lunes, enero 19, 2009

Con palabras de otro


«Intento leer novelas, completamente distintas, desde la de un autor francés muy renombrado, Michel Tournier, hasta autores de América Latina desconocidos, como mi viejo amigo R.R. Laborioso empeño por avanzar e interesarme por lo que dicen. ¿A qué se debe?, me pregunto. Quizás a que ambos son escritores meritorios, pero no grandes escritores. En Tournier hay algo que me irrita. Es un hombre lleno de ideas, demasiadas ideas. Filósofo convertido en novelista y ya sabemos lo que esto da generalmente. R.R. en cambio, aventurero metido a literato, nos arroja su escrito a la cara como un pedazo de bistec crudo. Ambos encarnan defectos que aquejan a los narradores contemporáneos. Defectos diferentes: el hombre llegado a la novela desde la universidad y al que llega a ella desde la vida. El primero me molesta por su excesivo afán de mostrarse inteligente, el segundo por disimularlo y aparecer como el hombre vital que se caga en la tapa del órgano. Pero la novela es otra cosa y ambos, sumando sus cualidades, hubieran dado seguramente un novelista ideal. Defecto común: creer que se puede llegar a la novela burlándose de la novela, el primero valiéndose de su savoir faire y su propósito metafísico, el segundo de su desdén por la literatura. Cuando en realidad sólo se puede ser gran novelista cuando no se quiere escribir otra cosa que una novela, con todos los riesgos que esto implica, cuando se la respeta y se admite por anticipado la posibilidad del fracaso, sin excusa ni defensa posible, pues de lo contrario la novela termina burlándose de nosotros.»

Julio Ramón Ribeyro, Prosas apátridas