Bitácora de Geney Beltrán [χe’nɛi bel’tɾan], escritor mexicano (Tamazula, Durango, 1976).
sábado, diciembre 24, 2016
Nomás no desaparezcas
El suplemento El Cultural del periódico La Razón publica hoy mi relato "Nomás no desaparezcas". Aquí está el enlace.
domingo, diciembre 18, 2016
El mejor libro del año...
Sergio González Rodríguez, del periódico Reforma, ha elegido la Antología de Elena Garro publicada por Cal y Arena como el mejor libro del año 2016.
domingo, diciembre 11, 2016
Cien años de Elena Garro
A lo largo de este 2016 aparecieron tres tomos que reúnen bajo distinto criterio la obra narrativa de Elena Garro.
Los Cuentos completos (Alfaguara) presentan los textos de ficción breve de Garro: La semana de colores (1964), Andamos huyendo Lola (1980), El accidente y otros cuentos inéditos y La vida empieza a las tres... (1997), además de dos prosas inéditas.
La Antología publicada por Cal y Arena incluye una selección de piezas teatrales, cuentos, novelas cortas (Un traje rojo para un duelo, Un corazón en un bote de basura y Primer amor) y la novela Reencuentro de personajes.
Las Novelas escogidas (1981-1998), lanzadas al mercado por el Fondo de Cultura Económica en su colección Letras Mexicanas, reúne los títulos Testimonios sobre Mariana (1981), Reencuentro de personajes, La casa junto al río (1982), Y Matarazo no llamó... (1991), Busca mi esquela (1995) y Mi hermanita Magdalena (1998).
Confío que estos proyectos editoriales contribuyen a acercar a nuevos lectores la obra multifacética de Garro, y que en el futuro se recuperen algunos otros títulos que siguen siendo inconseguibles.
Los Cuentos completos (Alfaguara) presentan los textos de ficción breve de Garro: La semana de colores (1964), Andamos huyendo Lola (1980), El accidente y otros cuentos inéditos y La vida empieza a las tres... (1997), además de dos prosas inéditas.
La Antología publicada por Cal y Arena incluye una selección de piezas teatrales, cuentos, novelas cortas (Un traje rojo para un duelo, Un corazón en un bote de basura y Primer amor) y la novela Reencuentro de personajes.
Las Novelas escogidas (1981-1998), lanzadas al mercado por el Fondo de Cultura Económica en su colección Letras Mexicanas, reúne los títulos Testimonios sobre Mariana (1981), Reencuentro de personajes, La casa junto al río (1982), Y Matarazo no llamó... (1991), Busca mi esquela (1995) y Mi hermanita Magdalena (1998).
Confío que estos proyectos editoriales contribuyen a acercar a nuevos lectores la obra multifacética de Garro, y que en el futuro se recuperen algunos otros títulos que siguen siendo inconseguibles.
Ningún favor a Elena Garro
Elena Garro cumple, hoy, cien años. El suplemento cultural Confabulario, del periódico El Universal, dedica su número de hoy a la obra de esta gran autora. Ahí publico un ensayo titulado "Ningún favor a Elena Garro".
sábado, diciembre 10, 2016
Corazón de la montaña
Acaba de publicarse el cuento "Corazón de la montaña", de Claudina Domingo, en la revista Reporte SP. El cuento forma parte del libro Las enemigas, que Domingo publicará el año próximo en el sello Sexto Piso. Este es el enlace.
martes, diciembre 06, 2016
Novelas escogidas (1981-1998), de Elena Garro
El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar la compilación Novelas escogidas (1981-1998), de Elena Garro, en su colección Letras Mexicanas. El volumen incluye Testimonios sobre Mariana, Reencuentro de personajes, La casa junto al río, Y Matarazo no llamó..., Busca mi esquela y Mi hermanita Magdalena. El prólogo es de mi autoría.
sábado, noviembre 26, 2016
Crónica de feroces amantes
La revista Luvina ha publicado en su número 84, correspondiente al otoño de 2016, mi ensayo "Crónica de feroces amantes", sobre la novela Reencuentro de personajes, de Elena Garro. El enlace está aquí.
jueves, noviembre 24, 2016
miércoles, noviembre 23, 2016
martes, noviembre 22, 2016
Una semblanza
Escribí una breve semblanza introductoria a la obra de Elena Garro, para la revista Leer +.
sábado, noviembre 19, 2016
Este miércoles continúan las Visitas guiadas al mundo de Elena Garro
Este miércoles participarán Lucía Melgar y Liliana Pedroza, quienes hablarán sobre el libro de relatos Andamos huyendo Lola.
miércoles, noviembre 16, 2016
martes, noviembre 15, 2016
miércoles, noviembre 09, 2016
sábado, noviembre 05, 2016
Visitas guiadas al mundo de Elena Garro, en la Ciudad de México
Este miércoles 9, a las 7 pm, empieza el ciclo Visitas guiadas al mundo de Elena Garro, en el Centro Cultural Elena Garro de Coyoacán, en la Ciudad de México. Escritores e investigadores hablarán sobre la obra de esta autora, para conmemorar el centenario de su nacimiento.
El programa es el siguiente:
9 de noviembre: Los recuerdos del porvenir. Con Ana García Bergua y Ute Seydel.
16 de noviembre: La semana de colores. Con Eduardo Antonio Parra y Gloria Prado.
23 de noviembre: Andamos huyendo Lola. Con Lucía Melgar y Liliana Pedroza.
30 de noviembre: Novelas de la última etapa. Con Guillermo Arreola y José Carlos Castañeda.
7 de diciembre: Teatro. Con Estela Leñero Franco y David Olguín.
El programa es el siguiente:
9 de noviembre: Los recuerdos del porvenir. Con Ana García Bergua y Ute Seydel.
16 de noviembre: La semana de colores. Con Eduardo Antonio Parra y Gloria Prado.
23 de noviembre: Andamos huyendo Lola. Con Lucía Melgar y Liliana Pedroza.
30 de noviembre: Novelas de la última etapa. Con Guillermo Arreola y José Carlos Castañeda.
7 de diciembre: Teatro. Con Estela Leñero Franco y David Olguín.
lunes, octubre 31, 2016
lunes, octubre 17, 2016
Cruces literarios: Iberoamérica
Hoy, a las 7 pm, conversaré con los escritores Eduardo Lalo y Selva Almada, en la Feria Internacional del Libro del Zócalo, en la charla "Cruces literarios: Iberoamérica". Esto será en el Foro Gonzalo Rojas.
martes, octubre 04, 2016
75 años de Esther Seligson
El martes 25 de octubre, Esther Seligson cumpliría 75 años. Para recordarla, habrá una mesa de homenaje en el Palacio de Bellas Artes, a las 7 pm, con la participación de José María Espinasa y José Gordon.
lunes, octubre 03, 2016
Elena Garro en el Bella Época
Este viernes 7, a las 7 pm, en el Centro Cultural Bella Época, presentaremos la Antología de Elena Garro que compilé y prologué para la colección Esenciales del XX, de Ediciones Cal y Arena. Participan Guillermo Arreola y Julio Aguilar.
