jueves, diciembre 07, 2006

Job, páginas 17 y18

Viejo y lleno de días.
Terminé de mecánico en un taller de barrio,
obrero montador en el Berlín amargo,
propietario de taxis que transitan el sueño.

Viejo, lleno de días, humillado en el blanco
de los ojos de Dios.
Mis carnes son la esquina de un daguerrotipo,
mi corazón es una fecha oscura,
mi afán es el salmón puesto a las brasas
junto a las márgenes del río que remontaba.

Caído en mí, distante,
hecho de campos de verdura
y ojos como canarios.
No he sido yo más mío que este plato de sopa.

Cada noche derribo, como un licor amargo,
las letras de mi nombre.
Cada mañana vuelve el Señor a edificarlas.
Tal es nuestro secreto. La mutua cicatriz.

Viejo, lleno de días,
me vuelve sabio el modo
en que voy pareciéndome a las piedras.
Y así como las chispas de un motor
se dan al aire,
así yo me abandono a la aflicción.

Julián Herbert, La resistencia

miércoles, diciembre 06, 2006

Sobre Rossi



En el número de Nexos de diciembre aparece el texto «Novela del distraído adolescente», reseña delgeney sobre Edén. Vida imaginada, el libro reciente de Alejandro Rossi, uno de nuestros excéntricos entrañables.




viernes, noviembre 24, 2006

Noticias




En el número 9 de la revista Replicante aparece mi ensayo «La narrativa enferma», una elegía furiosa a 20 años de la muerte de Rulfo y a pocos meses de la de Salvador Elizondo, una reflexión alevosa pero cierta sobre el estado de nuestra narrativa.
Y en el número 2 de Cuaderno Salmón, que también acaba de salir, se publica un breve texto mío titulado «El placer de ignorar», escrito a raíz de la experiencia de funcionario que debe saberlo todo y, sin embargo, nada o muy poco realmente conoce.

(Pero, ¿para qué sigo con este blog? A estas alturas se ha vuelto un escaparate para la autopropaganda, pero ese ánimo se me presta poco. Más bien, es una suerte de apatía la que me ocurre al plantearme la vociferación egolátrica de las noticias.)

Porque, por ejemplo, en el suplemento Hoja por Hoja de octubre apareció una breve nota de Kenya Bello sobre El hacha puesta en la raíz, la compilación de ensayistas mexicanos nacidos a partir de 1970 que preparamos Verónica Murguía y yo y que acaba de ser publicada por Fondo Editorial Tierra Adentro. Y se me pasó citarla. La pongo aquí ahora, con retraso:

«Desde las primeras páginas de este volumen se antoja ignorar, aunque sea por un instante, el irremediable transcurso del tiempo o dejar a un lado los deberes para emprender un largo recorrido por un mundo que tiene identidad propia más allá de la narrativa y la poesía: el del ensayo. El antojo nace de un prólogo que no sólo convence de lo irrelevante que puede resultar ser representativo en materia de creación y del derecho que tiene todo antologador para proponer una selección de aquellos escritos que considera novedosos y dignos de difusión, sino que esboza una imagen sugerente de las delicias literarias que un ensayo puede deparar, así como de los retos intelectuales que supone explorar las posibilidades de la intuición o moverse en el terreno de la conjetura que son característicos de este género. En ese sentido, aquí se encuentran cuarenta y siete estilos de exploración que difícilmente pueden encasillarse en uno solo, porque lo único claro es que son estilos muy diversos entre sí, pues aunque sus autores crecieron en el mismo país y época no hay ideas unívocas ni uniformes: están los que discuten, los que se preguntan, los que responden o los que retratan a un personaje, un lugar o situación y que lo mismo se acercan a la moda, la identidad, el trabajo, el conocimiento o la escritura. No sólo hay diversidad, lo mejor es que muchas veces logran arrancar sonrisas y sembrar algunas ideas que resonarán en la cabeza.» (KB)

domingo, noviembre 12, 2006

Sobre El hacha

Me permito transcribir aquí la reseña de Christopher Domínguez Michael a El hacha puesta en la raíz, publicada hoy en El Ángel, de Reforma.

