viernes, diciembre 16, 2011

Proyecciones forzadas

La escritora Marina Porcelli publicó un texto crítico del libro El mundo bajo los párpados de Jacobo Siruela (Atalanta) en el número 171 de Tierra Adentro (pp. 111-112). 





Aquí el texto:

Proyecciones forzadas
Marina Porcelli

El tema es atractivo de por sí. Jacobo Siruela —Jacobo Fitz Stuart Martínez de Irujo, conde de Siruela— nació en Madrid en 1954, fundó y dirigió hasta hace pocos años la editorial que lleva su nombre, y ahora coordina el sello Atalanta, que ha publicado su último libro, un ensayo sobre los sueños: El mundo bajo los párpados. Con una prosa prolija, casi impecable, y una edición bellísima, Siruela se propone construir la historicidad y fenomenología del aparato onírico, y digo se propone porque, pese al cuidado de la narración, luego de los primeros dos capítulos, el libro se enquista justamente en ese punto: el de la propuesta, el de la buena intención. Y creo que, quizá, una de las premisas más confusas sobre las que se erige el planteo consiste en embanderarse como reivindicador de los sueños, con el supuesto de que este material —su ontología, sus mecanismos de representación, su capacidad cognitiva— son despreciados actualmente por las humanidades y el arte. Lo que significa negar, de alguna manera, no sólo los tratados vigentes de psicoanálisis, sino también la teoría literaria, los estudios religiosos y antropológicos, y hasta ciertas líneas históricas, amén de casi toda la poesía. Pero esto último dicho al margen. Porque lo que realmente quiero remarcar es que el relato de Jacobo Siruela adolece, por momentos, de cierta confusión teórica, resulta débil en determinadas conceptualizaciones, y recuerda, además, al ensayo de Alan Sokal, Imposturas intelectuales, donde se detalla el abuso de la jerga de las ciencias exactas aplicada a los estudios humanísticos. Concretamente ahora, me refiero a la vaguedad con la que el autor español utiliza términos como fenomenología o historicidad en el libro; al modo arbitrario con el que fundamenta el análisis proyectando analogías; a la imprecisión con la que define otredad; a las falacias que subyacen las citas filosóficas —falacias de autoridad—; y sobre todo, a una conclusión defensora del status quo. Agrego que la ausencia de autores latinoamericanos no es un demérito. O digo mejor: en realidad no lo sería, si no hubiera escritores en el continente americano con propuestas valiosas sobre el campo onírico. Pero los hay. Por lo que la falta total de referencias —sólo cita tres veces a Borges y casi para acotar que no supo leer cabalmente un tratado sobre el tiempo— da cuenta de una perspectiva sesgada, europeizante, que limita el objeto de estudio, lo torna vago y artificial. Así las cosas, resta preguntarse por qué, entonces, El mundo bajo los párpados se ubica entre los primeros puestos de venta en México y España.
Soñar participa de la historia. Esta cita de Benjamin encabeza hermosamente la primera parte del libro, donde se establecen los propósitos teóricos: concebir los sueños dentro y desde de su dimensión histórica. Tanto en el sentido que remite al concepto sueño, o sea, advertir, como asentó Bajtin, que todo término se carga y se descarga de significado de acuerdo a la época —y ahí está el extenso capítulo II para sostener esa idea—; como en el sentido que se cifra en las palabras de George Steiner: los sueños “se convierten en materia de la historia”. Vale decir, cada siglo y cada cultura tiene su propio estilo para soñar. Sin embargo, a pesar de que Siruela subraya “la insólita capacidad de trascender el carácter individual que tiene el onirismo” para convertirse “en una simultánea experiencia colectiva”, no ahonda más que en esta premisa, por lo que estos capítulos resultan, al fin y al cabo, un valioso compendio de datos más que la creación de herramientas y patrones nuevos.
Pero a partir del capítulo III, el libro se desinfla y expone toda su fragilidad. Al indagar cómo funciona el espacio y el tiempo en el sueño, Siruela presenta el ejemplo de Saint-Denys, e introduce la categoría de sueño lúcido, que implica una conciencia despierta capaz de observar el sueño mientras se sueña. Capaz, incluso, de ir modificando lo soñado. Sin embargo, esta hipótesis —conocidísima, verificable— no mostraría fisuras en su enunciación, si el autor no hubiera rematado: “las investigaciones de la física cuántica hallarían en las partículas microscópicas la misma ley, esta vez aplicada a la realidad subatómica…” En este punto, el libro da un giro, se entrampa. Comienza a recurrir a la analogía de las Ciencias Exactas para sostener sus hipótesis e, impunemente, va más allá: establece una oscilación desconcertante en la que la realidad-onírica es proyectada con arbitrariedad sobre la realidad-física, y viceversa. El resultado es una articulación verbal que no alcanza a edificar claramente los problemas matemáticos ni a fundamentar sólidamente las proposiciones oníricas. Por ejemplo: desde la idea de que el tiempo en el sueño es una “dimensión totalmente indeterminada” se concluye que los sueños son premonitorios del mundo real —sin reparar en que toda profecía tiene también puntos de disidencia con la realidad—. O, con esta misma sentencia, se defiende una especie de status quo, la negación de cualquier cambio, ya que todo se encuentra presente en la psiquis. Así, cuando el autor articula conceptos de Schopenhauer, Jung o Pauli parece no importarle más la temática de los sueños: ahora se ha lanzado sobre la relación intrínseca entre mente y materia. El colapso es inevitable. Juicios como “durante muchos años, Jung pudo confirmar psicológicamente la existencia de un puente entre el mundo externo y el interno, pero no se atrevía a sacar una conclusión teórica de ello”; o “aunque suela considerarse que gracias a Freud los sueños tienen un significado fue Jung el que descubrió realmente cuál era su significado” demuestran la fragilidad teórica que referí al comienzo.
Resta decir que otredad, en este libro, a veces refiere al mundo onírico; a veces, a una realidad-desconocida; a veces, como incongruentemente reza la contratapa, a la literatura fantástica; el caso es que si la intención del autor era revalorizar, incorporar al mundo-despierto el campo onírico, dada su inmensa capacidad perceptiva, cognitiva, etcétera, quizá el término otredad no resulte el más adecuado para bautizarlo. Como sea. El mundo bajo los párpados recopila material raro y valioso sobre este tema, pero no articula —ni ensayística, ni filosóficamente— una mirada sólida sobre nuestros sueños, o sobre aquello que hace que las pesadillas narradas en La Ilíada, por ejemplo, también sean hoy nuestras pesadillas.