Retrato Hablado de Esther Seligson
El Centro Cultural Elena Garro, de Coyoacán, organiza el ciclo Retrato Hablado de Esther Seligson, con motivo de los 75 años que habría cumplido la escritora a finales de este mes. Las sesiones son los miércoles 12, 19 y 26 de este mes, a las 7 pm.
domingo, septiembre 25, 2016
Historias del país que se convirtió en el museo de una ruina
El suplemento Confabulario del periódico El Universal publica hoy mi ensayo "Historias del país que se convirtió en el museo de una ruina", sobre dos novelas de Juan Villoro. El enlace es este.
lunes, septiembre 19, 2016
Elena Garro y los tiempos de la fabulación
La edición virtual de la revista Nexos publica hoy un fragmento de mi prólogo a la Antología de Elena Garro lanzada por Cal y Arena. Este es el enlace.
sábado, septiembre 10, 2016
A quién le importa
La Revista de la Universidad de México acaba de publicar en su número de septiembre mi relato «A quién le importa», una historia de formación en el violento Culiacán de principios de los años noventa. El enlace se encuentra aquí.
viernes, septiembre 02, 2016
Una antología de Elena Garro
Acaba de salir de la imprenta la Antología de Elena Garro en la colección Esenciales del XX, de la editorial Cal y Arena. Es una amplia selección de su dramaturgia, sus cuentos y novelas breves y, además, incluye íntegra una de sus novelas más sorprendentes: Reencuentro de personajes.
Este es el índice:
Teatro:
Un hogar sólido
El rey mago
La señora en su balcón
Los perros
El rastro
Cuento:
De La
semana de colores (1964)
“La
culpa es de los tlaxcaltecas”
“El
zapaterito de Guanajuato”
“La
semana de colores”
“El
día que fuimos perros”
“Antes
de la Guerra de Troya”
“Perfecto
Luna”
De Andamos
huyendo Lola (1980):
“El
niño perdido”
“Andamos
huyendo Lola”
“Las
cuatro moscas”
“Una
mujer sin cocina”
De El
accidente y otros cuentos inéditos (1997)
“Invitación
al campo”
“Luna
de miel”
Novela:
Reencuentro de personajes, 1982
Novelas
cortas:
Un traje rojo para un duelo, 1996
Un
corazón en un bote de basura, 1996
Primer amor, 1996
jueves, septiembre 01, 2016
Hoy hablaré sobre Eça de Queiroz
Hoy daré una charla sobre cuatro novelas de la última etapa José Maria Eça de Queiroz en el ciclo Charlas portuguesas de la Cátedra José Saramago de la Facultad de Filosofía y Letras de a UNAM.
domingo, agosto 14, 2016
Los bárbaros somos nosotros
Hoy se publica, en las páginas del suplemento cultural Confabulario, del periódico El Universal, mi ensayo «Los bárbaros somos nosotros», en torno a algunos aspectos de la obra cuentística del autor mexicano Eduardo Antonio Parra. El enlace es este.
jueves, agosto 11, 2016
Elena Garro
La Revista de la Universidad de México de agosto publica mi ensayo "Entre el poder y la traición", un fragmento de mi prólogo a los Cuentos completos de Elena Garro, que editó Alfaguara hace poco.
lunes, agosto 08, 2016
Nada hay más bello que―
El primer número de la revista Cruce Riviú, en sus páginas 66 a 68, publica mi texto de narrativa «Nada hay más bello que―». El enlace de la edición en Issuu es este.
Nada hay más bello que—
Geney
Beltrán Félix
Se
conocieron en una fiesta hace cosa de cuatro años, él la anduvo hostigando,
ella sutilmente lo mandó a la chingada. Cuando después de los tequilas ella se
dejó ser llevada al baño, ahí cogieron: él se quedó como loco (de fascinado) y
la buscó al día siguiente. Luego de unas copas de vino o dos que tres cervezas,
se iban al departamento de ella, por la tardenoche. Sus encuentros eran
guarros, inmediatos, fluidos. Se dejaban ahí desnudos en el colchón y la luz se
iba disfrazando de negrura. A veces hacía ella oír unas palabras sobre si
sentiste el temblor de la madrugada, o que hallaron una fosa con más de cien
pobres inocentes cerca de San Fernando, y aun con saberse un hombre tan huraño
y tan lacónico, nunca supo él de la incomodidad que se forma entre dos cuerpos
que sólo tienen sexo y una vez tenido quieren separarse, vestirse, nos vemos.
Algo lo llevó a contarle de su infancia, más bien del hermanastro mayor tan
maltratado por su madre, o la vez que en un parque se quedó viendo a un anciano
sentado en una banca que estiraba los brazos y boqueaba como si nadase en un
agua de aire, la gente seguía su curso hasta que llegó un policía a gruñirle
ruco qué payasadas son esas. Ah. Se diluía esa tensión de adentro que siempre
lo pone en guardia ante los otros, y había para él un olvidarse de lo que el
mundo roba grita pide: un puro bienestar se le inmiscuía en el alma de las
células y le ablandaba la voz. Claudio no mencionaba nunca a Inés, ella tampoco
decía nada de tengo novio, pareja, otro amante.
Y
un lunes le llegó el mensaje “Salí de ciudad. Te llamo pronto” (ya llevaban dos
meses). Él claro que esperó; y el miércoles ni el jueves llegó nada, y no supo
cómo pero lo que antes era un juego (entrar a la compu de Inés y vagar por
sitios de autos, de fotos de modelos, masturbarse viendo porno y escribir
palabrotas en foros políticos) se le fue volviendo... ¿qué?: se le fue
volviendo insoportable. Bajo su piel a la altura del tórax una movediza rata se
afilaba los dientes con su oxígeno: e iba a visitar entonces el Muro de
Juliana. Ahí leyó el jueves Ando muy
resfriada, al día siguiente Me escapé
a la playa, regreso el lunes!, luego fotos en una cantina con un tipo
treintón: se le veían, a ella, las mejillas rosadas (su actitud de brindis
sensualmente feliz). No la llamó. No le escribió. ¿Mostrarse débil, tembloroso?
A la semana vio en ese mismo Muro, ahí tan absurdamente a la vista del mundo
entero, dos palabras cursis escritas por: por un idiota llamado Tomás
Izquierdo. Y ella respondía también te amo Tomi.
