A mitad de la novela uno puede inferir que Marioralio no sólo es el regreso del famoso héroe problemático –que tan bien definido tiene Lukács como aquel que busca valores auténticos en un mundo degradado–, sino que es un héroe transgresor (y, por lo tanto, perverso) no conforme con buscar sus propios valores perdidos sino también los de la sociedad. Él sabe cuál es el padecimiento contemporáneo: «El mal es el mundo: vivir es resignarse de nuestra vileza cotidiana». Esta reflexión inspira al propio Marioralio a imaginarse un mundo nuevo en el que la gente será consciente de los problemas que lo rodean, así decide que la palabra sea ese instrumento revolucionario que despierte al mundo sonámbulo.