lunes, diciembre 12, 2011

La Palanca del invierno

El número 19 de la revista La Palanca, cuya versión impresa pronto empezará a distribuirse, viene dedicado al género de la novela. El índice incluye: una entrevista de Alfonso Macedo con el autor argentino Ricardo Piglia; ensayos de Luis Felipe Pérez y Héctor Iván González sobre la novelística del español Juan Marsé y el francés Pierre Michon. Además, cinco escritores mexicanos cuentan cómo escribieron su primera novela: José Mariano Leyva (Imbéciles anónimos, Mondadori), Verónica Murguía (Auliya, Conaculta, Era), Yuri Herrera (Trabajos del reino, Tierra Adentro, Periférica), Eduardo Montagner (Toda esa gran verdad, Alfaguara) y Paulette Jonguitud Acosta (Moho, Tierra Adentro). El arte visual es de Carlos Pérez Bucio, de quien se publica una entrevista con Gonzalo Ortega.

El Wolfson crítico sobre el Lizalde novelista

El narrador Gabriel Wolfson publicó recientemente en la revista Crítica un texpo juicioso, argumentado y perspicaz, como es su costumbre, sobre la reedición de la novela Siglo de un día, de Eduardo Lizalde.


domingo, diciembre 11, 2011

Héroe transgresor

Julio Flores publica en la revista virtual Cuadrivio un texto crítico sobre mi novela Cartas ajenas. Aquí un párrafo:

A mitad de la novela uno puede inferir que Marioralio no sólo es el regreso del famoso héroe problemático –que tan bien definido tiene Lukács como aquel que busca valores auténticos en un mundo degradado–, sino que es un héroe transgresor (y, por lo tanto, perverso) no conforme con buscar sus propios valores perdidos sino también los de la sociedad. Él sabe cuál es el padecimiento contemporáneo: «El mal es el mundo: vivir es resignarse de nuestra vileza cotidiana». Esta reflexión inspira al propio Marioralio a imaginarse un mundo nuevo en el que la gente será consciente de los problemas que lo rodean, así decide que la palabra sea ese instrumento revolucionario que despierte al mundo sonámbulo.

