sábado, octubre 08, 2011

La última y nos vemos (o: De lo útil de reconocer el uso de la anáfora)

En un breve comentario publicado en el sitio web de la revista Letras Libres, Jorge Téllez afirma lo siguiente sobre la novela Formas de volver a casa, del autor chileno Alejandro Zambra: 
Los excesos autoconscientes del libro, sin embargo, se equilibran con el estilo sobrio característico en la obra de Zambra. En sus libros no hay frases huecas parecidas a “en una suave pendiente, ahora a su izquierda, potros de brillante pelambre se revolcaban en el pasto” (por citar una novela que estoy leyendo) porque, en este caso, Zambra escribiría simplemente: “había caballos”. La brevedad de sus libros no es una consecuencia de este estilo, sino un presupuesto: frente a la acumulación, la obra de Zambra propone economía.
Creo que Téllez se equivoca. Primero, suena a prejuicio que denomine frases huecas al recurso de la descripción. Segundo, me temo que no ha examinado con detenimiento la prosa de Zambra. Algo curioso de este autor es que sus libros son breves pero su escritura es repetitiva. Es económica por otras razones (la falta de imaginación, los pocos recursos estilísticos, la incapacidad para desarrollar trama y conflicto). Pero descansa, como comenté en otro lado, de forma casi exclusiva en la anáfora (en menor grado en la catáfora), lo que me parece una muestra de pobreza retórica. Un ejemplo, que cité en ese mismo texto, y que procede de la misma novela que Téllez también comenta:
Pero hay momentos en que no podemos, no sabemos perdernos. Hay temporadas en que por más que lo intentemos descubrimos que no sabemos, que no podemos perdernos. Y también añoramos el tiempo en que podíamos perdernos.
Fragmentos de ese tenor abundan en los tres libros de ficción publicados por Zambra hasta la fecha. Así, es falso que Zambra escribiría simplemente "había caballos". No. Escribiría (especulo) algo como esto:
Entonces vi que a lo lejos había caballos. Porque cuando volví la vista pude comprobar, pude percatarme de que en la pendiente por fin había caballos. Y entendí que lo que estaba descubriendo, lo que miraba a lo lejos, es que había caballos.