Diario de Fatigas / El hacha y la raíz
Christopher Domínguez Michael

El hacha puesta en la raíz, la antología de "ensayistas mexicanos para el siglo XXI" (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2006) que Verónica Murguía y Geney Beltrán Félix han preparado y dispuesto, es el primer libro de su género aparecido desde que José Luis Martínez publicó la última edición corregida y aumentada de El ensayo mexicano moderno (FCE, 1958, 1971, 2001) y desde el Ensayo literario mexicano (UNAM), que coordinado por Federico Patán apareció en 2001. La antología de Martínez empieza con Jaime Torres Bodet (1902-1974) y durante años se detenía en Carlos Monsiváis (1938), mientras que la de Patán da principio en Antonio Alatorre (1922) y culmina con Jorge Volpi (1968). Murguía y Beltrán Félix han seleccionado a más de 40 autores nacidos entre 1970 y 1983.
Entre los ensayistas escogidos cabe distinguir a algunas de las familias intelectuales que, de no mediar algún trastorno mayúsculo, dominarán la escena literaria en los próximos años. Saltan a la vista, en primer término, aquellos escritores que ya han destacado en el mundo de la edición y en el periodismo literario, como Luis Vicente de Aguinaga (1971), un buen poeta que además cuenta con sólidas credenciales académicas y ha seguido trabajando en Juan Goytisolo y en sus hermanos.
También aparece, en El hacha puesta en la raíz, un ensayo de Rafael Lemus (1977), dueño del temperamento crítico más enérgico de su generación y quien en esta ocasión habla de Mario Bellatin, un narrador con cuyo fraseo y en su solipsismo, se identifica. No olvido a Vivian Abenshushan (1972), ensayista que practica un sentido del humor que no puede ser sino del orden moral. Y a Antonio Ortuño (1976), que habla de Beckett (pero no sólo de él) y le preocupa un tema ya clásico en la literatura del siglo pasado: la ética, la política, la responsabilidad intelectual. También aparecen en esta antología ensayos de Humberto Beck (1980), ya conocido por su librito sobre Gabriel Zaid y zaidiano él mismo por su claridad y su sentido común; de Gabriel Bernal Granados (1973), editor y escritor muy sofisticado, hombre de biblioteca, para hablar únicamente de los autores de los que saqué más provecho en una primera lectura.
Entre los ensayistas escogidas por Murguía y Beltrán Félix destacaría yo a Elisa Corona Aguilar, que en "La llegada del Expreso Hogwarts y la sordera de Willy Wonka" exhibe una virtud escasa entre los críticos de la cultura: el optimismo. Ve Corona Aguilar que en la nueva literatura infantil y en el nuevo cine para adolescentes, en Harry Potter y en Charlie y la fábrica de chocolates, de Tim Burton, se registra una importante mutación de los arquetipos narrativos que al fin parecen liberarse de las amarras decimonónicas que el siglo veinte de alguna manera preservó. Y Mayra Ibarra (1972), a su vez, cultiva el ensayo mítico-histórico en "El Adán español y la Eva india", que retoma el formato clásico de Jorge Cuesta y Octavio Paz.
Luis Alberto Arellano (1976), en su turno, presenta unas páginas que honran a la primitiva mayéutica del género, combinando a la vida y a los libros en una sola esencia, que le permite hablar de San Agustín de Hipona y de la enfermedad de su propio padre en un logradísimo ensayo. Y mientras Gabriel Wolfson (1976) se reconoce entre la heredad de Salvador Novo y de Xavier Villaurrutia, en "Para una literatura comprometida", Ignacio Sánchez Prado (1979) habla de J.M. Coetzee, un escritor al que me parece que no hemos leído como ese coetáneo nuestro que es, habitante de la periferia bárbara, premoderna y posmodernismo que es México tanto como Sudáfrica.
Me sorprendió, finalmente, encontrar que tanto Logsang Castañeda (1980) como Rafael Toriz (1983) se refieren, cada uno por su parte, a Hugo con Hofmannsthal, cuya Carta a Lord Chandos tradujo Jaime García Terrés. Ni Castañeda ni Toriz citan esa traducción. Es probable que la desconozcan (se publicó en 1990 y creo que no se ha reeditado). Pero lo que importa es que se aparezca el fantasma. Hace poco leí Genios, de Harold Bloom, libro en el cual el gran profesor de Yale se sentía obligado a explicar a sus alumnos que Hofmannsthal, el poeta simbolista austriaco, era algo más que un libretista de Richard Strauss. Veo que la Carta de Lord Chandos forma parte de la pequeña historia de la lectura en México (que a veces es la gran historia literaria). Esa clase de apuntes pueden tomarse, como aperitivo, de la lectura de El hacha puesta en la raíz, de Verónica Murguía y Geney Beltrán Félix, antología llamada a quedarse en la biblioteca de la nueva literatura mexicana.

