Bitácora de Geney Beltrán [χe’nɛi bel’tɾan], escritor mexicano (Tamazula, Durango, 1976).
lunes, enero 31, 2011
Azulean las jacarandas
viernes, enero 28, 2011
jueves, enero 27, 2011
Fragmento sobre el polvo y la muerte
martes, enero 25, 2011
lunes, enero 24, 2011
Cartas ajenas
Dice el editor:
La existencia monótona de un empleado de correos se ve alterada cuando adquiere el vicio de abrir cartas ajenas. Pronto decide involucrarse con los destinatarios, y así conoce a un editor cuya amante ha muerto en un accidente de aviación, una joven enferma que tiene una relación conflictiva con su pequeña sobrina y un viejo desahuciado que busca recuperar al hijo que no ha visto en treinta años, mientras, como violento trasfondo, un grupo de paramilitares secuestra y asesina ancianos. Lo que Marioralio descubre a través de las cartas lo lleva a planear el estallido de una Nueva Revolución, para cambiar desde raíz tanta injusticia y abuso. Pero antes ha de perder la mano derecha…
Con una prosa veloz y expresiva, esta historia de amores y abandonos retrata un escenario apocalíptico como lo es el de tantas ciudades latinoamericanas, a la vez que finca su territorio imaginario sobre el desasosiego y el imposible afán de rebeldía de una época extrema: la actual.
Geney Beltrán Félix (Culiacán, Sinaloa, 1976) es editor y escritor. Estudió letras hispánicas en la UNAM y literatura inglesa en la Universidad de Toronto. Fue editor de literatura del FCE. Ha sido becario de la Fundación Lorena Alejandra Gallardo y la Fundación para las Letras Mexicanas. Obtuvo el Premio Nacional José Vasconcelos por el libro El biógrafo de su lector (2003), un ensayo sobre la obra del autor argentino Macedonio Fernández. En 2009 publicó Habla de lo que sabes (relatos) y El sueño no es un refugio sino un arma (ensayos). Ejerce la crítica literaria en revistas y suplementos. Su bitácora virtual reside en www.elgeney.blogspot.com. Actualmente es jefe de redacción de la Revista de la Universidad de México.
sábado, enero 22, 2011
LXVII
viernes, enero 21, 2011
El 8 de febrero
jueves, enero 20, 2011
Uno de los mejores libros publicados en México en 2010
Otra nota sobre Todo aquí es polvo
miércoles, enero 19, 2011
Poesía y violencia, en el ciclo Tertulias
La Casa del Poeta ha organizado el ciclo TERTULIAS, un diálogo sobre el estado actual de la poesía mexicana. Una tertulia de la inteligencia celebrada en un ambiente informal por sus protagonistas.
Tema: Poesía y violencia
Participan: Geney Beltrán Félix, Rodrigo Flores Sánchez y Víctor Manuel Mendiola Jueves 20 a las 19:00 horas en el Café-Bar “Las Hormigas” de la Casa del Poeta Ramón López Velarde. Álvaro Obregón 73, Colonia Roma (entre Córdoba y Mérida), México, D.F.
Fraguas de Tierra Adentro
martes, enero 18, 2011
Febrero de 2011: Anuncio, 6
lunes, enero 17, 2011
Irse
Marina Porcelli escribe un texto crítico sobre el libro Todo aquí es polvo, de Esther Seligson (Bruguera), para el suplemento Laberinto (del periódico Milenio) de este sábado pasado. Aquí va el texto:
Cartografía afectiva
Marina Porcelli
Toda autobiografía instala al “yo” con una postura estética determinada, y aunque esta frase resulte tautológica, sirve de apoyo para enlazar lo que sigue: todo registro de nuestra identidad, del propio “yo”, en suma, implica narrar el entramado concreto entre ese “yo” y “el otro”. Sus diálogos, sus dinámicas, sus contrastes, hasta su intensidad. Para el caso de Todo aquí es polvo, de Esther Seligson, agrego que la muerte de los otros es una de las constantes de la trama. También, claro, el amor; y la libertad. Y quizá esta presencia tan nítida de los otros sea una de las claves más hermosas de la autobiografía, publicada en 2010, corregida y “aumentada” pocas semanas antes de la muerte de la autora.
Esther Seligson nació en el Distrito Federal en 1941, residió en Europa y en Asia. Estudió Letras en la UNAM; además de sus ensayos y obra narrativa, fue traductora. Los otros, entonces, serán los puntos de anclaje donde se despliega un relato que, lejos del anecdotario superficial y del chismerío biográfico, articula una suerte de semblanza afectiva que se acerca al ensayo, indagando en la reflexión mística y filosófica. Casi no hay, por tanto, referencias a su escritura de ficción, sí, en cambio, a diarios y cartas nunca enviadas, y sobre todo, a muchísimas lecturas. Las citas de Rilke, de Goethe, de Shakespeare, de Cioran y talmudistas y cabalistas, apuntalan —dialogan— con una prosa que se expande y fluye como agua de la memoria y del olvido, como registro de su espiritualidad. Pero resulta que sustituimos con imaginación la falta de memoria, apunta Seligson, y luego agrega, ya que es falsa la fidelidad a la memoria.
