lunes, enero 31, 2011

Azulean las jacarandas

Sobre el libro de poesía Negro es su rostro. Simiente, de Esther Seligson, aparece hoy en el periódico Milenio una nota de Mary Carmen S. Ambriz: aquí.

viernes, enero 28, 2011

jueves, enero 27, 2011

Fragmento sobre el polvo y la muerte

Fotografía tomada por Rogelio Cuéllar

«México me produce, quizá por contraste complementario, la sensación de descenso, de encontrarme en el umbral de abismos, el espacio poblado, no de Dios como en Jerusalem, o de la LUZ como en el Tíbet, sino de seres torturados, dioses o ángeles caídos. Y no que me produzcan temor, no, pero sí desconcierto y congoja, como si ellos mismos, desconsolados, pidieran algo. Aquí las voces se me opacan, la transparencia se me empaña, y el esfuerzo por mantenerme atenta, alerta, jubilosa, es devastador. Es decir, permito que partículas oscuras se adhieran a mi corteza y entorpezcan la continuidad de ese fluido luminoso que ha de ir de la cabeza al corazón, del corazón a los pies, y viceversa. Hay tardes en las inmediaciones del Centro Universitario de Teatro, por ejemplo, allá en los roquedales de lava, en que percibo a esos seres como empapados en sangre aún caliente pidiéndome rociarles con la punta de los dedos agua bendita desde un cuenco de madera. Tardes de dioses arrodillados en el brocal de la tierra para beber su calor, y en las que caen a trozos nubes cuajadas de aceros flotando, sin herirlas, sobre las montañas, pero haciendo sentir su peso, su amenaza de aplastar a la ciudad silenciosamente, o en un estallido de relámpagos. Todo aquí es polvo. Pero justamente por ello vuelvo y retorno, y es esta tierra la que cubrirá mi cuerpo... Abandonar la prisión del amor, se dice que dicen los que sí saben, sólo es posible por el camino del Amor: no hay otra puerta, no existe otra salida. Soltar el amor para amar aún más: he ahí la paradoja de la reparación —el tikun— y de la pureza. A final de cuentas, el mundo es lo que hacemos de él, y sólo se escapa a la muerte eligiéndola. Me habría gustado que mis cenizas fueran dispersadas en el Tajo, desde Toledo, para enlazar mis amores y acompañar su trayecto río abajo, fleco líquido entre las grietas de los riscos, caballo desbocado espumeando por los belfos, cascada liquen, vellón asperjado de estrellas y soles, corimbo de olas... La muerte ha de ser entrar en un mar infinitamente poroso, azul zafiro brillante, translúcido…»

Esther Seligson, Todo aquí es polvo. México, Bruguera, 2010.

martes, enero 25, 2011

En el Teatro El Milagro


En España

El texto crítico de Marina Porcelli sobre el libro Todo aquí es polvo, de Esther Seligson (Bruguera), ha sido reproducido en la revista española Literaturas. El enlace, aquí.

lunes, enero 24, 2011

Cartas ajenas

Cartas ajenas es el título de mi primera novela, una historia que empecé a escribir en diciembre de 2002 y que, bajo el signo solar de Capricornio, luego de doce intuitivas mutaciones sale ahora con el sello de Ediciones B. Es paralela en espíritu y tiempo de escritura a mi libro de relatos Habla de lo que sabes, y muy distinta a mi segunda novela (¡terminada!), ya no digamos a la tercera, apenas en ciernes.