martes, octubre 31, 2006

El hacha puesta en Bellas Artes


Este domingo 5 de noviembre, a las 12:00 horas, se presentará El hacha puesta en la raíz. Ensayistas mexicanos para el siglo XXI, compilación de Verónica Murguía y elgeney, en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes, en la ciudad de México (Eje Central y Avenida Juárez, Centro Histórico). Los hachazos vendrán de Christopher Domínguez Michael y Mario Espinosa. Intentará moderarlos el buen Enrique Romo.

Como la sala es grande (no lo es menos el libraco, mi nerviosismo tampoco), se ruega a los coautores su gentil presencia, acompañados por unos cinco o seis amigos o parientes. De esa forma, aseguramos el lleno. Además, aquellos coautores que no han recibido o recogido sus ejemplares, podrán exigirle a Epigmenio León que los entregue en el acto (cosa que Epigmenio hará puntualmente, con profesionalismo exagerado).

Ahora, hay que considerar que a la gran mayoría de los coautores ni Vero ni yo los conocemos; así, no es improcedente plantear una agradable conversación cara a cara (ya liberados de las invisibilidades del mail) sobre este protocanónico libro.

martes, octubre 24, 2006

Explicación

«O fils et petit-fils du péché d’écrire, le mensonge sera votre respiration et la vérité, votre silence.»
Ainsi, aurait pu parler Dieu à Moïse.
Et Moïse aurait pu répondre: «Porquoi, Seigneur, pourquoi condamner Tes créatures à mentir?»
Et Dieu aurait pu ajouter:
«Afin que chacun de vos livres soit votre vérité et que, face à la Mienne, cette vérité indigne s’effondre et, d’elle-même, tombe en poussière.
«Là est Ma gloire.»

Edmond Jabès

martes, octubre 10, 2006

Oh habla del silencio

Pero no hables de los jardines, no hables de la luna, no hables de la rosa, no hables del mar. Habla de lo que sabes. Habla de lo que vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu mirada, habla del dolor incesante de tus huesos, habla del vértigo, habla de tu respiración, de tu desolación, de tu traición. Es tan oscuro, tan en silencio el proceso a que me obligo. Oh habla del silencio.

Alejandra Pizarnik, Extracción de la piedra de locura

domingo, octubre 08, 2006

Generacíón nerviosa

El deseo profundo de escribir una prosa noble y clara, agua fresca, una prosa tranquila y convincente, con olor a buen manantial, con sabor a piedras de montaña alta, a tierra de pinares. Agua para beber. Y la convicción agotadora de que pertenezco a una generación enamorada de minucias, incapaz, me parece, de inventar un mito poderoso o un símbolo de la condición humana.

Alejandro Rossi, «Diario de guerra», en Un café con Gorrondona.

miércoles, octubre 04, 2006

Noticias

En el número reciente de Luvina (44) se coló un breve texto mío sobre Graciliano Ramos, el gran y desconocido escritor brasileño. Antecede a un fragmento de Angustia, una de sus novelas mayores, en traducción de Cristina Peri Rossi.

