Por último, en mayor o menor medida, toda obra de arte cambia el mundo y cambia la vida. Puede empezar por solicitar a su autor a través de una oscura necesidad de aclararse la vida, pero acaba siempre por ser un esclarecimiento del mundo, una actuación sobre materiales que al organizarse nos acogen, se vuelven habitables. Y esto de un modo universal, con ganancias definitivas. La Tierra es más habitable después de Cervantes. Don Quijote nos hace habitable la situación quijotesca, le da sentido a una serie de situaciones que no lo tenían antes de Cervantes, y que por lo tanto prácticamente no existían. Cervantes las configura, las ilumina, las crea como una posibilidad permanente, como una tentación definida. Extiende las fronteras del mundo conocido de la acción, antes de las salidas del Quijote.
Gabriel Zaid, «La ambición de una poesía total», en La poesía en la práctica
Bitácora de Geney Beltrán [χe’nɛi bel’tɾan], escritor mexicano (Tamazula, Durango, 1976).
viernes, julio 29, 2005
miércoles, julio 27, 2005
Cuando Bird quiere matar a su hijo recién nacido
—Kafka, ya sabe, le escribió a su padre que lo único que puede hacer un padre por su hijo es acogerlo con satisfacción cuando llega. Usted, en cambio, parece rechazarlo. ¿Puede excusarse el egoísmo que rechaza a otro ser, basándose en un derecho de padre?
Kenzaburo Oé, Una cuestión personal
Kenzaburo Oé, Una cuestión personal
martes, julio 26, 2005
Otro choque
No fue grave, nadie salió golpeado, sólo fue el susto. Le pegué a un Sedan en la salpicadera, en el estacionamiento de Chedrahui aquí adelantito, por Picacho. Ya quedó claro que conducir no es lo mío. Es más, lo odio. Sin embargo, seguiré conduciendo hasta que la aseguradora me boletine como cliente peligroso. Eso por lo menos sí me dará orgullo presumir.
viernes, julio 22, 2005
Habla Samdeviátov
—¿Es usted un niño o se las da de inocente? ¿Ha caído de la luna o qué? Parásitos tragones han vivido a costa de los trabajadores hambrientos, y los tenían metidos en un puño. ¿Cree usted que iba a ser así por siempre jamás? ¿Es posible que no comprenda la legitimidad de la cólera popular, el deseo de vivir de acuerdo con la justicia, la busca de la verdad? ¿O le parece a usted que podía conseguirse una transformación radical en las dumas por los medios parlamentarios y que se podía dar esquinazo a la dictadura?
Borís Pasternak, El doctor Zhivago
Borís Pasternak, El doctor Zhivago
miércoles, julio 20, 2005
Del mejor novelista vivo
What the times call for is quite different from goodness. The times call for heroism.
J.M Coetzee, Age of Iron
J.M Coetzee, Age of Iron
martes, julio 19, 2005
Manifiesto del escritor novato
La apuesta personal del escritor novato consiste en no negar, en el momento de la escritura, las pulsiones elementales que vienen de la realidad. La apuesta radica en el no evitar «ensuciarse» con los asuntos del mundo, pues la escritura nace de la imposibilidad de aceptar el mundo. Se trata de no tener miedo a que el compromiso moral con la época se confunda con una supuesta degradación de la aspiración fundamental de la literatura como belleza artística, de la ambición de la obra maestra. La búsqueda es entregarse a la escritura como la única trinchera que permitirá revelar la verdadera consubstanciación con la dinámica más íntimamente combativa de y ante la época, teniendo en mente siempre que la época existe para el escritor, no el escritor para la época. Es el no claudicar en la posibilidad de que —ilusa convicción de escritor novato— la literatura sí cambiará el presente, quizá, claro, cuando sea el presente de otros, ya no el propio, pues la única forma de cambiar el mundo con la que cuenta el escritor consiste en buscar cambiar la visión que el lector tiene del mundo —fenómeno inverificable e incuantificable, por supuesto— a través de una obra que exija la definición moral, estética o vital de quien la lee. La apuesta es, insisto, plantear la escritura como un hacer en el mundo, no como una huida contemplativa, cínica o apática del mundo. Se trata de comprender que la más poderosa manera de escribir para el futuro es hacerlo en ligazón visceral con el presente: en síntesis, aceptar sin hipocresías que escribir-para es al mismo tiempo escribir-porque, no su consecuencia.
martes, julio 12, 2005
El racismo mexicano
Digo que Memín Pinguín es una historieta racista por varias razones. La primera es sencilla: de todos sus personajes, sólo el protagonista es dibujado con rasgos caricaturescos. Él no es un niño negrito, sino la caricatura de un niño negrito. En segundo lugar, Memín, por más que sea un muchachito de «buenos» sentimientos, es también un niño limitado intelectualmente (lo mismo puede decirse de su madre), lo que refrenda una visión superior de los blancos e incluso de los mestizos. Tercero: si los negros estadounidenses (y no los llamo afroamericanos porque en español la voz negro no tiene el historial discriminatorio de nigger, y yo escribo en español) se sienten ofendidos por Memín, es insensible y estúpido culparlos de ignorantes o ridículos. Ellos no critican la trama de la historieta, y poco les interesará saber si Memín es un niño bueno o malo: lo que los ofende, y creo con razón, es el dibujo caricaturesco de alguien del color de su piel.