Dividido en cuatro partes, con un tono sostenido, y párrafos de una hermosa tensión poética, el libro se construye sobre núcleos temáticos, no temporales. La crónica es matizada, las ligaduras —afectivas, conceptuales— van dictaminando la narración. Por eso, primeramente, la escritura recorre la muerte de su madre, de su padre, y la figura de su hermana; luego, su propia infancia que se ahonda al hablar de la infancia de sus hijos; después, sus amores y su sexualidad. Y por último, ese otro estará signado por la ciudad: un mosaico de personajes disímiles, intensos, que viven en Jerusalén en 2002, por ejemplo, o en el sur de la India, o Lisboa. Así, el acto de irse tendrá una fuerza avasalladora en la vida de Esther Seligson. Será el motor de lo que busca y de lo que encuentra, será para ella, dolorosamente cada vez, una suerte de purificación. “(…) pues cuando descubrí que ese estado de felicidad me venía de la infancia como un don gratuito”, instala para siempre en su relato, “(…) decidí irme”. Extranjera, nómade, a veces caprichosa, desarmará matrimonios, cambiará ciudades, amará y escribirá. Y vivirá preguntándose: “¿cuál es el punto ciego por donde el Destino entra para cumplirse?”, hasta culminar, paradójica, prolijamente, en su sitio originario, en la Ciudad de México, lugar donde muere el 8 de febrero de 2010.
Una madre severa, aunque entrañable en sus disparates; una hermana cortada, como la propia Esther, por el cuchillo filoso de la crianza, pero tan distintas:
—Mátame, te pedí, mata a la hermana que es tu Esfinge (…) No quiero ser tu espejo, ni tu máscara.
Un padre de profesión orfebre, extraño, indiferente, “que consideraba [que] el Destino, así con mayúsculas, le acomodó una pésima jugada (…), la humillación y la impotencia del exilio, por no hablar de la orfandad en que el Holocausto lo dejó” conforman el mosaico de familia judía en el que transcurre la infancia de la autora. “Instants of being” cifra Seligson —tomando la idea de Virginia Woolf— a los momentos de felicidad, a los instantes en los que, como fósforos encendidos en la penumbra, el mundo no tiene fisuras. Y esto, antes de que su “adolescencia fuera truncada por una maternidad prematura”. El reproche familiar, el “tú siempre te sales con tuya”, la persigue en la primera mitad del libro; después, el corte es tajante: “…porque elegir significó abandonar; romper, desnudarse, significó lo irreversible, lo irreparable”. Significó irse, en suma. La sexualidad con sus amantes, y los aburrimientos y las separaciones de su vida conyugal, los amigos encontrados en Europa, esta cartografía afectiva de Esther Seligson girará, narrativamente, alrededor de una de las escenas más auténticas y desgarradoras del relato: el suicidio de su hijo, de ese muchacho “cuya alma no entraba en su cuerpo”, muchos años antes de que la autora decida regresar a Ciudad de México.
“Sólo el otro es mortal en su ser”, anota Sartre en El ser y la nada, “morimos, pues, por añadidura.” Dolida, hipnotizada por la muerte de los demás, con una prosa firme, se vuelca la fluidez de Todo aquí es polvo. Lo cierto es que si para recordar, es requisito haber olvidado, lo que construye Esther Seligson, con su verbosidad poética y sus evocaciones, resulta un libro hondo y bello.
martes, enero 11, 2011
Febrero de 2011: Anuncio, 5
lunes, enero 10, 2011
2011
viernes, enero 07, 2011
En Nuestra aparente rendición
jueves, enero 06, 2011
La Palanca, 15
miércoles, enero 05, 2011
Febrero de 2011: Anuncio, 4
lunes, enero 03, 2011
El síndrome Seligson
El síndrome Seligson
Mary Carmen S. Ambriz
La voz de Esther Seligson (1941-2010) hurga en esa “nada repleta de secretos y hoyos negros que es la memoria”. Lo hace pacientemente, inmersa en la nostalgia como si realizara un viaje interior, un palimpsesto de las distintas etapas que le tocó presenciar: los orígenes, la familia que formó, su poética y su deambular por el mundo. Ella, acaso pensando en Gaston Bachelard, se definía como una soñadora de palabras escritas.
En este compendio de recuerdos, bitácora secreta, severa y antisolemne, lúcida y dolorosa, insatisfecha y casual, la escritora se confiesa, reinventa, tropieza, levanta, soporta y entreteje juicios que la ayudan a seguir los principios cabalísticos: “Nombrar a las cosas por su nombre es sacarlas de la oscuridad y elevarlas hacia la luz”.
El título de este libro emerge de una cita que Seligson hace de Geney Beltrán Félix, quien después de editar su libro en el Fondo de Cultura Económica, Toda la luz (2006), se convirtió en su editor de cabecera y agente literario. Se menciona aquí una novela que Esther escribió sobre las diosas madre, cuyo título retoma de un poema de Alejandra Pizarnik, “Del otro lado del río, no de éste sino aquél”; habrá que preguntarle a Beltrán Félix por ese inédito.
Si existe un común denominador en la escritura de Esther Seligson es que fluye en espiral —como ocurre en los antiguos libros de la literatura hindú—, dado que se cuenta y se recuentan las madejas que van tejiendo el tapiz de esta luminosa conciencia. La crónica puntual y envolvente de sus viajes por Israel, España, África, India y Portugal queda aderezada con el Síndrome Seligson, que define como “impaciencia de ser”. En el recuento de los años —y daños—, de forma contumaz y cáustica, a través de la prosa intimista comparte el gozo de esos instants of beigns, resplendores fulgurantes que también fueron parte de Narsia, nombre con el que un sabio cabalista rebautizó a la autora antes de que abandonara Jerusalem.