sábado, diciembre 10, 2011

Del desencanto a la crítica

La revista Parteaguas en su número reciente incluye la entrevista «Del ensayo a la narrativa: del desencanto a la crítica», que me realizó Roberto Bolaños Godoy en torno a mi novela Cartas ajenas.

lunes, diciembre 05, 2011

El candidato sin Racine

Un hombre que aspira a gobernar la república mexicana publica un libro dizque de su autoría. Viaja a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara a presentarlo. Ahí, con su respuesta, deja ver que es un mentiroso: ni acostumbra leer ni podría haber escrito el libro que dice ha escrito. Como consecuencia, muchas personas hacen mofa, en las redes sociales, de la ignorancia del precandidato. Otros, o los mismos, se indignan de lo que se halla por debajo: la simulación de un político a quien los libros le importan un pepino pero que, sabedor de que la cultura letrada alguna pátina otorga de respetabilidad, pretende hacerse pasar por uno de sus practicantes. Pronto, sin embargo, algunos intelectuales afirman que no les importa que Peña Nieto lea o no lea. Que la lectura no garantiza nada en una persona. Que otros temas son más importantes, y no los hábitos lectores de un político. Respetable su derecho de afirmar tal cosa. Pero no me deja de parecer curioso que esa declaración venga de quienes leen: aunque en sus vidas la lectura es fundamental como para darse cuenta de que para los demás puede no serlo, no se percatan de que Peña Nieto no es un ciudadano común y corriente, sino alguien que pretende estar capacitado para tomar decisiones que afectarían a 110 millones de personas: y esas decisiones pueden ser más justas, sensatas e inteligentes, lo sabemos, si quien las toma tiene criterio, conocimiento, imaginación, inteligencia, atributos potenciados por la cultura letrada.  
Habría mucho que decir sobre el tema. No creo que sea un incidente nimio; es sintomático de algo enormemente preocupante. Por ahora, recupero mi ensayo «La ciudad sin Racine», escrito hace algunos años y publicado en la Revista de la Universidad de México y en mi libro El sueño no es un refugio sino un arma

Kindles ajenos

Ya se halla a la venta, en Amazon, la edición para Kindle de mi novela Cartas ajenas. El precio: 8 dólares con 39 centavos. El enlace es éste.

sábado, diciembre 03, 2011

Ciudad Francisco Tario

Aparece hoy en el suplemento Laberinto, del periódico Milenio, mi texto "Ciudad Francisco Tario". 


Aquí un párrafo:

La obra de Tario así no tiene un territorio realista porque dibuja una ciudad de contornos plurales: desesperanzada, existencialmente agónica, cínica y espectral, porosamente voluble en sus mutaciones anímicas y sensibles, y al mismo tiempo con un futuro hedonista: ciudad que, abandonados los dogmas, se entregaría al disfrute de los instantes porque sólo creerá en el cuerpo y en el presente. Así entiendo por qué lo hemos venido leyendo con entusiasmo: sin hablar de los hechos de nuestro tiempo, su ficción traía los mapas de esas movedizas regiones mentales que venimos encontrando ahora. Su obra nos es reconocible porque desde antes de leerla la hemos estado habitando.

"El silencio es mucho más que el lugar donde terminan los sonidos..."

El sitio Descarga Cultura, de la UNAM, incluye la grabación del relato "Eurídice", de Esther Seligson, leído en voz de su autora. El texto apareció en el volumen Indicios y quimeras, de 1989, y está compilado en el tomo Toda la luz, editado por el Fondo de Cultura Económica en 2006. Para escucharlo o descargarlo, sólo hay que darle clic a este enlace y, ahí, buscar el podcast por su título o el nombre de Esther.

viernes, diciembre 02, 2011

Maestro de lo humano

La revista Hermano Cerdo publicó hace poco un texto crítico de Luis Noriega sobre el «libro» Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción, del premiado «escritor» mexicano Jorge Volpi.


Aquí van dos párrafos:

Ningún eslogan es eficaz sin un rival. Y aquí lo tenemos desde la primera línea. Ese rival, por desgracia, es un hombre de paja, un novelista que al recibir un «importante premio» declara que le encantan las novelas porque carecen de finalidad práctica.
El escritor premiado es un hombre de paja no porque sea inexistente (el mundo está lleno de artistas dedicados a producir obras sin otra finalidad práctica que ganar premios, becas, nombramientos) sino porque lo habitual no es despojar al arte de funciones sino atribuírselas en exceso.