No hay manera de llegar al corazón de un texto grandioso a través de los ensayos que hablen de él. No hay manera de atisbar su grandeza con otras palabras que las de su lectura directa. El ensayo literario es un texto parásito y perecedero, reduccionista e incompleto. Cuando mucho, si revela un criterio personal sólido y gozoso de la literatura, puede servir como invitación de lectura o relectura, puede iluminar acercamientos sensibles y novedosos.
Si de por sí escribir (ficción, poesía, drama) ya es una ociosidad o, mejor aún, una inutilidad, escribir sobre inutilidades ociosas es doblemente ocioso e inútil. Los ensayos literarios salen sobrando en la existencia del mundo. Frecuentemente son sólo ajustes de cuentas entre mafias de escritores o alabanzas a compañeros de equipo y de ruta.
Y sin embargo el deseo está ahí: hablar de literatura, la pasión solitaria más inútil del mundo.