martes, febrero 21, 2012

A todos se nos acaba el tiempo

La revista Posdata publicó el año pasado un mi texto crítico sobre dos libros de dramaturgia de Vidal Medina: Garap y Galimatías. Aquí lo recupero.

A todos se nos acaba el tiempo

Los hechos tienen su origen en una palabra: Garap. Se le encuentra en carteles a cada paso en la ciudad, se cuela entre las noticias de la televisión y, sin embargo, aunque la gente cree hallarse ante una nueva campaña de mercadotecnia, nadie tiene claro qué se les quiere vender. ¿Garap? ¿Qué es Garap? Los personajes dan allá y aquí diferentes respuestas: un modelo nuevo de automóviles, el Anticristo, un producto de limpieza, un grupo paramilitar…Pero el texto no otorga, al principio ni al final, ninguna certeza. En Garap, Vidal Medina (Reynosa, Tamaulipas, 1976) ejemplifica en la escena, con las herramientas de la sátira y el esperpento, las ideas de Baudrillard en El sistema de los objetos. Así, aunque nunca se llega a saber qué hay detrás de esa simple palabra, el efecto que provoca en los personajes es violentísimo: lleva a una destrucción que todo lo trastoca. Hacia el final de la obra, el Subcomandante, un líder guerrillero, refrenda esta transformación incontrolable, al tiempo que sugiere que Garap habría sido sólo un pretexto que hizo salir aquella tendencia a la degradación y el conflicto que ya estaba en todos: “O tal vez nada más nos estamos volviendo viejos, paranoicos, locos, enfermos de poder, esquizofrénicos, débiles, cobardes, putos, putas”.


Por lo anterior, los personajes de Garap no tienen un fuste dramático propio; cada uno ejerce su función de acuerdo a la perspectiva exigida por las ideas que se quieren mostrar en torno al poder de la propaganda. Los conductores de televisión son conductores de televisión y nada más; los fanáticos religiosos se comportan como tal de principio a fin. Lo que la obra se dedica a hacer, y hace, con presteza y exactitud en el dominio de la sátira (es decir, lo que vuelve a Garap una obra interesante) es al mismo tiempo su limitación: el hecho de que se contente con sólo desarrollar la demostración de una idea, y descuide la construcción, a partir de ese horizonte de reflexión sobre la actualidad, un conflicto dramático no únicamente social sino también personal —o, en otra vena, Garap podría haber “complicado” o “decepcionado”, en el sentido en que utilizaba Jorge Cuesta el verbo decepcionar, el tratamiento de ese mandato filosófico. No es ésta una reprobación a que la dramaturgia debata ideas; pero si sólo se trata de exponerlas, de incorporarlas como el sustento central (no como un elemento entre otros), se está condenando la escritura dramática a una función ancilar. Y entonces la pregunta no sería por la funcionalidad literaria y teatral de la pieza, sino por la literalidad con que se apega a las ideas en cuestión.
No sucede así en otro registro de Vidal Medina. Galimatías —publicada en el tomo del mismo título junto a Roni, Cuentos para dormir a las visitas y Carne— es un “juego escénico para cuatro voces” (dos hombres y dos mujeres, de nombres Uno, Dos, Tres y Cuatro) que alternadamente narran y escenifican, con el recurso de la estrategia posdramática, la historia de un aspirante a novelista a quien el matrimonio y la paternidad terminan por mostrarle su condición de fracasado. Las cuatro voces se relevan en los papeles de Galimatías, su mujer, sus amigos, al tiempo que también asumen el rol de voces narrativas. La mezcla de puesta en escena y resumen narrativo permite una operación de cercanía y alejamiento ante la historia del personaje, lo que convoca que la acción traiga inserto su comentario.
En Garap ya veíamos una dicción paródica de los discursos públicos —mediáticos, políticos o religiosos—; acá la apuesta me parece más efectiva en términos de construcción dramática, pues deja ver, entre otros aspectos, de qué forma en el protagonista el lenguaje es un vehículo de la violencia y la misoginia (“no me gustaría atragantarme de pepinos y además disfrutarlo. Y encima quedar con una pelotota que saldrá por la cola a reclamarme toda la pinche vida por qué chingados lo traje al mundo”), si bien las derivas de humor no las veo de una irrebatible contundencia:

Cuatro: A todos los escritores les gustan las putas...
Tres: ...Somos todo los que ellos quisieran ser.

Roni y Cuentos para dormir a las visitas también se apropian del tema de los lazos familiares. Ya no es la paternidad como en Galimatías. Roni presenta a tres hermanos. Todo ocurre a lo largo de una madrugada en que Totó, el segundo, está dedicado al trabajo oficinesco que se ha llevado a casa y el desempleado Antonio, el primogénito, busca revelarle al menor, Roni, un secreto que le concierne directamente. Antonio se siente lacerado por una condición anímica y psíquica de vulnerabilidad (“Allá afuera hay una marea negra apoderándose de todos. Yo no estoy exento de sucumbir a su negra mano. Algún día todos lo haremos, su aliento es oscuro así como su rostro, es una neblina oscura que da vueltas en las esquinas, una neblina poderosa que se mete por las fosas nasales y sale por la boca del estómago después de consumirlo todo...”). La acción dramática es mínima: lo central de la pieza es el choque de los dos hermanos mayores, que abonan las suspicacias de Roni, quien, acaso influido por Antonio (“A todos se nos acaba el tiempo”), enuncia una visión pesimista de la existencia humana... con la ayuda de una calculadora. El resultado es un texto compacto y angustiante en torno a los secretos y dependencias presentes en las relaciones fraternas.

Como se me acaba del tiempo y el espacio, reviso brevemente los dos últimos textos incluidos en Galimatías. Por un lado, Cuentos para dormir a las visitas —monólogo, de factura irregular, que una mujer dirige a su hijo— sugiere, como si se tratara de una moneda de la que sólo se quiere dejar ver una cara, mucho que la voz delirante pretende ocultar: desde el rechazo al esposo y el recuerdo de un pretendiente de fantasía, hasta la reprobación a la vocación del hijo y justificaciones por los errores propios. Por último, Carne. Variaciones sobre la levedad y el peso es un muy breve texto en torno a un triángulo sexual que no llega a completarse, y que presiento que, más por su irresolución temática que por su brevedad, habría debido quedar fuera de los temas que el volumen Galimatías había venido presentando.

Vidal Medina, Garap. México, Ediciones El Milagro, 2008. Teatro Emergente.
Vidal Medina, Galimatías. México/Monterrey, Conaculta/Conarte, 2008. 99 pp. Fondo Editorial Tierra Adentro.