El Subcomandante Marcos es el único líder moral en México. (El otro sería, en la esfera literaria, Gerado Deniz.) Es Marcos, también, el más lúcido y franco analista político. Lo defienden (y no sé qué tanto haya de candidez o desmemoria en lo que digo) su integridad y su congruencia. A diferencia de otros tantos «líderes» y «analistas», Marcos no tiene compromisos con los grupos de poder, no mantiene una hidden agenda que, como sucede en el caso de los políticos de todos los partidos o los articulistas de todos los periódicos, condicione y pervierta su postura de compromiso y lucha moral con los de abajo. Cualquier otro, como hay muchos en la izquierda oficial mexicana, habría ya negociado sus principios y habría aceptado prostituir su pasado de lucha guerrillera. Marcos podría haberse quitado el pasamontañas, y sería ya gobernador de Chiapas o candidato a senador de la república por el pseudoPartido de la pseudoRevolución pseudoDemocrática. A cambio, por supuesto, del silencio cómplice y la traición con los jodidos.
Pero no lo ha hecho.
Su lucha, sin embargo, fracasará. No llegarán sus palabras verdaderas a los oídos o los ojos de quienes deberían escucharlas, leerlas, los humillados y ofendidos de este país. Seguirán siendo manipuladas, tergiversadas por los aparatos de propaganda del sistema político. No habrá por lo tanto una respuesta general, un levantamiento, ni violento ni pacífico, para subvertir el orden inmoral de las cosas en nuestra sociedad.
Pero la lucha de Marcos es necesaria. Lo otro, callar, la indiferencia, son vergonzantes. Todos lo hacemos: somos cobardes, alegamos deberes, vocaciones, compromisos, hijos, la escritura, para no tomar la decisión visceral de romper con la sociedad, aislarse de ella, huir de ella y acusarla con la vehemencia intransigente de un profeta veterotestamentario. Marcos, mientras escucha las acusaciones que lo postulan de violento, fundamentalista, intolerante, payaso, títere tanto de la izquierda (según la derecha) como de la derecha (según la izquierda) o farsante que busca el martirio y un lugar en la historia como segundo Che, hace y dice lo que cualquier ser humano con dignidad tendría que hacer, inapelable e impostergablemente, ante la injusticia, la miseria y la corrupción. Prefiere la congruencia moral y la búsqueda de la verdad, antes que la popularidad y el aplauso, ya no digamos el poder o el dinero.
Marcos es un testimonio: más un testimonio que un hecho.