Cuesta trabajo enderezar el corazón, acá donde acaso se vive, acá donde la luz se arrincona. Cuesta volver a casa entre rostros borrados, entre el olor a derrota de cuerpos que se amontonan uno contra otro. Da rabia no encontrarte en casa, que no estés para apaciguar mi furia con tus manos y que con dos palabras cures mi pecho de tanto trajinar menesteroso. El tiempo es un compañero voluble, una manía en mi muñeca; la noche propone alguna evasiva, pero la Noche nunca es buena consejera.
Mijail Lamas, El canto y la piedra