Dice el editor:

La existencia monótona de un empleado de correos se ve alterada cuando adquiere el vicio de abrir cartas ajenas. Pronto decide involucrarse con los destinatarios, y así conoce a un editor cuya amante ha muerto en un accidente de aviación, una joven enferma que tiene una relación conflictiva con su pequeña sobrina y un viejo desahuciado que busca recuperar al hijo que no ha visto en treinta años, mientras, como violento trasfondo, un grupo de paramilitares secuestra y asesina ancianos. Lo que Marioralio descubre a través de las cartas lo lleva a planear el estallido de una Nueva Revolución, para cambiar desde raíz tanta injusticia y abuso. Pero antes ha de perder la mano derecha…
Con una prosa veloz y expresiva, esta historia de amores y abandonos retrata un escenario apocalíptico como lo es el de tantas ciudades latinoamericanas, a la vez que finca su territorio imaginario sobre el desasosiego y el imposible afán de rebeldía de una época extrema: la actual.

Geney Beltrán Félix (Culiacán, Sinaloa, 1976) es editor y escritor. Estudió letras hispánicas en la UNAM y literatura inglesa en la Universidad de Toronto. Fue editor de literatura del FCE. Ha sido becario de la Fundación Lorena Alejandra Gallardo y la Fundación para las Letras Mexicanas. Obtuvo el Premio Nacional José Vasconcelos por el libro El biógrafo de su lector (2003), un ensayo sobre la obra del autor argentino Macedonio Fernández. En 2009 publicó Habla de lo que sabes (relatos) y El sueño no es un refugio sino un arma (ensayos). Ejerce la crítica literaria en revistas y suplementos. Su bitácora virtual reside en www.elgeney.blogspot.com. Actualmente es jefe de redacción de la Revista de la Universidad de México.

sábado, enero 22, 2011

LXVII

«Azar» es el nombre que damos a nuestro miedo cuando, por debajo de la consciencia, se impone a nuestra voluntad.

viernes, enero 21, 2011

El 8 de febrero

Fabienne Bradu
Corre la voz: presentaremos Todo aquí es polvo, el libro de memorias de Esther Seligson (Bruguera), el próximo martes 8 de febrero (esto es, a un año de su partida), a las 7 pm, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en la ciudad de México. Participan Fabienne Bradu y David Olguín. Leerá fragmentos Laura Almela.

jueves, enero 20, 2011

Uno de los mejores libros publicados en México en 2010

En el periódico La Razón se publica hoy una nota de Carlos Olivares Baró sobre Todo aquí es polvo. El enlace es éste.

Otra nota sobre Todo aquí es polvo

Copio aquí la nota crítica de Carmen Cordero al libro Todo aquí es polvo, de mi querida y admirada maestra Esther Seligson, publicada en la revista Tierra Adentro, número 167-8:

Esther Seligson (1941-2010), quien escribió narrativa, ensayo, poesía y crítica teatral, terminó este libro de memorias pocas semanas antes de morir. En la primera mitad de la obra, la autora rememora su infancia y su entorno familiar en el México de la década de 1940. Luego, incluye un capítulo sobre sus parejas amorosas, donde se agradece un tono de reconciliación y sinceridad, exento de reproches o descalificaciones; y, por último, con una melancolía desbordaba, Todo aquí es polvo cierra su recorrido con los últimos años de vida de la autora, en Lisboa, Jerusalén y la ciudad de México. Es decir, no es ésta una autobiografía lineal ni completa; presenta saltos y digresiones proustianos. Al mismo tiempo, predomina aquí una gran capacidad para recuperar y entregar al lector el mundo de las sensaciones y las emociones. Más que los hechos, Todo aquí es polvo se erige sobre lo que los hechos dejan en la psique de la autora. Así, el género autobiográfico se ve sustentado en una vena reflexiva de gran sutileza, inteligencia y hasta humor. Pero, si algo hay que destacar por sobre cualquier otro elemento, está la prosa: oraciones largas de riquísima consistencia verbal, hallazgos metafóricos que se asientan en lo lírico, y una mezcla estilística de cultismos y coloquialismos que dan flexibilidad y donaire. Una obra para reconciliarse con la literatura en tiempos de frivolidad y mercantilismo.

miércoles, enero 19, 2011

Poesía y violencia, en el ciclo Tertulias

La Casa del Poeta ha organizado el ciclo TERTULIAS, un diálogo sobre el estado actual de la poesía mexicana. Una tertulia de la inteligencia celebrada en un ambiente informal por sus protagonistas.
Tema: Poesía y violencia
Participan: Geney Beltrán Félix, Rodrigo Flores Sánchez y Víctor Manuel Mendiola Jueves 20 a las 19:00 horas en el Café-Bar “Las Hormigas” de la Casa del Poeta Ramón López Velarde. Álvaro Obregón 73, Colonia Roma (entre Córdoba y Mérida), México, D.F.