En el número de este mes de la revista Nexos (346) aparece "Distopía narrada por rufián", una reseña mía a la excelente novela del joven y tapatío Antonio Ortuño, El buscador de cabezas.

miércoles, septiembre 27, 2006

Tema: el padre, su muerte

When the father dies, he writes, the son becomes his own father and his own son.

Paul Auster

martes, septiembre 26, 2006

En Brisées

C’est que nous sommes aujourd’hui fort éloignés d’un temps où l’on pouvait sans être trop naïf, croire à certaines possibilités de liberté… impossible, en ces années de nouvelle et plus rude avant-guerre, de prononcer sans ironie, colère ou amertume ce simple mot: libération.

Michel Leiris, 1938

lunes, septiembre 18, 2006

El hacha puesta en la raíz

Hablaba por teléfono con mi gran amigo LJ cuando llegó un mensajero y me dejó un paquete. Traía dos ejemplares de El hacha puesta en la raíz. Ensayistas mexicanos para el siglo XXI, libro voluminoso y muy bello que compilamos Verónica Murguía y yo para el Fondo Editorial Tierra Adentro.
Se trata de una reunión de ensayos inéditos escritos por autores mexicanos nacidos a partir de 1970. El conjunto de textos es muy rico, multifacético y contradictorio. Producto de una investigación de varios meses, la selección se realizó a partir de un material muy amplio. Y el resultado, pienso, es excelente: hay en sus páginas ensayos de temas muy diversos, con estilos, ideas y enfoques muy variados, que conforman un panorama de gran interés sobre el ensayo actual en México. (Está mal que yo eche tantas flores, pero como siempre dudo de estas cosas, y ahora no es el caso, hay que aprovechar.)
Claro, desde las cinco y media de la tarde, cuando me llegaron los ejemplares, y en vez de ponerme a escribir el ensayo sobre el ensayo total, o el comienzo de la novela de Emarvi, no me he pasado sino revisando el libro de la primera página a la última; estoy muy emocionado. Ya le puse un mail a todos los coautores para darles la noticia.
Pronto estará el libro distribuido en las librerías Educal de Conaculta. Y apenas haya fechas de las presentaciones, aquí postearé los datos.

martes, septiembre 12, 2006

El cartero y la enferma

Pasaron dos horas más y ese mediodía de principios de agosto el viejo Gabriel no llegó en su bicicleta, con su impermeable gris, a entregar cartas a nadie. El jueves, dos días después, otro cartero —un hombre de cuarenta y pico de años, bigote poblado y cara gorda, parecido al fontanero Mario Bros— llegó en su motocicleta y repartió en el edificio el doble o el triple de cartas que en un día normal.
María esperó al viernes. Llegó el mismo hombre desconocido. Ella salió a la verja y le habló por sobre el asfalto con un grito exigente:
—¡¿Qué pasó con el viejo?!
El hombre le contestó, ya sentado en la moto y de espaldas al edificio, listo para reiniciar su ruta:
—¿El ruco...? ¡El ruco está enfermo!
En ese instante María se sintió huérfana de súbito, huérfana en definitiva, desertada —y se imaginó a sí misma saliendo del jardín, tomar hacia la izquierda en la banqueta y caminar, sí, caminar.
¿Buscar al anciano? Ahora sí: hablarle, romper su celda mutua de silencios.
O, si no, simplemente irse.
Y perderse.

Balada de las últimas bombas

José Eugenio Sánchez

ron es un viejo actor del blanco y negro
que hacía dinero con cualquiera vendiendo entrevistas y pistolas
mientras
en el mundo caían varias bombas
george por su parte
es un ranchero petrolero que montaba una gran troka con un longhorn en el frente
junto a su mujer que masticaba una mazorca y escupía los pellejitos por la ventanilla
y en el mundo caían más bombas
bill en cambio
fumaba mariguana y le encantaba que sus amigas se la mamaran
no por eso dejaban de caer más y más bombas
pero era diferente a la época de georgy —el hijo de george—
que buscaba afanosamente el cariño de su padre
entre las bombas que caían sobre el mundo

