La poesía no mejora las cosas, pero hace de lo que sea algo más decisivo: las modifica. No tiene repercusiones sobre la historia, es arte pura, no tiene repercusiones terapéuticas ni pedagógicas, procede de otro modo: anula el tiempo y la historia. Su acción se ejercita sobre los genes, sobre la masa hereditaria, sobre la sustancia —un largo camino interior—. La esencia de la poesía tiene reservas infinitas, su núcleo despide una energía demoledora pero su periferia es angosta; no suena mucho, pero sobre este poco el contacto es incandescente. Todas las cosas viran, todos los conceptos y las categorías modifican sus características en el momento en que son consideradas bajo la luz del arte —las que ella les pone, y bajo la que son puestas—. El arte pone en movimiento un torrente allí donde todo era aburrido y torpe y seco, un torrente que permanece confuso e incomprensible pero difunde semillas sobre las reducidas orillas del desierto, semillas de felicidad y de dolor, la esencia de la poesía es perfección y fascinación.
Gottfried Benn, Aforismos. Versión de José Manuel Recillas.