«era la fragilidad de sus víctimas la que inevitablemente lo convertía en un malhechor. Así las cosas, en este mundo hay seres frágiles, seres aplastables, seres combustibles, seres con posibilidad de sangrar, y de morir; y en tanto que existan tales seres, posibles víctimas de delitos, al monstruo no le queda otra opción que seguir cometiendo delitos sin fin.»
Kôbô Abe, El rostro ajeno