sábado, septiembre 02, 2006

El veto a la ley del libro

José María Espinasa

El gobierno del presidente Vicente Fox se despide vetando -se dice observándola, pero en la práctica es un veto- la Ley para el Fomento a la Lectura y el Libro, ante la campaña de la Comisión Federal de Competencia y la Secretaría de Hacienda, escandalizadas por el terrorista ataque al sagrado dogma del neoliberalismo que -dicen- representa el precio único. No sólo desautoriza a las autoridades del sector educativo y cultural -la SEP y el CNCA apoyaron dicha ley-, no sólo ignora la decisión de las cámaras -en el Senado por unanimidad, en la de Diputados por amplia mayoría- y el acuerdo de los organismos gremiales y profesionales de la cadena productiva del libro, sino que deja al desnudo lo que antes disimulaba, su desprecio por el lector y por la lectura como elemento vital del desarrollo cultural.
De nada sirvió la argumentación conceptual, los ejemplos, la disección del funcionamiento económico y social del mercado del libro, las voces autorizadas y en buena cantidad que hablaron en favor, nada, prevaleció el dogma. Se le quiso objetar como anticonstitucional y no hallaron por dónde, y terminaron vetándola porque contradecía las bondades del capitalismo salvaje. No importó que se les demostrara que incluso bajo esa óptica el precio fijo resultaba benéfico. Y, desde luego, no tomaron en cuenta nunca el valor del libro como bien social.
Sería conmovedor, si no fuera patético, que todo se instrumentara como película de Hitchcock en su peor época, con la creación de un suspenso pueril que deja para último minuto el anuncio de lo que ya sabían desde muchos días antes. La tecnocracia resuelve así las cosas, de último minuto y de la peor manera. Presidencia tuvo la ley aprobada por las cámaras durmiendo en su escritorio tres meses y sólo cuando se vencía el plazo de su promulgación decidió hacer el veto. ¿Qué cara tendrá Reyes Tamez en este momento, cuando realizó una brillante defensa de esta iniciativa? La cara de todos los que hicimos algo por esa ley es de desconsuelo, pero Fox no es nuestro patrón y fue nuestro enemigo -en este caso no nuestro adversario- a lo largo de todo su sexenio. Nosotros seguiremos haciendo libros y él espero que cumpla su promesa de retirarse al rancho.
Los diputados y senadores de la nueva legislatura tendrán de nuevo como asunto pendiente algo de lo poco que sus antecesores ya habían resuelto. Habrá que insistir, más allá de la decepción, en la pertinencia de la ley y en especial del precio único. Se tendrá que volver a explicar a las cámaras el asunto, convencer a nuevos funcionarios y esperar que algún día -y que no sea demasiado tarde para la industria y la cultura- entre en funcionamiento. Los enemigos declarados de la ley celebrarán el asunto, los que -por cobardía más que por falta de convencimiento- no la defendieron tendrán que asumir su falta de compromiso y la responsabilidad en el desastre.
Mientras tanto, se tendrá que redoblar la apuesta por un lector activo, por el que lee por placer, en bibliotecas, en libros prestados, en aquel que hace el esfuerzo de apartar algo del gasto y compra un libro para sus hijos, aquel que se siente orgulloso de tener aunque sea una mínima biblioteca familiar, aquel al que se le despertará la vocación lectora más por necesidad que por azar, por aquel que sabe que la página es un territorio de libertad que no pueden robarse. En fin, después de tantas afrentas contra la democracia y la cultura ya no debería sorprendernos una más. Y sin embargo nos sorprende.

