Lo fácil es sufrir, tirarse al suelo después de que te han humillado y así buscar la leve lástima del otro, de los otros. También fácil será hacer daño, ser cruel y al mismo tiempo volver la vista al escenario para decir: Estaba obligado a hacerlo, no soy malo y además él se lo merecía.
¿Entonces? ¿Quién tiene la razón? ¿Hay verdugos y víctimas?
La raíz del mal es el miedo.
Así, con el miedo un hombre, una mujer cualquiera podrá, sin razonarlo e incluso razonándolo con mil justificaciones, caer en la piel del verdugo o en la de la víctima. Sólo existe el miedo. Nunca nos dejará. Sólo existe el miedo.