martes, noviembre 08, 2011

Al norte del absurdo

La revista Letras Libres, en su número de noviembre, incluye mi texto crítico "Al norte del absurdo", sobre la novela A la vista, de Daniel Sada. Aquí dos párrafos:
Quizá no advierto que Sada evoluciona aplicando reglas nuevas, y que ahora sustituye la tensión dramática con el absurdo. En Ese modo que colma (2010), lo inverosímil lucía funcional porque se trataba de cuentos: la distancia corta no exige la resistencia de doscientas páginas. En A la vista, este absurdo se apoyaría en un rasgo temático de toda la obra de Sada: la frialdad de los lazos interpersonales. Tal vez la clave se halle en un episodio: luego de la muerte de su madre, Noemí, la sobrina de Sixto, se muestra insensible y no lleva prisa por notificar a nadie ni hacer ningún trámite: deja durante la noche el cadáver a la intemperie, solo cubierto por cobijas. Su conducta no es regañada, ni siquiera advertida por los demás personajes. Episodios así –no es el único– hablarían de una percepción de lo deshumanizado en los motivos y las acciones individuales, y explicarían la inversión de los tempi narrativos: por qué se da mayor prioridad a asuntos “nimios” y, a cambio, se deja de lado lo que un narrador psicológico o policiaco explotaría de forma principal. Así cobraría sentido ver al de los libros de Sada como el narrador sintomático de la segunda mitad del siglo XX mexicano, la Era de la Pax Priista (que para efectos literarios nomás no llega a su fin): su talante chocarrero es el síntoma de una postura de evasión ante la política, como lo sugiere la monumental Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, novela que empieza con un fraude electoral en un pueblo del norte y que a lo largo de ochocientas páginas va diluyendo la densidad moral de ese episodio –y de la represión posterior– en una disolución hacia lo ficticio, que ilustraría la nulidad del individuo y la sociedad ante la violencia del poder.
La lección: no es que en este país no haya tragedias, es que de nada sirve que se narren. El narrador introyecta la resignación mexicana ante la impunidad de la Historia. En el caso de A la vista, la lectura podría ser no menos perpleja: un homicidio casi gratuito viene seguido por una retahíla de sucesos en sí triviales pero que, en tanto delinean la crónica de lazos afectivos ya inexistentes y de una justicia que no llega –y cuando lo hace viene violenta y arbitraria–, no resultan sino signos explícitos de una época terminal.