Miguel Ángel Hernández Acosta, autor de la novela Hijo de hombre, escribe un comentario crítico sobre mi libro Cartas ajenas en Suplemento de Libros.
Aquí los dos párrafos finales:
Esta primera novela muestra un compromiso con el español y si bien la historia avanza de manera clara (pues nunca se prioriza el lenguaje sobre la historia, ni viceversa), nos muestra a un narrador a quien le gusta jugar y arriesgarse en el momento de contar. A veces lo logra con mayor acierto, pero las ocasiones que no lo consigue logra al menos (y eso ya es decir mucho) una prosa clara y eficiente. Muestra de esto es una de las últimas escenas donde Mariolario contundente desvaría: “Llevaremos un mensaje. ¿Me están entendiendo? Una imagen de lo que pronto viene. Es una quimera, un incendio viable: una sola hoja con las palabras de los hartos, los vencidos, los de la indignidad forzada por tanta injusticia como arena en su boca”.
Cartas ajenas… es un libro difícil de seguir, pues busca un lector atento, quien al final verá recompensados sus esfuerzos; es una novela que requiere un doble esfuerzo, pero también, y este lo considero su mayor logro, es un regreso a la literatura comprometida consigo misma, que va más allá de la historia y que por lo mismo nos muestra a unos personajes, a un narrador y al escritor tras la pluma. Cumple con aquello que decía Pedro F. Miret: “El arte no es un filete que se puede pedir ‘término medio’ o ‘bien cocido’ según el gusto del cliente. Hay que dar libertad al cocinero y estar preparados a que nos lo pueda servir quemado algunas veces” y este filete está casi en su punto, pero nos muestra a un cocinero experimentado, quien sabe qué es lo que busca: el lenguaje como gran potenciador de mundos ficticios.