Él
le escribió un mensaje lleno de hijadeperras y de (pero lo borró antes de
enviarlo) quien-te-ama-soy-yo-pinche-traidora. Por celular le invitó a un café,
adelgazando lo perentorio en su voz (sonando suave y bienvenido). Ella pospuso
en dos, tres ocasiones, hasta que en un café de chinos le contó me enamoré de
repente: habían andado ella y Tomás al principio sólo tonteando, pero cuando se
dio cuenta de que la cosa iba en serio, decidió alejarse (de Claudio). Era
Tomás un colega de la oficina recién contratado. Estaban por irse a vivir
juntos (lo dijo con un tono seco y directo). Él le tomó la mano. ¡Hasta le
sonrió! “Suerte. Nada hay más bello que”: aunque por dentro era puros celos y
coraje: esas palabras tan cursis Nada hay
más bello que (lo sabía) eran las correctas, pero también—: puaj. Cuando se
levantaron de la mesa ya para salir, él se sentía de la verguísima, como si le
hubiese caído un taladro en las tripas y aun así debiera seguir respirando,
caminar: sonreír.
Cogía
con Inés ahora renovada y furiosamente, pero al poco tiempo vio con susto a los
dos Claudios que se hacían señas de guerra dentro de sí: mientras el
Claudio-cuerpo desayunaba huevos con machaca y charlaba con Inés sobre una
balacera de a tres cuadras —o veía en el metro anuncios de carreras cortas de
contaduría, compraba tlacoyos y tomates en el tianguis, o ahí en su trabajo hundía
una jeringa en el costado moreno de un adolescente—, el otro Claudio, el
Claudio de aire era una mente obsedida por invertir los términos de lo real, y
poner la entera vida de Juliana entre esas colchas en las que dormía la carne
de Inés, y ver abrirse la voz gozosa de Juliana ahí donde nacía la voz árida y
anoréxica del cuerpo soso con el que llevaba dos años viviendo. Ese Claudio
ajeno llegaba ciertas noches a provocarle una sensación de aire que no atina a
dar con los pulmones, y esto coincidía con una vista nebulosa al buscar sin
éxito fijar los contornos de la cómoda la ventana el ropero.
¿Tanto
quiso a Juliana, por qué no fue a rogarle ya deja a ese pendejo? Verla al poco
tiempo en sus fotos del Muro, feliz abrazada, cada día más gorda, al lado de
Tomás, con sus mensajes a un hombre de rasgos tan insulsos (¿qué le veía a ese
rostro alargado tan pálido, a su bigotito caguengue?, ¿lo había preferido acaso
por ser blanquito?): y un temer irrumpir en ese feliz embarazo con chantajes
grotescos. Estaba la envidia: Tomás se expresaba en el Muro feliz con la
llegada de un bebé, cuanto que él, Claudio, sí, luego de cada uno de los dos
abortos que Inés había tenido, se vio —sin decirlo francamente— dispensado de
una carga ya no futura, con todo y que la abrazaba y le decía veremos otro
doctor, carajo no es el fin del mundo.
Pero
en lo más cierto de sí estaba la desidia de un desencantado: una relación con
Juliana sería, cómo negarlo, tan grata y tan nefasta como la suya con Inés
(igual, pues, a fin de cuentas); a sus 31 ya no habría nada nuevo porque las
mujeres serán para alguien de tundra como él siempre tan las mismas. ¿Para qué
matar lo que ya tenía con Inés si en una relación con Juliana todo habría
también de lentamente pudrirse en los sucesivos destrozos del futuro?
Y
así un buen día decidió borrar de su red a Juliana: para descubrir entonces que
ella misma lo había bloqueado acaso en días recientes de su Muro, y esa patada
en el culo de su orgullo lo ayudó a estrangular a la testaruda rata de su
adentro.
miércoles, julio 27, 2016
El cuento y sus alrededores, con Enrique Serna
Hoy a las 7 pm tendré una charla en torno al género cuentístico, con Enrique Serna, en el Centro Cultural Elena Garro, al sur de la Ciudad de México... Con esta presentación termina el ciclo El cuento y sus alrededores, que empezó a principios de junio.
jueves, julio 21, 2016
sábado, julio 16, 2016
José de la Colina contra sí mismo
El suplemento El Cultural publica hoy en sus páginas mi ensayo "José de la Colina contra sí mismo". El enlace está aquí.
sábado, junio 11, 2016
Los cadáveres de la impotencia
La Revista de la Universidad de México publica en su edición de junio un texto crítico de la escritora Cristina Rascón sobre mi novela Cualquier cadáver, Premio Bellas Artes Colima. Aquí está la liga.
viernes, junio 10, 2016
El sudor
La revista Este País publica en su número de este mes mi cuento "El sudor". Aquí está el enlace.
miércoles, junio 08, 2016
miércoles, mayo 25, 2016
Tres cadáveres de Carlos Fuentes
El sábado pasado, el suplemento El Cultural publicó mi ensayo "Tres cadáveres de Carlos Fuentes". La liga es esta.
martes, mayo 24, 2016
Los expedientes incompletos
La revista Letras Libres de mayo publica mi texto crítico sobre la novela Huesos de San Lorenzo, de Vicente Alfonso. La liga es esta.
domingo, mayo 08, 2016
La orfandad es un país extranjero
El suplemento cultural Confabulario, del periódico El Universal, publica hoy domingo mi ensayo "La orfandad es un país extranjero", sobre algunos aspectos de algunos cuentos del gran Sergio Pitol. El ensayo se puede leer en este enlace.
sábado, mayo 07, 2016
Últimas rebeldías de Elena Garro
Hoy se publica en las páginas del suplemento El Cultural, de La Razón, mi ensayo "Últimas rebeldías de Elena Garro", sobre tres novelas de la autora mexicana publicadas en 1996: Primer amor, Un corazón en un bote de basura y Un traje rojo para un duelo. Aquí está el enlace.
miércoles, abril 13, 2016
La vida horrible
Publiqué este mes, en la revista Este País, un ensayo sobre la cuentística de José Emilio Pacheco, de título "La vida horrible".
LA VIDA HORRIBLE
José
Emilio Pacheco había pasado de la cincuentena y tenía ya en su lista de obras
dos libros de cuentos cuando, en 1990, reunió entre las tapas de un nuevo
volumen una diversidad de textos narrativos escritos entre 1956 y 1984 y que se
habían publicado en revistas y suplementos aquí y allá. La sangre de Medusa y otros cuentos marginales resulta, como sería
previsible y sin que haya en ello desdoro, más una antología personal de lo
disperso, un tomo misceláneo salpicado de las muy heterogéneas inclinaciones
temáticas y técnicas del escritor entre la adolescencia y la precoz madurez. El
adjetivo “marginales” efectivamente delataría la posición de estas escritos
ante las dos recopilaciones de cuentos ya editadas por Pacheco; frente a la
selección depurada y unitaria que hay detrás de El viento distante (1963) y El
principio del placer (1972), los textos de La sangre de Medusa habrían quedado inicialmente fuera acaso no —o
no sólo— por un criterio insobornable de alta exigencia en la calidad, sino por
parecer dispares o disonantes en una visión de conjunto. ¿Eso los hace menos
parte de la obra de Pacheco? ¿Conllevan un signo de extranjería en el
territorio literario del autor?