Fraguas de Tierra Adentro

La sección Fraguas de la revista Tierra Adentro, en su nuevo número (167-8), incluye:
* un ensayo de Fernando Fabio Sánchez sobre cuatro novelas de autores mexicanos: Mica chueca de Pablo Jaime Sáinz (Tierra Adentro), Una isla sin mar de César Silva Márquez (Mondadori), No tengo tiempo de Arturo Vallejo Novoa (Alfaguara) y 41 de Rogelio Guedea.
También aparecen textos críticos de:
* Mayra Luna (sobre Tadeys de Osvaldo Lamborghini, Conaculta),
* José Luis Bobadilla (sobre la Antología crítica de la poesía del lenguaje de Enrique Mallén, Aldus-Conaculta)
* y Rodrigo Flores Sánchez (sobre Se llaman nebulosas de Maricela Guerrero, Tierra Adentro).
En la Estantería vienen breves notas de:
* Mijail Lamas (sobre Poemas y fragmentos de Alceo, Textofilia),
* Nadia Villafuerte (sobre Y así por el estilo de Joseph Brodsky, UV),
* Carlos Esteban Cuendia (sobre El día antes de la felicidad, de Erri de Luca, Sexto Piso)
* Atahualpa Espinosa (sobre Lila de Robert M. Pirsig, Sexto Piso),
* Brenda Valdivia (sobre La sangre erguida de Enrique Serna, Seix Barral),
* Carmen Cordero (sobre Todo aquí es polvo de Esther Seligson, Bruguera),
* y dos escritas por mí (sobre Ese modo que colma de Daniel Sada, Anagrama, y sobre El tigre del Nayar de Queta Navagómez, Jus).

martes, enero 18, 2011

Febrero de 2011: Anuncio, 6

Novela del emasculado: después de la teoría feminista, también la escritura del varón conlleva una conciencia de género. La crítica de la testosterona desde la testosterona misma.

lunes, enero 17, 2011

Irse

Mijail Lamas, Esther Seligson y elgeney. Diciembre de 2006.


Marina Porcelli escribe un texto crítico sobre el libro Todo aquí es polvo, de Esther Seligson (Bruguera), para el suplemento Laberinto (del periódico Milenio) de este sábado pasado. Aquí va el texto:

