martes, julio 19, 2005

Manifiesto del escritor novato

La apuesta personal del escritor novato consiste en no negar, en el momento de la escritura, las pulsiones elementales que vienen de la realidad. La apuesta radica en el no evitar «ensuciarse» con los asuntos del mundo, pues la escritura nace de la imposibilidad de aceptar el mundo. Se trata de no tener miedo a que el compromiso moral con la época se confunda con una supuesta degradación de la aspiración fundamental de la literatura como belleza artística, de la ambición de la obra maestra. La búsqueda es entregarse a la escritura como la única trinchera que permitirá revelar la verdadera consubstanciación con la dinámica más íntimamente combativa de y ante la época, teniendo en mente siempre que la época existe para el escritor, no el escritor para la época. Es el no claudicar en la posibilidad de que —ilusa convicción de escritor novato— la literatura sí cambiará el presente, quizá, claro, cuando sea el presente de otros, ya no el propio, pues la única forma de cambiar el mundo con la que cuenta el escritor consiste en buscar cambiar la visión que el lector tiene del mundo —fenómeno inverificable e incuantificable, por supuesto— a través de una obra que exija la definición moral, estética o vital de quien la lee. La apuesta es, insisto, plantear la escritura como un hacer en el mundo, no como una huida contemplativa, cínica o apática del mundo. Se trata de comprender que la más poderosa manera de escribir para el futuro es hacerlo en ligazón visceral con el presente: en síntesis, aceptar sin hipocresías que escribir-para es al mismo tiempo escribir-porque, no su consecuencia.