No ciertamente. Una de las derivas más
relevantes en La sangre de Medusa luce
una fuerte estela borgesiana que se manifiesta en reescrituras, parodias y
pastiches de algunos hitos mayores de la tradición cultural de Occidente, y que
estaría emparentada con generosos ejemplos en el corpus poético del autor, así
como con la familiaridad exegética que se muestra en sus artículos literarios
de la prensa. Una instancia de este perfil de escoliasta en La sangre de Medusa es “Gulliver en el
país de los megáridos”, que se presume como un capítulo inédito de la obra
clásica de Jonathan Swift y que originalmente apareció el 22 de noviembre de
1982, en las postrimerías del gobierno del presidente José López Portillo, en
la revista Proceso.
Gulliver llega a la isla de Megaria. Su
retrato del país imaginario involucra tácitas referencias al México de los años
setenta. Con las sutiles armas del sobreentendido propias de la sátira
swiftiana, Pacheco describe a su país al hablar de Megaria: una sociedad
corrompida, con poderosos que gobiernan de forma despótica y habitantes que
pasan de la agresividad a la cortesía súbitamente, así como un entorno
aniquilado: “bosques enteros destruidos sin que se planten nuevos árboles, ríos
agonizantes que arrastran toda clase de suciedades y desperdicios, campos
fértiles transformados en basureros…” Con todo, el Gulliver de Pacheco no
dramatiza los hechos que conducen a los megáridos a esta situación tan
infortunada; más que un conflicto, el relato enumera una serie de
circunstancias que ya están dadas. La destrucción de Megaria ya ha tenido
lugar.
No es ese el único escrito de La sangre de Medusa en que Pacheco une su carácter de escoliasta a
una prospección pesimista de la realidad mexicana. En “Un visionario”, pastiche
de cariz periodístico, se habla del descubrimiento en Viterbo de grabados
desconocidos de Giambattista Piranesi: “El inventor de laberintos, hipogeos,
prisiones, murallas oníricas describe en estas imágenes de hace doscientos años
nuestro presente”. Además de los cuadros infaustos de Venecia, Roma y París,
Piranesi habría pintado escenas del México moderno, una “inmensa ruina de
fealdad y desastre”.
Es natural ver en José Emilio Pacheco a un
autor, tanto en la lírica como en la ficción, obsesionado con los recuentos de
la decadencia y la ruina, una voz que, a la manera de Jeremías, se conduele de
las calamidades y naufragios que han hundido los valores y las bellezas
pretéritas. Ese temple vincula de forma enfática a La sangre de Medusa con el resto de su obra. En ocasiones, este
ánimo se aprecia con un tenor agriamente humorístico, como en la minificción
“La lechera”, en que retoma, transgrediéndolo, el molde añejo del cuento
tradicional, para insertarlo en el contexto amenazado por la bomba atómica
durante la Guerra Fría: “La lechera hacía proyectos mientras caminaba por la
ciudad. De pronto ella, su jarra y sus ilusiones se volvieron añicos en la
explosión nuclear”.
Nacido en 1939 en la ciudad de México,
José Emilio Pacheco creció durante los años dorados del Milagro mexicano. El
joven país salido de la gesta revolucionaria con un puñado de ideales de
redención social entró desde la década de 1940 en una etapa de crecimiento
económico y estabilidad política conseguidos gracias a la sustitución de
importaciones, la represión y la cooptación, y a la que se le aparejó una
corrupción desmedida, siempre impune, en los distintos espacios del gobierno.
No deja de ser sintomático que muchos de los cuentos de Pacheco (sobre todo en El viento distante y el primer relato,
homónimo, de El principio del placer) presentan, con ese trasfondo de una
púber nación gradualmente despojada de sus sueños de igualdad y democracia, a
niños o adolescentes en su camino hacia la adultez, y que este proceso conlleve
el desengañado develamiento de la naturaleza malévola de los mayores. Estos
niños son usualmente chicos sensibles y soñadores, cuya imaginación ha sido
sostenida por historias de aventuras provenientes de la novela o del cine. La
sociedad, no obstante, a través de unos pocos sucesos definitorios les opone
facetas distinguidas por el prejuicio, la falsedad, el abuso, la hipocresía, el
robo y la codicia, que hacen añicos, y ya sin retorno, los tenues pilares de
ese reino primario de la infancia.
Lo que define a la adultez es una tara: la
corrupción moral. Los padres, los tíos, los adultos en general, son tramposos,
falaces, egoístas, en una sociedad regida por políticos que se enriquecen
insaciablemente de la noche a la mañana, lo que dibuja un vínculo acusatorio
entre la venalidad de los poderosos y la comunidad que los tolera y consiente.
En “Langerhaus” (El principio del placer), el narrador, Gerardo, cuenta cómo uno
de sus compañeros de tiempos escolares ha sido nombrado subsecretario. Durante
una cena para festejar el nuevo cargo, Morales “se muestra sencillo y cordial
con un grupo útil para sus ambiciones. Lo elogiamos sin recato como si nos
hubiéramos puesto de acuerdo”. Poco antes, Gerardo ha consignado cómo “la gente
de mi edad llega al poder como una concesión a esa juventud que se rebeló en
1968 y a la que no pertenecemos. Es decir, escala posiciones sobre los muertos
del 2 de octubre en Tlatelolco”. Aunque ya un adulto, él comparte la
perspectiva de los niños: no puede dejar de referir con crudeza y desazón el
actuar ajeno tanto como el propio cuando este se aparta de lo justo.
Ya sea en tercera, segunda o primera
persona, la escritura con la que se despliega esta visión ética en los cuentos
de Pacheco es una prosa limpia y cristalina, destilada a partir de una búsqueda
severa de la precisión y la contención. En “El principio del placer”, el
protagonista, Jorge, lleva un diario en que narra su vida en el puerto de Veracruz
y su enamoramiento de una chica pocos años mayor que él. Su cuaderno muestra
una sencillez confesional, sin arrebatos. Y es en este diáfano río verbal donde
se insertan las voces toscas de la madurez. El caso más agresivo es el de un
anónimo que llega a la casa familiar alertando sobre la libertina conducta del hijo, que seguiría los pasos del promiscuo
padre. Los diálogos tienen también una tonalidad contrastiva, no exenta de
crispación: “tu error fue tratar a Ana Luisa como una muchacha decente y no como
lo que es”, le dice a Jorge la novia de un ordenanza de su padre. “Te lo digo
con todas sus letras: una putita que se acuesta con viejos repugnantes para
sacarles dinero. La culpa es del borracho de su padre, un huevón al que no le
gusta trabajar, y de la madrota que vive de conseguirle clientes a tu
noviecita”. En general, la cuentística de Pacheco congrega una variedad verbal
en la que diversos depósitos sociales del lenguaje —el habla viva de la calle o
la radio, las formas a menudo mendaces del periodismo, por ejemplo— exhiben la
tensión entre la limpidez y la suciedad moral o, con mayor enrarecimiento, las
turbias danzas entre la verdad, la sospecha, la insidia y la mentira.