Cartografía afectiva
Marina Porcelli

Toda autobiografía instala al “yo” con una postura estética determinada, y aunque esta frase resulte tautológica, sirve de apoyo para enlazar lo que sigue: todo registro de nuestra identidad, del propio “yo”, en suma, implica narrar el entramado concreto entre ese “yo” y “el otro”. Sus diálogos, sus dinámicas, sus contrastes, hasta su intensidad. Para el caso de Todo aquí es polvo, de Esther Seligson, agrego que la muerte de los otros es una de las constantes de la trama. También, claro, el amor; y la libertad. Y quizá esta presencia tan nítida de los otros sea una de las claves más hermosas de la autobiografía, publicada en 2010, corregida y “aumentada” pocas semanas antes de la muerte de la autora.
Esther Seligson nació en el Distrito Federal en 1941, residió en Europa y en Asia. Estudió Letras en la UNAM; además de sus ensayos y obra narrativa, fue traductora. Los otros, entonces, serán los puntos de anclaje donde se despliega un relato que, lejos del anecdotario superficial y del chismerío biográfico, articula una suerte de semblanza afectiva que se acerca al ensayo, indagando en la reflexión mística y filosófica. Casi no hay, por tanto, referencias a su escritura de ficción, sí, en cambio, a diarios y cartas nunca enviadas, y sobre todo, a muchísimas lecturas. Las citas de Rilke, de Goethe, de Shakespeare, de Cioran y talmudistas y cabalistas, apuntalan —dialogan— con una prosa que se expande y fluye como agua de la memoria y del olvido, como registro de su espiritualidad. Pero resulta que sustituimos con imaginación la falta de memoria, apunta Seligson, y luego agrega, ya que es falsa la fidelidad a la memoria.
Dividido en cuatro partes, con un tono sostenido, y párrafos de una hermosa tensión poética, el libro se construye sobre núcleos temáticos, no temporales. La crónica es matizada, las ligaduras —afectivas, conceptuales— van dictaminando la narración. Por eso, primeramente, la escritura recorre la muerte de su madre, de su padre, y la figura de su hermana; luego, su propia infancia que se ahonda al hablar de la infancia de sus hijos; después, sus amores y su sexualidad. Y por último, ese otro estará signado por la ciudad: un mosaico de personajes disímiles, intensos, que viven en Jerusalén en 2002, por ejemplo, o en el sur de la India, o Lisboa. Así, el acto de irse tendrá una fuerza avasalladora en la vida de Esther Seligson. Será el motor de lo que busca y de lo que encuentra, será para ella, dolorosamente cada vez, una suerte de purificación. “(…) pues cuando descubrí que ese estado de felicidad me venía de la infancia como un don gratuito”, instala para siempre en su relato, “(…) decidí irme”. Extranjera, nómade, a veces caprichosa, desarmará matrimonios, cambiará ciudades, amará y escribirá. Y vivirá preguntándose: “¿cuál es el punto ciego por donde el Destino entra para cumplirse?”, hasta culminar, paradójica, prolijamente, en su sitio originario, en la Ciudad de México, lugar donde muere el 8 de febrero de 2010.
Una madre severa, aunque entrañable en sus disparates; una hermana cortada, como la propia Esther, por el cuchillo filoso de la crianza, pero tan distintas:
—Mátame, te pedí, mata a la hermana que es tu Esfinge (…) No quiero ser tu espejo, ni tu máscara.
Un padre de profesión orfebre, extraño, indiferente, “que consideraba [que] el Destino, así con mayúsculas, le acomodó una pésima jugada (…), la humillación y la impotencia del exilio, por no hablar de la orfandad en que el Holocausto lo dejó” conforman el mosaico de familia judía en el que transcurre la infancia de la autora. “Instants of being” cifra Seligson —tomando la idea de Virginia Woolf— a los momentos de felicidad, a los instantes en los que, como fósforos encendidos en la penumbra, el mundo no tiene fisuras. Y esto, antes de que su “adolescencia fuera truncada por una maternidad prematura”. El reproche familiar, el “tú siempre te sales con tuya”, la persigue en la primera mitad del libro; después, el corte es tajante: “…porque elegir significó abandonar; romper, desnudarse, significó lo irreversible, lo irreparable”. Significó irse, en suma. La sexualidad con sus amantes, y los aburrimientos y las separaciones de su vida conyugal, los amigos encontrados en Europa, esta cartografía afectiva de Esther Seligson girará, narrativamente, alrededor de una de las escenas más auténticas y desgarradoras del relato: el suicidio de su hijo, de ese muchacho “cuya alma no entraba en su cuerpo”, muchos años antes de que la autora decida regresar a Ciudad de México.
“Sólo el otro es mortal en su ser”, anota Sartre en El ser y la nada, “morimos, pues, por añadidura.” Dolida, hipnotizada por la muerte de los demás, con una prosa firme, se vuelca la fluidez de Todo aquí es polvo. Lo cierto es que si para recordar, es requisito haber olvidado, lo que construye Esther Seligson, con su verbosidad poética y sus evocaciones, resulta un libro hondo y bello.

