Alexis de Ganges publica en la revista Acequias (número 55, primavera-verano de 2011, páginas 57-58) su texto crítico "Habla de lo que perdiste en el camino", sobre mi libro de relatos Habla de lo que sabes.
Cito aquí los dos últimos párrafos:
“El
cuerpo de Sicrano”, el relato más largo del volumen, casi una novela corta, es
una historia de redención con tines de Onetti, y una alegoría de la decadencia
del cuerpo, al que sólo parece salvar la escritura (al estilo de la película El libro de cabecera). [...] Gabriel Sicrano y María Aspettani son
los dos personajes angulares a través de los cuales se mueve la narración, ágilmente
y con un lenguaje poético y de tono
resignado y lento; la estructura del relato está conformada por varias fechas
que no siguen un orden lineal, sino que, con saltos hacia el pasado o hacia el
futuro, dejando ver diversos aspectos en la historia de los personajes. Así,
nos enteramos que “veinte años y dos meses atrás, Gabriel Sicrano vivía en una
pequeña ciudad de la costa ocèanica y trabajaba como gerente de ventas en una
compañía de productos de carne, estaba casado y tenía gemelas de ocho años”. Al
parecer, el personaje ha decidido no cuidar de nadie más, pero entonces conoce
a María Aspettani y siente que debe ayudarla. La relación que entre ambos se
establece es a ratos ambigua y por instantes tenue, pero siempre una especie de
viaje hacia la salvación personal que no llega a concretarse, pero que, el
cuento parece indicarlo, vale la pena realizar a pesar de lo patético que pueda
ser el mundo.
Habla
de lo que sabes se revela como un libro de relatos mayormente oscuros, pero con
algunas zonas de luz que iluminan diversos aspectos de la condición humana. Sí,
están la soledad y la alienación del individuo en un espacio en el que ya no se
reconoce, pero también hay otros elementos. A fin de cuentas, ¿qué es un buen
relato sino hablar de lo que uno sabe para, quizá, encontrar lo que uno no
sabe? Como dice el poema de Pizarnik: “No hables de los jardines, no hables de
la luna, no hables de la rosa, no hablas del mar. Habla de lo que sabes”. Es
entonces en la desesperanza de la vida de clase media en una gran ciudad, en el
odio a la otredad, en la corrupción del cuerpo, la fantasía jamás realizada, la
vida cotidiana y su chato horizonte o los lugares comunes de personajes
demasiado vulgares, o incluso olvidados de sí mismos, que este libro se nutre.