Murió hace poco Salvador Elizondo. ¿Y ahora? Es cierto que su ejemplo de un terquísimo rigor literario para nada era seguido por la gran mayoría de los aspirantes a escritores. Pero servía para insistir en la exigencia: o Farabeuf o nada.
Desde esta privilegiada atalaya de editor sin voz ni voto, lo que yo veo es mucha urgencia por publicar. ¿Tan mal andamos que no hay sentido de autocrítica? ¿Por qué tantos confunden borradores con manuscritos?
Conozco, no he de negarlo, esta búsqueda urgente por darse a conocer, por publicar un libro pronto, por ser tratado como Escritor. Pero ¡ay! todo es tan falaz. Muchos relacionan su cantidad de libros publicados con el estado de su autoestima. No entiendo. Porque ni siquiera publicar sirve de nada bueno. Provoca, solamente, un sinfín de equívocos. Publicar, sí, debería ser aún más difícil. Es decir, los mismos editores deberían rechazar novelitas conyunturales, ligeras, facilonas, libros de poemas con dos líneas logradas y lo demás paja, y deberían ponerse en plan sangrón de exigir a sus autores: «O Farabeuf o nada».
Bitácora de Geney Beltrán [χe’nɛi bel’tɾan], escritor mexicano (Tamazula, Durango, 1976).