viernes, julio 08, 2011

CXXXVII

La negativa del investigador literario a censurar o alabar una obra es incomprensible cuando se trata de la literatura contemporánea. ¿Qué función tiene encontrar redes de significación en libros técnica y retóricamente deficientes? ¿Por qué el crítico ha de renunciar a su trabajo de orientar al lector en esa avalancha de novedades, donde, sabemos bien, un alto porcentaje es basura, debido a que el interés de las editoriales (muy comprensiblemente) es mercantil y no de promoción del arte? El crítico que arriesga su palabra censurando una obra no se muestra mezquino con el colega sino generoso con el lector: dedica tiempo, reflexión y trabajo para llevarlo a lo que realmente lo enriquecerá intelectualmente, y ahorrarle el encuentro con aquello que sólo será una estafa.