domingo, agosto 26, 2012

Apunte


El novelista es el único escritor que hoy podría aspirar a vivir de sus regalías. Esto en México raramente sucede. El mercado mexicano es reducido; las fórmulas reconocidas por los compradores de libros tienden a la banalidad y el entretenimiento. Ante esa perspectiva, muchos escritores desarrollan una extremada conciencia de lo literario, que los lleva a escribir con el prejuicio de buscar sólo la aprobación de sus pares (paso requerido para ser becario de las instituciones del estado), una vez que el diálogo inteligente con el lector común les parece imposible. El panorama puede ser entonces el de una literatura epigonal, repetitiva en sus heterodoxias, más atenta al gesto y el propósito que al resultado y la obra. De entre la multiplicidad de tendencias, la que en el futuro será predominante (no hay riesgo en hacer el fácil pronóstico) es la "novela de la violencia": una en la que los temas del periódico y la calle sean tratados con enfoque crítico y exploración lingüística. No descalifico de entrada la presencia de temas de la violenta actualidad mexicana como un recurso amarillista o mercantil; creo que de la "novela de la violencia" pueden salir un Pedro Páramo o una ¡Absalón, Absalón! El reto consiste en eludir la fórmula fácil que los editores comerciales esperan (lenguaje utilitario, suspenso machacón, estereotipos aquí y allá), y al mismo tiempo no enclaustrarse en búsquedas librescas de espesor teórico onanista. Hablo de quedar bien con dios y con el diablo: un mundo interior poderoso y una propuesta estética arriesgada: narrativa que dialogue no sólo con los demás escritores, sino que también se acerque, enriquezca y confronte a los lectores de a pie.