(Este texto de José María Espinasa se publicó en La Jornada hoy sábado 2 de septiembre.)

domingo, agosto 13, 2006

Una ratificación

Verónica Murguía

Disculpa, lector, mi tardanza para escribir esta ratificación, dirigida al embajador de Israel en México, David Dannon. La periodicidad de esta columna así lo determina, y más vale tarde que nunca. Además, desgraciadamente, el asunto a tratar no perderá vigencia en mucho tiempo. Recordará el lector la vergonzosa rabieta pública protagonizada por el señor Dannon, misma que tuvo lugar el 26 de julio de este año, cuando exigió que el grupo de intelectuales y escritores que habían firmado un desplegado donde se exigía al Estado de Israel que desistiera de los bombardeos sobre Líbano, se retractaran. Dannon llamó a los firmantes, entre los que me encuentro, inmorales. Nos acusó de apoyar el terrorismo y de no lamentar la sangre israelí derramada. No repetiré aquí todos sus "argumentos". La mayoría son bien conocidos, ya que repitió la consigna de Bush, "o con nuestros bombarderos, o con el terrorismo".
Semejantes simplezas son indignas de alguien que ejerce un cargo diplomático, más aún cuando hay tantas vidas, israelíes y libanesas, en peligro. Yo, señor Dannon, ni con el gobierno que usted representa, ni con Hezbollah. El ejército de Israel bombardeó la aldea de Qana, matando a treinta niños, algunos minusválidos. Si es verdad que allí se encontraban militantes de Hezbollah, ¿por qué sólo fueron rescatados los cadáveres de civiles? ¿Cómo no convertirse en un escudo humano si los caminos y puentes han sido destruidos? Según cnn, Qana fue bombardeada más de ochenta veces.
Acusar a los firmantes de antisemitismo es un abuso. Todas mis autoridades son israelíes, y a la información que envían me atengo. En una carta del 24 de julio firmada por Peretz Kidron de Yesh Gvul, una organización pacifista compuesta por militares, se informa que miles de palestinos –eso también empeora–, incluyendo a docenas de miembros del Parlamento Palestino, están detenidos "administrativamente". Muchos palestinos han sido asesinados en Gaza en estos días, mientras el resto del mundo mira hacia Líbano. Ya hay un primer refusnik (soldado que se niega a matar) en esta guerra, Iztik Shabbat, quien firmó la carta "Valor para negarse" el 19 de julio.
Yonatan Shapira, fundador de Combatientes por la Paz, otro grupo de militares que se niegan a participar, difundió esta semana la siguiente petición: "Para poder defender a Israel, pido al mundo su apoyo para obligar a mi gobierno a detenerse." Yo no puedo hacer casi nada, excepto transcribir aquí su petición.
¿Qué lógica perversa condena a quienes secuestraron a los dos soldados israelíes y justifica a quienes destruyen un país entero en respuesta? ¿Qué no les importa el creciente aumento de odio, que se resuelve en mayor popularidad del terrorismo que amenaza a civiles israelíes inocentes? ¿Cree el señor Dannon que las matanzas de Sabra y Chatila ya se nos olvidaron? Por si él no se acuerda, mucha gente en Israel expresó su repugnancia por este acto, del que Ariel Sharon fue responsable. Por eso fue destituido de su puesto en el Ministerio de Defensa. Esa matanza tuvo como marco la primera invasión del Líbano, "una guerra de expansión, no de defensa", según Avi Shlaim, profesor de relaciones internacionales en Oxford.
Ygal Shochat, Cirujano en Jefe de la aviación israelí, también es miembro de Médicos sin Fronteras. Perdió una pierna combatiendo en Egipto en 1970. En 1996, dice, "no creí en la legitimidad de la Operación Viñas de Ira, pues el objetivo era obligar a civiles libaneses a huir, y así presionar al gobierno de Líbano para actuar contra Hezbollah." Como ahora.
Neve Gordon, maestro de la Universidad Ben Gurion en Beer Sheva, dice que es el ejército de Israel quien crea los escudos humanos. Los "escudos" son quienes andan por ahí cuando el ejército israelí asoma en busca de un terrorista. No es una elección hecha por los civiles, es la denominación que el ejército (y usted, señor embajador) usan para llamar a los muertos.
Por último citaré el final del profético "Yo acuso", de Baruch Kimmerling: "Acuso a todos –a los intelectuales judíos en Israel y Estados Unidos– quienes saben esto y no hacen nada por impedir la catástrofe. Las masacres de Sabra y Shatila serán poco comparadas con lo que sucede y sucederá, a todos, judíos y árabes, después de esta guerra étnica. Y me acuso a mí mismo por saber esto, por llorar muy poco y quedarme callado demasiadas veces."
Y yo, simplemente, no me retracto.