martes, enero 11, 2011

Febrero de 2011: Anuncio, 5

Forma contemporánea de la novela de la violencia:
y no en las evidencias del tema (pobreza rebeldía derrota),
sino en la contraviolentación del lenguaje
al transcribir la fractura de una psique dañada por el desencanto y la furia.

lunes, enero 10, 2011

2011

Ahora sí, empieza el Año del Sano Egoísmo. Después de meses de viajes y docencia: un año de encierro y escritura.

viernes, enero 07, 2011

En Nuestra aparente rendición


El sitio Nuestra aparente rendición, operado por Lolita Bosch, ha incluido mi ensayo "Después de la indignación", originalmente publicado en el suplemento Laberinto del periódico Milenio. Aquí el enlace.

jueves, enero 06, 2011

La Palanca, 15

Ya apareció el número 15 de la revista La Palanca, que incluye relatos de Vicente Alfonso, Marina Porcelli, Gaby Torres, Julio Romano, Mauricio Salvador, Azucena Galettini y Debret Viana. El arte gráfico es de Balam Bartolomé. La publicación es dirigida desde Pachuca, Hidalgo, por Diego José y Pablo Mayans. Y se puede bajar aquí, en formato pdf.

miércoles, enero 05, 2011

Febrero de 2011: Anuncio, 4

Una historia de amor en la que el sexo no sea excusa para entonar loas a la todopoderosa testosterona.

lunes, enero 03, 2011

El síndrome Seligson

Hoy lunes se publica "El síndrome Seligson", un texto crítico de Mary Carmen S. Ambriz sobre Todo aquí es polvo de Esther Seligson, en el periódico Milenio. Aquí el enlace. El texto inédito de que Ambriz habla se encuentra en el libro, también póstumo, Escritos a mano, de próxima publicación.



El síndrome Seligson

Mary Carmen S. Ambriz

La voz de Esther Seligson (1941-2010) hurga en esa “nada repleta de secretos y hoyos negros que es la memoria”. Lo hace pacientemente, inmersa en la nostalgia como si realizara un viaje interior, un palimpsesto de las distintas etapas que le tocó presenciar: los orígenes, la familia que formó, su poética y su deambular por el mundo. Ella, acaso pensando en Gaston Bachelard, se definía como una soñadora de palabras escritas.
En este compendio de recuerdos, bitácora secreta, severa y antisolemne, lúcida y dolorosa, insatisfecha y casual, la escritora se confiesa, reinventa, tropieza, levanta, soporta y entreteje juicios que la ayudan a seguir los principios cabalísticos: “Nombrar a las cosas por su nombre es sacarlas de la oscuridad y elevarlas hacia la luz”.
El título de este libro emerge de una cita que Seligson hace de Geney Beltrán Félix, quien después de editar su libro en el Fondo de Cultura Económica, Toda la luz (2006), se convirtió en su editor de cabecera y agente literario. Se menciona aquí una novela que Esther escribió sobre las diosas madre, cuyo título retoma de un poema de Alejandra Pizarnik, “Del otro lado del río, no de éste sino aquél”; habrá que preguntarle a Beltrán Félix por ese inédito.
Si existe un común denominador en la escritura de Esther Seligson es que fluye en espiral —como ocurre en los antiguos libros de la literatura hindú—, dado que se cuenta y se recuentan las madejas que van tejiendo el tapiz de esta luminosa conciencia. La crónica puntual y envolvente de sus viajes por Israel, España, África, India y Portugal queda aderezada con el Síndrome Seligson, que define como “impaciencia de ser”. En el recuento de los años —y daños—, de forma contumaz y cáustica, a través de la prosa intimista comparte el gozo de esos instants of beigns, resplendores fulgurantes que también fueron parte de Narsia, nombre con el que un sabio cabalista rebautizó a la autora antes de que abandonara Jerusalem.

domingo, enero 02, 2011