Así como ocurre con el protagonista de la
novela corta Las batallas en el desierto, la discrepancia entre lo ideal y lo
real conduce a los niños y adolescentes al abatimiento de la neurosis. “La vida
de todo el mundo siempre es horrible”, concluye Jorge en un punto de “El
principio del placer”. Parecería no haber asegunes para tan desconsolado
dictamen. El viento distante incluye
una colección de microrrelatos titulada “Parque de diversiones”. En una de
ellas, se habla de una estación de ferrocarril a la que llegan muchos niños.
Ellos suben al tren, se sobresaltan cuando el vagón arranca: “Luego miran con
júbilo a los bosques, la maleza, la cadena de lagos, las montañas, los túneles.
Lo único singular es que este tren nunca regresa. Y cuando lo hace los niños
son ya adultos y están llenos de miedo y resentimiento”. Aquí, en una nuez, se
encuentra condensado el conflicto dramático elemental de la prosa de ficción en
Pacheco: el paso del júbilo a la decepción que significa llegar a la adultez.
Y, quizá exagero, también está ahí la explicación de por qué el autor no
acometió después de Morirás lejos, El principio del placer y Las batallas en el desierto una empresa
narrativa de otras extensiones y pluralidad de ámbitos: el pesimismo —como el
que se ratifica en numerosos de sus textos— es tajante; no admite peros ni
matices. Esta percepción por entero fatalista de lo que entraña ser adulto
habría anulado la contingencia, la incertidumbre, la particularidad no
determinista de la novela moderna, que requiere, sabemos, de tensión,
conflicto, posibilidades contrapuestas en los destinos humanos. Pacheco,
pienso, fue congruente con esta visión sin tonalidades de una sociedad y un
país en irremisible caída hacia la podredumbre moral: ¿qué más se puede fabular
de la devastada Megaria que conoce Gulliver y de la que con tantas dificultades
logra huir? El casi total silencio de Pacheco en la ficción breve coincide con
la traición final de los ideales de la Revolución mexicana: la última franja
del siglo xx y los comienzos del xxi, las décadas terminales de la
dictablanda priista y la desilusionada transición de los gobiernos del Partido
Acción Nacional. Hasta podríamos elucubrar una suspicaz coincidencia en el
hecho de que su fallecimiento, ocurrido en enero de 2014, se haya dado poco
después de que el Partido Revolucionario Institucional regresó al poder de la
presidencia. La intuición de fondo sería: ¿para qué narrar los conflictos
humanos en un país como este si en todas las instancias nos espera la amargura
del fracaso?
Pero hay otra cosa. A diferencia de la
dañada adultez, la infancia en Pacheco supondría una mayor abundancia de tonos
y ánimos. Por lo menos, me interesa destacar el hecho de que el punto original
desde el que arranca la pauta de desilusión en estos chicos no necesariamente
tiene que ver con la pureza. Quiero decir: ellos —son varones casi siempre—
traen en la cabeza una futura existencia donde la valentía y el amor los
definiría; pero en su vivir diario pueden dejarse llevar por la trasgresión.
Jorge, en “El principio del placer”, no tiene reparos en falsear los hechos
cuando así lo requiere. Luego de pelearse con un compañero de la escuela que se
burlaba de que anduviera con una muchacha “que se acuesta con todo el mundo”,
él acepta que en su casa tuvo que
mentir: “dije que peleé porque criticaron a mi padre debido al asunto de la presa”.
No sería sabio así llegar a la conclusión
de que los niños de Pacheco son inocentes o puros. Ocurre más bien que su
imaginario está nutrido por las historias tópicas de audacia y heroísmo que las
sociedades humanas han moldeado para exaltar las mentes más impresionables y
así encubrir las propias vilezas de la comunidad; se trata de un idealismo
impuesto por el entorno, no de una inclinación natural de la especie (¿qué sería lo natural a fin de cuentas?). En “El parque hondo” (El viento distante), un niño es enviado
con el veterinario a entregar para su sacrificio a una gata moribunda, la
mascota adorada de su represiva tía. En el camino, sin embargo, acepta junto
con su amigo matar a la gata y gastar en el cine el dinero. Otro ejemplo es
Adelina, protagonista de “La reina” (del mismo libro), una adolescente enojada
debido a que su mayor rival está por ser coronada reina del carnaval de
Veracruz. La narración deja ver a una jovencita lacerada por la envidia y el
despecho, a quien delata la discordancia entre las melosas cartas que dirige al
muchacho de quien está enamorada y la violenta dicción con que habla a su
hermano. En este sentido, es más adecuado hablar no de la “pérdida de la
inocencia” sino del “descubrimiento de la propia corrupción” en los niños y
adolescentes de Pacheco. La diferencia se halla en que, por lo menos, estos
personajes no esconden hipócritamente sus taras; conocen y se dejan llevar, sin
pudor, por el resentimiento, la ira y el miedo.
Conviene no olvidar que el título de uno
de los relatos más notables de Pacheco es el ya citado “El principio del
placer”. Hay aquí, por supuesto, un filón irónico, pues la narración de Jorge
exhibe muy poco gozo por su desaliento ante lo imperfecto de la humanidad. Pero
si leemos el título literalmente veríamos la historia futura de Jorge: la
adolescencia como el inicio de la única existencia real, una en que se vive, e
incluso se conoce el placer de vivir en un mundo incierto y perverso, dominado
no por la oscuridad total de una vida “horrible” sino por el claroscuro, el
azar, el ir y venir de la dicha y el sufrimiento. Esta sería la contracara del
orbe ficcional de Pacheco, los otros libros posibles de sus personajes, “lo que
no está escrito, lo que no se dice”, como se lee en su último cuento, “La niña
de Mixcoac”.
miércoles, marzo 30, 2016
Diles que no me filmen
El próximo lunes 4, a las 6:30 pm, estaré en el Centro Cultural Elena Garro, de Educal, en la Ciudad de México, para charlar sobre una adaptación cinematográfica de Pedro Páramo.
Elena Garro, la sublevada
Ya están a la venta en México los Cuentos completos de la grandiosa escritora Elena Garro, cuyo centenario se ha de conmemorar en diciembre próximo. El sello que edita es Alfaguara. El prólogo es mío.
domingo, marzo 27, 2016
Los pasos perdidos de Salvador Elizondo
El suplemento Confabulario, del periódico El Universal, publicó hoy un mi ensayo titulado "Los pasos perdidos de Salvador Elizondo". Este es el enlace.
domingo, marzo 20, 2016
¿Y cómo se vive mejor que sublevado?
