abandonar su vida insatisfecha escapando a una peor (en la que al menos deja estallar su ira contenida) pero en la que de todas formas lo acosa eso que descubre de sí mismo y no tiene enmienda: ni profesor ni alcohólico, sólo es un hombre desprovisto de raíz, esto es, una violencia que nace con y desde el miembro sexual.
Que un esposo atisbe la presencia de una “muchacha de aire” tras la rutina del matrimonio; que un inquilino descubra, con un dejo de sensatez y horror, cómo una horda de desconocidos salen de su baño; no pretenden ser —así lo entiendo— tramas sino estados de ánimo de mentes dislocadas: el escapismo se convierte en una vía alterna frente a una existencia monótona cuyo muro sin lustre puede, no obstante, verse acechado por el desconcierto.
Extrañamiento, he dicho. Y agrego: conmoción frente a retratos breves de vidas comunes y sin embargo atroces. Una mujer sometida a la cruel domesticidad; los minutos reales (porque se siente el lento transcurrir del tiempo) en que ocurre la demolición en una biblioteca; la relación entre un par de amigos a quienes asedia el fantasma de la locura; el cartero Gabriel Sicrano que prende fuego a las bodegas para que nadie reciba una sola carta; el cajero de una tienda que desenfunda una pistola, todos ellos pasan y nos evocan lo que creíamos saber y re-descubrimos: su ironía, su desdén, sus formas de humillar y humillarse, nos dejan sentir lo áspero de un paisaje nada fotogénico. A los personajes de este libro les corresponde otear sobre esa materia ambigua que implica sobrevivir: el mundo se padece, es verdad, y también se rompe para convencernos de que no puede ser sólo eso que se nos impone y que uno asume como un arriendo, sin protesta. No hay concesiones ni dádivas en la escritura de Beltrán Félix: sus personajes son un tropel de “descastados” incapaces de ocultar su orfandad: agresivos algunos, sumisos otros, uno más arrobado ante la naturaleza hostil de su cuerpo que se empeña en renunciar a los signos de la hombría y que ha buscado “la posibilidad de vivir como si no hubiera un pene en la entrepierna”, todos tienen en común un destino: la desesperación. “¿Qué es ser varón?”, se pregunta en algún momento uno de los personajes, y la respuesta parece hallarse en el transcurrir de estas historias: ser varón es permanecer en franco combate con la naturaleza del género; estar ahí, “enjuto, ajado, pero vivo”.
Discierno una lectura última. Al elegir como telón de fondo una tierra baldía que rumia su hartazgo, el autor propone además una forma exasperada al descubrirla. En Habla de lo que sabes no hay un lenguaje aséptico sino desperfectos, fisuras; no el deseo de llanamente narrar y sí el avance que fluye indócil. La opulencia verbal que forcejea a ratos con los balbuceos en la sintaxis, convierte a los temas y a los personajes en un todo orgánico: no sólo el desasosiego como telón de fondo sino y sobre todo la crisis del sujeto, el delirio de los personajes trasplantado al desorden de una prosa que duda, se retrae, estalla o se detiene, lacónica, cuando uno menos lo imagina (excesos de signos de admiración y puntos suspensivos, palabras carcomidas, frases que se interrumpen, de súbito). Lejos de la corrección política, una prosa que emerge impura, desmedida, inmediata.
Con la escritura de Beltrán Félix el lector no puede permanecer indiferente ante lo que va apareciendo como una sucesión de imágenes demasiado cercanas a nuestros ojos y que nos manchan de intimidad e intemperie ajena. El autor cimbra su operación fabuladora más que con acciones, con intenciones: es decir, su búsqueda es estética pero también moral (el excelente relato “Anoche soñé que volaba” otorga, por ejemplo, la denuncia de una ciudad envilecida). Las historias de Habla de lo que sabes, no anécdotas gratas sino episodios turbios, se escriben porque deben ser escritas, como si al reiterar la materia catastrofista de lo real, la ficción pudiera darnos una tregua: cerrar el libro para sobrevivir de otro modo, pues con todo su pesimismo y acritud, existir aún admite conmovernos frente a una realidad nunca consoladora pero tampoco desesperanzada. Libros como hachazos en la cabeza, pedía Kafka. Aquí uno.

XL

El hipócrita deja ver a cada persona una máscara distinta, pero está condenado a advertir en todos, repetido, su propio rostro.

lunes, noviembre 08, 2010

Tierra Adentro, 166

El número 166 de la revista Tierra Adentro, en su sección Fraguas, de crítica, incluye un ensayo de Atahualpa Espinosa sobre cuatro libros de cuentos: Ojos que no ven, corazón desierto de Iris García Cuevas (Tierra Adentro), Tordos sobre lilas de Magali Velasco Vargas (UV), Señor de señores y Los caimanes de Miguel Tapia Alcaraz (Almadía) y Rápidas variaciones de naturaleza desconocida de Edilberto Aldán (Biblioteca Mexiquense).
También se publica un ensayo de Hugo Salcedo sobre varios libros de dramaturgia: El libro de Dante de Luis Ayhllón, PsciEmbutidos de Richard Viqueira, Garap de Vidal Medina y La inocencia de las bestias de Verónica Bujeiro (El Milagro), Wera es la patria de Édgar Chías (Godot) y Nadie se va a reír de Lucía Leonor Enríquez y el volumen colectivo Teatro de la Gruta IX (Tierra Adentro).
En la minisección Estantería vienen breves notas sobre Horas de gracia de Juan Tovar (Jus-CNT), Versus: otras miradas a la obra de Octavio Paz, tomo compilado por José Vicente Anaya (Medianoche-UZ-IZC), Más allá de la sospecha, antología preparada por Philippe Ollé-Laprune (Almadía), La boca llena de tierra de Branimir Šćepanović (Sexto Piso) y Crímenes en el crepúsculo de Francisco Prieto (Jus).

XXXIX

Toda traición es abominable porque nos recuerda lo imposible que fue la vida, para el solitario, en la época de las cavernas.

domingo, noviembre 07, 2010

XXXVIII

Somos iracundos fiscales que, sin embargo, han llegado tarde, ¡ay!, a la repartición de dedos flamígeros.

sábado, noviembre 06, 2010

XXXVII

Como el orgasmo, el dolor es un adelanto, en pequeño, de la muerte: nos recuerda que desde el nacer, sin advertirlo, hemos venido eligiendo entre la supervivencia y el suicidio.

viernes, noviembre 05, 2010

XXXVI

Quien vive cada instante como si un segundo después se fuera a morir no vive la vida sino su intolerancia a la vida.

jueves, noviembre 04, 2010

XXXV

Los contrapesos partidistas triunfan, asfixiando los contrapesos ciudadanos. He ahí la corrupción y parálisis de la democracia mexicana.

miércoles, noviembre 03, 2010

XXXIV

Comparados con el adversario que uno puede ser de sí mismo, los demás sólo son pálidas concreciones del deseo de tener cómplices.