viernes, julio 15, 2011

Lo que perdiste en el camino

Alexis de Ganges publica en la revista Acequias (número 55, primavera-verano de 2011, páginas 57-58) su texto crítico "Habla de lo que perdiste en el camino", sobre mi libro de relatos Habla de lo que sabes.
Cito aquí los dos últimos párrafos:
“El cuerpo de Sicrano”, el relato más largo del volumen, casi una novela corta, es una historia de redención con tines de Onetti, y una alegoría de la decadencia del cuerpo, al que sólo parece salvar la escritura (al estilo de la película El libro de cabecera). [...] Gabriel Sicrano y María Aspettani son los dos personajes angulares a través de los cuales se mueve la narración, ágilmente y con un lenguaje poético y de tono resignado y lento; la estructura del relato está conformada por varias fechas que no siguen un orden lineal, sino que, con saltos hacia el pasado o hacia el futuro, dejando ver diversos aspectos en la historia de los personajes. Así, nos enteramos que “veinte años y dos meses atrás, Gabriel Sicrano vivía en una pequeña ciudad de la costa ocèanica y trabajaba como gerente de ventas en una compañía de productos de carne, estaba casado y tenía gemelas de ocho años”. Al parecer, el personaje ha decidido no cuidar de nadie más, pero entonces conoce a María Aspettani y siente que debe ayudarla. La relación que entre ambos se establece es a ratos ambigua y por instantes tenue, pero siempre una especie de viaje hacia la salvación personal que no llega a concretarse, pero que, el cuento parece indicarlo, vale la pena realizar a pesar de lo patético que pueda ser el mundo.
Habla de lo que sabes se revela como un libro de relatos mayormente oscuros, pero con algunas zonas de luz que iluminan diversos aspectos de la condición humana. Sí, están la soledad y la alienación del individuo en un espacio en el que ya no se reconoce, pero también hay otros elementos. A fin de cuentas, ¿qué es un buen relato sino hablar de lo que uno sabe para, quizá, encontrar lo que uno no sabe? Como dice el poema de Pizarnik: “No hables de los jardines, no hables de la luna, no hables de la rosa, no hablas del mar. Habla de lo que sabes”. Es entonces en la desesperanza de la vida de clase media en una gran ciudad, en el odio a la otredad, en la corrupción del cuerpo, la fantasía jamás realizada, la vida cotidiana y su chato horizonte o los lugares comunes de personajes demasiado vulgares, o incluso olvidados de sí mismos, que este libro se nutre.