La revista Horizontal publicó hace dos días mi ensayo «¿Y cómo se vive mejor que sublevado?», sobre los temas del poder y la migración en el segundo libro de ficción breve de Elena Garro: Andamos huyendo Lola.
viernes, marzo 18, 2016
Saga del héroe nervioso
Allá por el 2007 publiqué en la revista Nexos este ensayo sobre la obra de Sergio Pitol. Lo recupero hoy en el cumpleaños de este autor mexicano.
SAGA DEL HÉROE NERVIOSO
SAGA DEL HÉROE NERVIOSO
En el principio fue el narrar. Desde el origen de la historia predomina el
relato sobre la reflexión. Primero fue Homero y después Sócrates. Y tan es así
que Dios, uno de los más antiguos narradores fantásticos, autor del Génesis
—entre otros títulos—, antecede a los primeros críticos y ensayistas: Job,
Isaías, Qohélet.
Milenios después, en la obra de Sergio Pitol
al principio fue también el relato. Él mismo ha referido la fábula de su
formación literaria. Salvo por algunos ensayos sobre literatura, las décadas de
los sesenta y setenta disciernen en su trayectoria el predominio de la ficción
con varios tomos de cuento y una novela: El tañido de una flauta.
Los ochenta fueron los más prolíficos de su narrativa. En 1981, ya casi
al doblar el medio siglo de su vida, publicó Nocturno de Bujara, una colección de cuatro relatos
excelentes después reeditada como Vals de Mefisto, a la que siguieron Juegos
florales, El desfile del amor y Domar a la divina garza. Estos
cuatro títulos habrían bastado para darle un sitio irrefutable en la literatura
mexicana. Sin embargo, el lector asiduo de Pitol tiende a considerar que su
mejor escritura está en el Tríptico Tardío, que se abrió en 1996 con El arte
de la fuga, y que conformarían también el breve y delicioso El viaje
y El mago de Viena, publicado en 2006.
El lugar común
habla de la mixtura de los géneros como el sello de esos tres libros de Pitol.
Con todo, aclárese que en varios de los títulos anteriores a El arte de la
fuga la escritura o —dicho con un cariz más amplio— la creación constituía
el tema central y aceptaba diferentes perspectivas y tratamientos. Pienso no
obstante que la virtud del Tríptico Tardío consiste en el hecho de que Pitol se
convirtió en esas páginas en el personaje principal, en el héroe nervioso y
obsesivo de sí mismo.
Sergio Pitol,
por supuesto, no ha sido el primero en mezclar géneros. No sería desmedido
afirmar que una costumbre de nuestra época consiste en aplaudir sin reserva las
obras en las que las fronteras entre los géneros literarios se han perdido o
por lo menos difuminado. No es infrecuente detectar a lectores boquiabiertos
ante libros misceláneos, en los cuales uno tropieza, muy gozosamente, con la
promiscuidad de apuntes de viaje, narraciones autobiográficas, reflexiones,
ensayos, citas, máximas, crónicas, entradas de diario, etcétera. Esos tomos
híbridos para nada podrían ser argumentados como una exclusividad de nuestros
años posmodernos. El siglo XVIII y el XIX ofrecen algunos ejemplos de prosas
hesitantes y multiformes, como el
Viaje sentimental de Sterne, Jacques el fatalista de Diderot,
Suspiria de profundis de De Quincey, el Viaje alrededor de mi cuarto de
Xavier de Maistre o los Viajes por mi tierra del lusitano Almeida
Garrett.
Este tipo de
obras son aún, sin duda, una excepción. Pues en la actualidad se siguen
escribiendo y publicando numerosas novelas que son prístina y decimonónicamente
novelas, y ensayos que son argumentaciones bien escritas, bien pensadas y ya.
Los ejemplos azarosos de libros híbridos despiertan nuestra admiración y gusto
no sólo, cuando es el caso, por su gran calidad literaria sino también porque
destacan solitariamente ante la multitud de ensayos y novelas convencionales
que, incluso si se trata, en instancias fortuitas, de obras maestras, no
concitan un tono trasgresor y sorprendido del aplauso.
Habría que ir
más allá: no sólo referir el fenómeno sino hurgar en el porqué de esta
inveterada dislocación genérica. Diríase primero: en cuanto linderos, los
géneros literarios reconfortan. Dan certidumbre, identifican retóricamente un
objetivo, un planteamiento, una oferta social de lectura. Y si los géneros
literarios —dicho laxamente— son la expresión política de una época, en la modernidad
no habría nada más político y nada más epocal que la novela, el género que
vuelve placer la introspección, seducción la crítica, alucinación la necesidad
de subversión a través de la escritura. Ha sido además la novela un género
voraz y abierto: pues habría de mencionarse que, de la misma forma como se ha
apropiado de recursos o pautas del cine o de la música, o de acercamientos del
psicoanálisis y el mito, el género de Cervantes ha dado cabida también a una
vena ensayística. Autores diversos han convertido sus novelas en foros de
discusión de temas de casi todo tipo —estéticos, sociales, filosóficos,
políticos—, desde Voltaire, en su faceta de autor de nouvelles,
Dostoievsky y Proust hasta Thomas Mann, J.M. Coetzee y Ricardo Piglia. Uno
podría muy bien preguntarse: si la novela en su trama admite argumentos y
reflexiones, ¿cuál es la necesidad del novelista de saltar de la narrativa a
los tomos de ensayo? ¿Es que realmente hay cosas que sólo el ensayo —y no la
novela— puede hacer?
Una respuesta
posible: el ensayo es también un género invasor y pantagruélico. A diferencia
del contrato de lectura propuesto por el narrador y sustentado en la suspensión
del juicio, el ensayo, aún sabiéndose o intuyéndose forma antes que idea,
precisa de una pátina de respetabilidad que ha venido obteniendo por la
presunción de la sustancia. Es decir, las ideas, en un connubio necesarísimo y
polémico con el yo. Porque desde los tiempos novicios del género, en el siglo
XVI, estas ideas —humanizadas por el yo, agente de la limitación y el charme—
han carecido de la profundidad y el hieratismo del tratado y han consistido en
argumentaciones sólo posibles.
Bien habría Pitol conocido
este fenómeno para discernir al ensayo no sólo como idea. Al dar el salto final
de la novela al Tríptico Tardío, tuvo claro que el ensayista puede construir su
argumentación a la manera como el narrador cimienta sus ficciones. Sólo que, en
vez de edificar un mundo de lógicas ficticias paralelas, el ensayista —pienso
en Calasso y en Magris— despliega su ficción argumentativa con base en
relaciones incomprobables pero verosímiles entre hechos, conceptos,
reflexiones, citas textuales, apuntes cronísticos, datos históricos o tomados
de la ciencia, el rumor, la experiencia, la estadística, o sea, cualquier tipo
de prueba que pueda ser llamada a participar en la construcción híbrida de un
argumento; esto es, de una ficción no del todo cierta pero con un aire de
convincente, ya que no de irrefutable.