Por otro lado, me temo que esta reivindicación nacionalista de Memín habla muy poco bien de los mexicanos. La historieta de Memín Pinguín es tan nociva como las telenovelas: anulan la crítica al presentar los problemas sociales en una textura melodramática, clasista y autocomplaciente. Decir que nosotros sí entendemos la historieta de Yolanda Vargas Dulché y que los estadounidenses hacen un juicio apresurado e ignorante, nos lleva de nuevo a esa pretensión absurda de: «los mexicanos somos tan especiales que sólo nosotros nos entendemos a nosotros mismos. Lo que a los demás les parece racismo, nosotros lo vemos como una muestra muy mexicana de la cultura popular, ¡yepa yepa yepa! ¡Hay que defender a Memín de la intolerancia políticamente correcta de los gringos racistas! Se necesita haber leído a Memín de niño para apreciar sus bondades; si no, ni nos critiquen...» ¡Bah!, ¡pamplinas!
Además, el argumento de que «los gringos son racistas, entonces no pueden criticarnos a nosotros», es tan falaz como el precepto evangélico de que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. El racismo lo es en cualquier parte. O aquello de que Yolanda Vargas Dulché, la autora de la historieta, se inspiró en su querida nana negra para el personaje de doña Eufrosina, y de que ella en realidad no era racista, no revelan sino, de nueva cuenta, esa autocomplacencia permisiva hacia una visión conservadora y clasista de la realidad: hay que recordar en todo caso que las intenciones de los escritores son menos importantes que los efectos de sus textos en la sociedad.
Los negros estadounidenses han desarrollado una lucha por la igualdad de derechos como ningún grupo de entre los muchos discriminados en México ha emprendido. A fin de cuentas, el problema es que México nunca se ha planteado la cuestión racial: es decir, una muestra más del racismo no aceptado de la sociedad mexicana está en la alabanza de "nuestros antepasados", los habitantes originales de Mesoamérica, y en las supuestas bondades del mestizaje, tendencias ambas que buscan, sencillamente, esconder nuestra basurita racista bajo la alfombra de la exaltación de una particularidad mexicana, valiosa porque es mexicana, y ¡los demás se callan y nos respetan, carajo!
Por otro lado, me temo que esta reivindicación nacionalista de Memín habla muy poco bien de los mexicanos. La historieta de Memín Pinguín es tan nociva como las telenovelas: anulan la crítica al presentar los problemas sociales en una textura melodramática, clasista y autocomplaciente. Decir que nosotros sí entendemos la historieta de Yolanda Vargas Dulché y que los estadounidenses hacen un juicio apresurado e ignorante, nos lleva de nuevo a esa pretensión absurda de: «los mexicanos somos tan especiales que sólo nosotros nos entendemos a nosotros mismos. Lo que a los demás les parece racismo, nosotros lo vemos como una muestra muy mexicana de la cultura popular, ¡yepa yepa yepa! ¡Hay que defender a Memín de la intolerancia políticamente correcta de los gringos racistas! Se necesita haber leído a Memín de niño para apreciar sus bondades; si no, ni nos critiquen...» ¡Bah!, ¡pamplinas!
Además, el argumento de que «los gringos son racistas, entonces no pueden criticarnos a nosotros», es tan falaz como el precepto evangélico de que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. El racismo lo es en cualquier parte. O aquello de que Yolanda Vargas Dulché, la autora de la historieta, se inspiró en su querida nana negra para el personaje de doña Eufrosina, y de que ella en realidad no era racista, no revelan sino, de nueva cuenta, esa autocomplacencia permisiva hacia una visión conservadora y clasista de la realidad: hay que recordar en todo caso que las intenciones de los escritores son menos importantes que los efectos de sus textos en la sociedad.
Los negros estadounidenses han desarrollado una lucha por la igualdad de derechos como ningún grupo de entre los muchos discriminados en México ha emprendido. A fin de cuentas, el problema es que México nunca se ha planteado la cuestión racial: es decir, una muestra más del racismo no aceptado de la sociedad mexicana está en la alabanza de "nuestros antepasados", los habitantes originales de Mesoamérica, y en las supuestas bondades del mestizaje, tendencias ambas que buscan, sencillamente, esconder nuestra basurita racista bajo la alfombra de la exaltación de una particularidad mexicana, valiosa porque es mexicana, y ¡los demás se callan y nos respetan, carajo!
lunes, julio 04, 2005
Contra Memín
La historieta Memín Pinguín se nutre del racismo mexicano y a su vez lo refuerza. Numerosos intelectuales y periodistas se burlan de los líderes de la comunidad negra en México y Estados Unidos que han expresado su gran descontento con la decisión del gobierno mexicano de celebrar el éxito de esta historieta en las estampillas. Esta burla es, claro, otra muestra del no aceptado racismo de la sociedad mexicana, burla equiparable a la falta de sensibilidad de las autoridades del Servicio Postal Mexicano.
El hecho de que Memín Pinguín haya tenido tanto éxito durante las décadas pasadas no es justificación de nada. La cultura no es inocente, y la corrección política de aplaudir las tradiciones populares no puede olvidar que esas tradiciones populares, en la mayoría de los casos, revelan y festejan patrones sociales (de discriminación contra las minorías) inaceptables para nuestra época.
El hecho de que Memín Pinguín haya tenido tanto éxito durante las décadas pasadas no es justificación de nada. La cultura no es inocente, y la corrección política de aplaudir las tradiciones populares no puede olvidar que esas tradiciones populares, en la mayoría de los casos, revelan y festejan patrones sociales (de discriminación contra las minorías) inaceptables para nuestra época.
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