domingo, julio 30, 2006

Coda

Pero, con todo, el Estado de Israel no tiene derecho a asesinar a hombres, mujeres, ancianos y niños libaneses. No tiene derecho a destruir la infraestructura de Líbano ni a negarse a una tregua humanitaria. ¿Quién dará el primer paso? ¿Quién hará el primer acto de buena voluntad en Medio Oriente? ¿Israel cesará en sus bombardeos, Siria e Irán aceptarán abiertamente la existencia de Israel como estado nacional, Jezbolá procederá a su propio desarme, Jamas con todo y su triunfo democrático respetará los acuerdos firmados por la ANP, las grandes potencias dejarán de suministrar armamento a los diferentes implicados...?
La guerra traerá más violencia, más odio y terrorismo. Entonces, ¿cuál es la solución? ¿De dónde vendrá la buena voluntad?

domingo, julio 23, 2006

Doris Lessing, 1986

large numbers of young people, when they reach the age of political activity, adopt a stance or an attitude that is very much part of our times. It is that democracy is only a cheat and a sham, only the mask for exploitation, and that they will have none of it. We have almost reached a point where if one values democracy, one is denounced as reactionary. I think that this will be one of the attitudes that will be found most fascinating to the historians of the future. For one thing, the young people who cultivate this attitude towards democracy are usually those who have never experienced its opposite: people who’ve lived under tyranny, value democracy.

Doris Lessing, Prisons We Choose to Live Inside (1986)

jueves, julio 13, 2006

Toda la luz


«¿Por qué parecía el amor abrirle más sus heridas? ¿Qué surcos transitaba donde queriendo dejar semillas dejó llagas? ¿Qué daño le removía el horizonte?... La madre no comprende: la hija le fue siempre un misterio. Toca los labios exangües. ¿Qué plegaria dirán Señor que a Ti te apiade pues que Tus siervos le niegan la absolución? El ritual seguirá su norma, y aunque no les rasguen la ropa en señal de duelo —“No te abstengas de orar al cielo en busca de Misericordia”—, ahí estará el dolor como una aguja atravesando el pecho hasta la cintura. El cortejo emprende su lenta marcha rumbo al espacio del cementerio donde la tierra no está consagrada —¿acaso no retorna igual al polvo el polvo del suicida?—, Exaltado y Santificado sea el Gran Nombre en el mundo que Él ha creado a Su Voluntad, un rincón de santidad baldía que vomita a los inicuos: el cadáver entrará boca abajo en el ataúd para que no ofenda a la Presencia el rostro que olvidó, en su loca inmolación, su divina semejanza...»

Esther Seligson, “El entierro”, en Toda la luz

El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar Toda la luz, un volumen con lo mejor de la narrativa breve de la escritora mexicana Esther Seligson. Se trata de una autora de culto dueña de un aliento lírico lleno de emoción y una capacidad de fabulación siempre múltiple y sorprendente. Es Seligson además el ejemplo de un vigoroso apego a una vocación escritural que condensa o revela —y ya ves cómo esta circunstancia termina siendo siempre fundamental para mí— una búsqueda permanente de autenticidad artística; en su prosa no hay marcas ni deudas con las modas literarias, sino la concentración expresiva de un hálito de introspección en tramas y temas, momentos y personajes tanto más seductores y subyugantes cuanto se trata —y este dato resulta manifiesto a cada página para quien la lea con ánimo ecuánime— de un mundo personal dominado por un puñado fértil de obsesiones. «No creo que ninguna obra de arte esté absolutamente separada de la vida interior de su autor», ha escrito, «no sólo de sus sentimientos, sino también de sus ideas, de su concepción del mundo, de sus prejuicios y aspiraciones, sus fobias y sus sueños». Es Seligson (y concluyo apresuradamente) un nombre inclasificable y necesario en la prosa hispánica contemporánea.

Fragmento del futuro

Se prepararán para el día de la venganza. Reunirán sus armas: cuchillos, pistolas, palos, taladros, martillos, sartenes, lo que tengan. Cuando llegue el día, a las seis de la mañana, saldrán de sus casas. Convocarán a sus parientes, a sus vecinos, sus amigos. Les dirán: «¡Vamos a chingarnos a los ricos! ¡Vamos a saquear las casas de los millonarios, de los ladrones, de los políticos corruptos! ¡Vamos a quemar los bancos, vamos a destruir los autos de lujo, vamos a matar a los hijos de su chingada madre!» El furor se extenderá por el esmog. De las colonias jodidas de la Ciudad y el país saldrán los gritos como un solo alarido denso y dilatado, la gente asaltará los microbuses y los camiones y el metro y se dirigirá a las colonias residenciales, a los rumbos podridos de cada ciudad. Entrarán por la fuerza en las casas, no habrá resistencia en los guardias, los guaruras, los miembros del ejército. Lincharán a los puercos jefes de empresa, a los industriales, a los corrompidos dueños del poder, los jefes de la policía y de los narcos y los secuestradores, los altos lacayos de las trasnacionales que explotan a la gente, la llenan de cáncer y destruyen la Tierra, los ladroncísimos cardenales y obispos, los parlamentarios y traficantes de influencias, los especuladores y rapaces banqueros con sus esposas, sus hijos y amantes y toda persona cercana que se haya visto contaminada y beneficiada por la iniquidad. Les sacarán los ojos, les romperán la ropa, les cortarán la verga, las tetas, destruirán las ventanas con vitrales, aventarán los cuerpos asesinados a las albercas, los llevarán por las calles como trofeos, emascularán y empalarán a los juniorcitos rubios que se llenan la nariz de coca y secuestran a las sirvientas y empleadas para quemarles con colillas de cigarros los pezones y el clítoris, violarlas y dejarlas casi muertas en algún canal de desagüe, perseguirán por las calles a los que intentan huir en sus autos extranjeros: todas las salidas estarán bloqueadas por la turba, y luego de saciarse con los primeros hechos asaltarán los refrigeradores y las cavas, dormirán en las recámaras envueltos en sábanas carísimas.
Al día siguiente seguirá la venganza: entrarán en las oficinas de los rascacielos donde despachan los abogados litigantes, los inversionistas, los gangsteriles dueños de los canales de televisión y los periódicos, los grandes negociantes, los cínicos funcionarios, los caciques de los partidos políticos y los sindicatos, arrancarán las computadoras de sus conexiones en las paredes, tirarán por las ventanas los archiveros y las peceras y los diplomas y falsos títulos. Y al tercer día asaltarán las tiendas departamentales y las vinaterías y los almacenes de comida importada, se llevarán la ropa fina y los alcoholes y las piernas de jamón y los bacalaos, y al llegar la noche del tercer día: todo habrá terminado.
La venganza habrá satisfecho las ansias de justicia. Matar y robar y descuartizar a los que mataban y robaban y violaban los habrá redimido. El mal y su violencia habrán sido exterminados, arrancados de la raíz de todos: de los verdugos con su muerte y de las supuestas víctimas con el asesinato purificador. Los nuevos hombres, las nuevas mujeres, los vengados por sí mismos, serán ahora gente libre del mal.