martes, junio 20, 2006

Josefina Vicens regresa a las librerías


El FCE acaba de publicar en un volumen las dos novelas de Josefina Vicens: El libro vacío y Los años falsos, en su colección Letras Mexicanas. Un acontecimiento. Ni más, ni menos.

Antonio Ortuño presenta su primera novela



Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976) acaba de publicar su primera novela, El buscador de cabezas. Violenta, divertidísima y trepidante , esta distopía política de un país no excesivamente distinto del nuestro es una de esas obras fuertes que provocan todo menos indiferencia en quien las lee. No es para nada excesivo afirmar que Ortuño ha escrito una novela excelente que augura una carrera muy sólida sustentada en una noción de la mejor literatura.

La novela se presentará el próximo martes 27, a las 7 p.m., en la Casa Refugio Citlaltépetl, en la ciudad de México, con los comentarios de Enrigue y Mejía Madrid.

domingo, junio 18, 2006

Once meses

Acabo de cumplir once meses en mi trabajo actual, como editor de literatura en una casa prestigiada. Un colega, a quien corrieron a la mala no hace poco, dijo en algún momento: "Geney no se ha enterado que aquí el editor es un achichincle, el último eslabón de la cadena". Bueno, ya me enteré. Pero no lo acepto, claro.
Se supone que esta editorial no se guía por criterios elementalmente comerciales. Es decir, se asume que esta editorial tiene un cometido con la cultura iberoamericana y universal, gracias al subsidio estatal que recibe, el cual, sin embargo, es cinco veces inferior al destinado al Partido Verde Ecologista, institución que ni de lejos ha hecho por los pueblos de Iberoamérica lo que en siete décadas ha realizado esta editorial para la cual trabajo.
Acabo de cumplir 30 años de edad, y entiendo bien que sería una arbitrariedad hacerle demasiado caso, en la conformación del catálogo de una editorial con 70 y tantos años de historia y prestigio, a un muchacho inexperto y de criterio bisoño como, según es fama, sería mi caso. Sin embargo, he caído en la cuenta, a lo largo de estos frustrantes once meses, que quizá uno de los pocos (y en esto he de sonar por fuerza arrogante) que tiene en esta casa por lo menos una pizca de congruencia e intuición editorial y otro tanto de honestidad intelectual c'est moi. Hay una lista de autores fundamentales del canon iberoamericano que, según yo, deberían ser recuperados y publicados por esta editorial que me paga tan poco por hacer el trabajo de cinco o seis editorcitos. Quizá sueno amargado; siento una frustración enorme, lo acepto. Pero a cambio de esos autores no incluidos aún en el septuagenario catálogo de esta casa, se me da la instrucción bien seguido de pedir contratos para una serie de escritores mediocres y gángsteres que, claro, logran ser publicados gracias a sus artimañas notoriamente exentas de ética.
Esta frustración tiene que conducir a un cambio, por supuesto. A más tardar he de irme en diciembre o enero; escéptico, no creo que esta editorial maravillosa y tan vulnerable a las bajas presiones de la política cambie si cambian sus dirigentes.
El aprendizaje, enorme, serviría a cualquiera para fundar una nueva editorial, como ha sido el caso de algunos ilustres antecesores. Necesito (ya saqué cuentas) cinco millones de pesos para los primeros diez años. Publicaría en mi nueva editorial (ya tengo el nombre; no lo diré) diez novedades al año, una al mes entre enero y octubre. Autores muertos o clásicos: brasileños, italianos, rusos, griegos, algunos de nuestra lengua. Contemporáneos, pocos o ninguno. Luego de diez años, la editorial se defendería sola. Tendría, claro, el prestigio que le daría la selección siempre meditada de su catálogo.
Aunque... no, en realidad no funde acaso ninguna editorial. ¿Para qué? Con esos cinco millones de pesos que, ojalá, algún pariente narco tendrá a bien facilitarme sólo por la coincidencia en los apellidos, me dedicaría a leer, vivir y viajar en el extranjero, con Andrea y Pati. Y escribiría, por supuesto, mientras alguno de estos políticos cara de mierda que hoy compiten por la presidencia de la república se encargará de lanzar al abismo a este país jodido y con vocación de perpetuo desastre.

sábado, junio 17, 2006

Máxima, siglo XVII

Il ne faut pas s'offenser que les autres nous cachent la vérité puisque nous nous la cachons si souvent nous-mêmes.

La Rochefoucauld

jueves, junio 15, 2006

Reflexiones de un patólogo sobre el abuso infantil

For the little girl of my first experience did not die “simply” as a result of a brain hemorrhage and a fractured skull. Behind the skull trauma was the fury (and at that time some of my colleagues were naive enough to say, the wickedness) of her mother. But behind the mother’s violence, the social history subsequently revealed, was a background of alcoholism and marital discord that, when discovered, added a measure of commiseration to the universal reproof. But behind this history of frustration and maladjustment was a history of victimization of the mother, who herself had been abused by her father when she was a child. Hence, guilt was split in half, for the father, by promoting maladjustment of the aggressor-daughter, seemed to share some responsibility for her acts. But behind this truculence there were too remote to influence the actions of lawyers and police officers handling her case. And behind all these miseries, there stood a violent North American society, which is but a part of a world that is, and has been from time immemorial, violent par excellence. Thus the pathologist who wishes to know the “causes of death” sees the chain of causality extended by new links, daily lengthened by research, but is never close to “the truth,” never really knows the etiology of a child’s death. The pathologist must be content to look at proximate causes, must be satisfied with externals while research continues to reveal causes behind the causes in an unending chain of causality, as when a man holding a mirror looks at his own image in a set of confronting mirrors, and sees a man holding a mirror, and in this mirror the image of a man holding a mirror, and so on, in infinite repetition. So the ideal autopsy report on an abused child, the only one that would do justice to the thorough correlations demanded by a scientific spirit, would be like a narrative containing a subplot and the subplot itself developing a subplot of its own. My colleagues, I am afraid, would not take kindly to the ideal format; for to read it would be like reading one of those literary works that preceded the novel as a genre (of which I believe Don Quixote is the outstanding example), one in which the various characters tell complex stories apparently unrelated to the leading plot, and which the reader must sit through until the leading plot, at long last, is reestablished.

Francisco González Crussí, “Reflections on Child Abuse”, en Notes of an Anatomist.