Añádase la
apreciación de que estas prosas mixtas responden a una coyuntura: el escritor
no tiene manera de hablar hoy en nombre de una colectividad. Incluso, el
surgimiento a fines del siglo XX de obras como las de Sebald o Vila-Matas, de
Javier Marías o Kertész, afianza una forma literaria del síndrome de Stirner:
una época de individualidad extrema en la que únicamente queda escribir, con el
pleno ejemplo de ironía de Laurence Sterne, sobre la circunstancia mínima e
inalienable de cada autor.
De este modo,
el Museo de la novela de la Eterna de Macedonio Fernández, los Diarios
de Witold Gombrowicz, La tumba sin sosiego de Connolly, las Prosas
apátridas de Ribeyro, Simiente de Esther Seligson o La invención
de la soledad de Paul Auster, o en general varios textos inclasificables,
algunos de ellos revindicados por la novela, podrían indicarnos que estamos
ante un episodio distinto del género ensayístico en su evolución: su voracidad,
instigada por un yo expansivo, le permite invadir los linderos de la ficción o
en general apropiarse sin pudor ni desdoro de recursos de la narrativa.
Esta voracidad
sería uno de los caminos posibles al ensayista no-filósofo, al académico
imposible y tránsfuga, al disertador inexacto. La antinomia hodierna del
tratado: el ensayo como ficción. El ensayista como héroe de sí mismo. Como muy
oportunamente lo refrendan los textos de Ícaro,
la antología recién publicada por la editorial mexicana Almadía, Pitol puso frente al lector su propia
individualidad —memoria, creación, criterio— como tema de su escritura y, a la
par de prosistas anteriores y coetáneos, anuló el debate de la agrimensura
genérica. Su obra, del relato
al ensayo, da un testimonio de su existencia y sus oníricas relaciones con la
realidad, de la cual la misma literatura es un elemento medular. «Abolido el
entorno mundano que durante varias décadas circundó mi vida, desaparecidos de
mi visión los escenarios y los personajes que por años me sugirieron el elenco
que puebla mis novelas, me vi obligado a transformarme yo mismo en un personaje
casi único, lo que tuvo mucho de placentero pero también de perturbador», se
lee en El mago de Viena sobre la génesis de El arte de la fuga.
Veamos: sus viajes y estancias en
Varsovia, en Roma con las hermanas Zambrano, en la Moscú de Brezhnev, en
Barcelona a fines de los sesenta, en Praga antes de la caída del Muro; sus tics
y manías de diplomático, su oído sordo, la hipnosis y la muerte temprana de sus
padres. Sus amistades literarias, tan venturosas e iluminadoras. Sus lecturas
de Joseph Conrad, Gógol, Kusniewicz, Tsvietáieva, muchos más. Resultado:
distintos temas y géneros al servicio de una escritura multiforme y
hospitalaria. En síntesis: Pitol —nervioso, viajero, melancólico y políglota—
es no sólo el personaje emblemático de su obra sino uno de los más entrañables
de la literatura actual en lengua española.
miércoles, marzo 16, 2016
Fragmentos de una novela corta
El suplemento Confabulario, del periódico El Universal, publicó el domingo 13 un puñado de fragmentos de mi novela corta inédita No nos vamos a morir mañana. Aquí está el enlace.
domingo, febrero 28, 2016
Una respuesta
Publiqué el 17 de febrero pasado un ensayo de título "Esto es lo que (no) hay: la literatura en el México del 2016", en la revista virtual Horizontal. En el sitio web de la revista Letras Libres, el profesor y escritor Jorge Téllez hizo aparecer, el pasado día 25, un texto, "Stendhal en el parque", en que aborda algunos de los asuntos tratados por mí en aquel ensayo. Me pareció necesario escribir los siguientes comentarios:
El texto de Jorge Téllez incluye tergiversaciones y
simplificaciones de lo que yo he escrito. Él afirma que, para resolver el
problema de la ausencia de disenso en la literatura mexicana, propongo en “Esto
es lo que (no) hay” el nacimiento de un Instituto del Libro. Falso. Lo que sí
dije es que un Instituto de Libro sería el mecanismo adecuado para hacer
resurgir —no la crítica— la industria editorial mexicana. ¿Por qué la
confusión? Me temo que Téllez ve más fácil refutar a un colega caricaturizando
sus argumentos.
Lo mismo ocurre en su muy
veloz comentario de mi texto “Escribir esta historia es imposible”, sobre los
dos libros recientes de cuentos de Gabriel Wolfson, Profesores y Be y Pies.
Téllez omite sospesar mi reflexión sobre las condiciones en que se gestaría una
ficción con esas características, y las repercusiones políticas que habría de
tener; todo lo explica, en cambio, con base en un supuesto prejuicio ante el
académico que no sale al parque. Téllez se apresura: antes de juzgar, es
necesario analizar los decires ajenos. De fondo hay en este reparo suyo,
sospecho, la idea de que la creación contemporánea sólo puede ser desmenuzada
de una estricta forma, con unos lentes que, por lo que leo, él supone sólo se
entregan en la academia. Pienso en la crítica como un diálogo más amplio y más
libre, donde no se requieren doctorados sino argumentos.
El tenor principal de
la respuesta de Téllez es la reivindicación de las labores académicas. Para él,
si no lo leí con el apresuramiento que él mismo se permite, la reseña ha
desaparecido en México porque ha cedido su lugar a los estudios y monografías que
salen de los cubículos. Hay dos errores aquí. Uno es: desde hace muchas décadas
existen estudios académicos en México; convivieron, de hecho, con el periodismo
literario. Lo que sí es innegable es que, mientras la academia en México sigue
recibiendo subsidios para fomentar investigaciones como las que Téllez cita, y
muchas más, y mientras numerosos mexicanos han podido realizar su carrera y su
obra, con merecidos apoyos, en universidades de Estados Unidos, la reseña no ha
contado con la misma suerte. Que Téllez se permita la impresionista afirmación
de que en mi ensayo hay una “nostalgia” por un mundo perdido, le sirve para validar
el actual estado de cosas y no adentrarse, libre de prejuicios, en la exploración
del fenómeno. Así, evita enfrentar lo que al fin señalo en “Esto es lo que (no)
hay”: que la muerte de la reseña tiene en México causas sistémicas (el
mecenazgo y la concentración editorial) y consecuencias sociales y políticas (el
nulo diálogo en torno de los libros en la vida del ciudadano de a pie), y que
hay una relación entre una comunidad cultural que no discute públicamente sus
libros y la dificultad de nuestra sociedad para enfrentar con mayor énfasis
crítico la deriva de corrupción y violencia en que se halla el país. ¿Por qué
Téllez elude estos temas?
