La revista Luvina, en su número de invierno 2011, publica un texto crítico de Jezreel Salazar, sobre el libro Escritos a mano, de Esther Seligson.
Aquí un breve fragmento:
Difícil disociar cada uno de los textos que componen el libro de un universo personal y elíptico: breves relatos que parecieran tener la cualidad del «esbozo», poemas que registran experiencias en fechas o lugares específicos, aforismos que remiten a búsquedas interiores, textos de análisis que no renuncian a la subjetividad, o incluso —y paradigmáticamente— entradas de un diario. Por la manera en que está estructurado el libro, pareciera que estamos ante el cuaderno personal de la autora, en el cual a un fragmento narrativo le sigue un texto lírico, y a éste una anotación ensayística. No obstante, en medio de esa heterogeneidad construida por fragmentos, se mantienen un estilo y una voz que se halla todo el tiempo en búsqueda de la revelación precisa, una revelación que pasa al mismo tiempo por las confesiones y los hallazgos de la escritura. Por decirlo de algún modo, el libro nos recibe con esta consigna: si escribir es exponer el mundo interior y fracturado a ojos espías, leer es buscar en la intimidad ajena el mapa que nos descifra, que pueda otorgarnos sentido, coordenadas.