Jorge Téllez también se
equivoca en otro aspecto: la reseña y el paper
nunca han tenido la misma función. Es ilusorio buscar aquí una dicotomía: no es
que los reseñistas de hace cuarenta años sean los profesores de 2016; no es
que, si hay academia, no puede haber periodismo literario. Investigación y
divulgación se necesitan una a la otra. Porque lo que tenemos ahora es la
pérdida de espacios para la difusión y el diálogo libresco en la esfera
pública. De hecho, la producción académica conoce la misma suerte de mucha de
la literatura mexicana: su escasa o nula circulación fuera del ámbito propio da
lugar a que lo verdaderamente valioso de sí difícilmente alcance una
repercusión social. Esto se debe, creo, no a una conjura de escritores prejuiciosos
contra el medio universitario, sino a un problema estructural que define la
ordalía de la cultura de hoy en México, y en lo que nunca será innecesario
insistir: tanto el desastre educativo, la falta de librerías y el
desabastecimiento de las bibliotecas públicas, como la disposición de un estado
mecenas a subsidiar la creación mas no la crítica y los requerimientos de
validación universitaria —los de Conacyt en México— que desestimulan la
participación de los investigadores en labores de divulgación.
Llama la atención que
si Téllez tan económicamente despide a la reseña actual como “impresionista”,
“conservadora” o “ambas cosas”, no tenga el mismo ánimo exigente con la
producción académica. Cualquier diría, luego de leer su texto, que en ese
espacio no hay la menor mediocridad ni complacencia, y que, por citar ejemplos,
Liliana Weinberg e Ignacio Sánchez Prado, dos pensadores de lo más lúcidos, son
la norma y no, lamentablemente, las excepciones en un panorama, por lo menos en
lo que respecta al entorno mexicano, donde no están ausentes las mafias, los plagios
y el adocenamiento intelectual.
El camino que toma
Téllez es lo menos crítico que hay: la propaganda. Su operación de soltar
nombres y acomodar links de ejemplos de trabajo académico actual es un
ejercicio de relaciones públicas, pues lo lleva a obviar la exigencia de ofrecer
argumentos que sostengan sus elogios. No da más pruebas que sus dichos: la
enumeración entusiasta de investigadores y proyectos suple la revisión puntual
de cada uno, tarea que, ya entrados en esto, podría él mismo emprender
quincenalmente en su bitácora. El trabajo de Oswaldo Zavala, de Tumbona o de
Sur + saldría ganando si, más que blurbs apresurados que a muy poco
comprometen, recibieran un examen más detenido. El crítico, sea del gremio que
sea, nunca debe volverse un publicista; por más encomiables que nos parezcan, y
sean, las intenciones de una editorial independiente o un proyecto de
investigación, la mayor muestra de respeto que les debemos es, siempre, leerlos
con distancia y rigor, sin condescendientes palmaditas en la espalda.
Curiosa forma de
refutar mi ensayo la que encuentra Téllez: dándome la razón. En mi ensayo
señalo esa camaradería, ese campamento de boy scouts en que se ha convertido el
medio literario de México; Téllez me hace creer que esa misma camaradería sonriente
parece estar campeando en las parcelas de la academia por las que él transita.
lunes, febrero 22, 2016
Escribir esta historia es imposible
La revista Letras Libres publica este mes un mi texto crítico sobre dos libros de relatos de Gabriel Wolfson: Be y Pies y Profesores. El enlace está aquí.
viernes, febrero 19, 2016
miércoles, febrero 17, 2016
Esto es lo que (no) hay
La revista Horizontal publica hoy mi ensayo «Esto es lo que (no) hay», sobre la situación social de la literatura en el México del 2016. La liga es esta.
martes, febrero 16, 2016
A 80 años del estallido de la Guerra Civil, un acercamiento a lo mejor de la literatura española, en la Feria de Minería
La Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería está por empezar. Por cuarto año, la Feria organiza el ciclo Los Críticos Recomiendan, en que un grupo de especialistas de la disciplina literaria dialogan con los asistentes sobre qué leer y por qué. Este año, el tema del ciclo es la literatura de España, con motivo de los 80 años del inicio de la Guerra Civil.
Las mesas son las siguientes:
VIERNES 19 DE FEBRERO DE 17:00 A 17:45 HRS.
Mesa redonda: Qué leer sobre la Guerra Civil Española. Participan: Vicente Alfonso, Armando González Torres, Guillermo Vega Zaragoza. AUDITORIO SEIS.
DOMINGO 28 DE FEBRERO DE 17:00 A 18:30 HRS. Mesa redonda:
Grandes obras de ficción de España después de la Guerra Civil. Participan: Hugo
Enrique del Castillo, Blanca
Estela Treviño y José María
Villarías. SALÓN MANUEL
TOLSÁ.
Las mesas son las siguientes:
VIERNES 19 DE FEBRERO DE 17:00 A 17:45 HRS.
Mesa redonda: Qué leer sobre la Guerra Civil Española. Participan: Vicente Alfonso, Armando González Torres, Guillermo Vega Zaragoza. AUDITORIO SEIS.
DOMINGO 21 DE FEBRERO DE 16:00 A 17:30
HRS.
Mesa redonda: Obras
de las escritoras españolas más destacadas. Participan: Alma Delia
Miranda Aguilar, Iliana Olmedo, Ingrid Solana. SALÓN MANUEL TOLSÁ.
VIERNES 26 DE FEBRERO 17:00 A 18:30 HRS.
Mesa redonda: Poesía española del
siglo XX: sus libros más importantes. Participan: Juan Pablo Muñoz Covarrubias,
Fernando Fernández, Francisco
Meza Sánchez. AUDITORIO CINCO.
SÁBADO 27 DE FEBRERO DE
16:00 A 16:45 HRS. Mesa redonda: Obras notables de los autores del Exilio
Español. Participan: Lourdes Franco e Iliana Olmedo. SALÓN
EL CABALLITO.
sábado, febrero 06, 2016
El arte soy yo
Hoy se publica mi ensayo "El arte soy yo: Juan Vicente Melo y la disolución", en el suplemento El Cultural. El próximo día 9 se cumplirán 20 años de la muerte del autor de La obediencia nocturna. Aquí está el enlace.
miércoles, enero 20, 2016
La pérdida de los hijos
La poeta Karen Villeda ha escrito un texto crítico de mi novela Cualquier cadáver para la revista Nexos. El texto se puede leer aquí.
domingo, enero 10, 2016
Los rostros de la intemperie
Escribí un ensayo sobre la obra cuentística de Elena Poniatowska. Se publica hoy en el suplemento Confabulario, del periódico El Universal. El enlace está aquí mero.
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