"Una ratificación" fue publicado en La Jornada Semanal, hoy 13 de agosto de 2006, por Verónica Murguía en su columna Las Rayas de la Cebra.

martes, agosto 01, 2006

Cina, el líder de los conjurados, en la víspera del atentado contra Augusto finge esta crítica de la democracia, por lo demás no inexacta

Augusto, ignorante de la conjura de Cina y Máximo, les pide su consejo: ¿debe abdicar, como Sila, ante el temor de ser asesinado, como Julio César? Cina, nieto de Pompeyo, lo convence de mantenerse al mando del imperio; su objetivo es impedirle la impunidad posible de quien pasa de maître de l'univers a ciudadano y asesinarlo, como un castigo ejemplar para los ambiciosos con el cual se libere en definitiva a Roma de cualquier tentación de tiranía. Pero la crítica hipócrita hacia la democracia que sale de labios del conspirador no carece de fundamento y peor aún de pertinencia para estos días nuestros, asediados por la manipulación y el cinismo de políticos arribistas.

Mais quand le peuple est maître, on n’agit qu’en tumulte:
La voix de la raison jamais ne se consulte;
Les honneurs sont vendus aux plus ambitieux,
L’authorité livrée aux plus séditieux.
Ces petits souverains qu’il fait pour une année,
Voyant d’un temps si court leur puissance bornée,
Des plus heureux desseins font avorter le fruit,
De peur de le laisser à celui qui les suit.
Comme ils ont peu de part aux biens dont ils ordonnent,
Dans le champ du public largement ils moissonnent,
Assurés que chacun leur pardonne aisément,
Espérant à son tour un pareil traitement:
Le pire des États, c’est l’État populaire.

Corneille, Cinna, II, 1

domingo, julio 30, 2006

Coda

Pero, con todo, el Estado de Israel no tiene derecho a asesinar a hombres, mujeres, ancianos y niños libaneses. No tiene derecho a destruir la infraestructura de Líbano ni a negarse a una tregua humanitaria. ¿Quién dará el primer paso? ¿Quién hará el primer acto de buena voluntad en Medio Oriente? ¿Israel cesará en sus bombardeos, Siria e Irán aceptarán abiertamente la existencia de Israel como estado nacional, Jezbolá procederá a su propio desarme, Jamas con todo y su triunfo democrático respetará los acuerdos firmados por la ANP, las grandes potencias dejarán de suministrar armamento a los diferentes implicados...?
La guerra traerá más violencia, más odio y terrorismo. Entonces, ¿cuál es la solución? ¿De dónde vendrá la buena voluntad?

domingo, julio 23, 2006

Doris Lessing, 1986

large numbers of young people, when they reach the age of political activity, adopt a stance or an attitude that is very much part of our times. It is that democracy is only a cheat and a sham, only the mask for exploitation, and that they will have none of it. We have almost reached a point where if one values democracy, one is denounced as reactionary. I think that this will be one of the attitudes that will be found most fascinating to the historians of the future. For one thing, the young people who cultivate this attitude towards democracy are usually those who have never experienced its opposite: people who’ve lived under tyranny, value democracy.

Doris Lessing, Prisons We Choose to Live Inside (1986)

jueves, julio 13, 2006

Toda la luz


«¿Por qué parecía el amor abrirle más sus heridas? ¿Qué surcos transitaba donde queriendo dejar semillas dejó llagas? ¿Qué daño le removía el horizonte?... La madre no comprende: la hija le fue siempre un misterio. Toca los labios exangües. ¿Qué plegaria dirán Señor que a Ti te apiade pues que Tus siervos le niegan la absolución? El ritual seguirá su norma, y aunque no les rasguen la ropa en señal de duelo —“No te abstengas de orar al cielo en busca de Misericordia”—, ahí estará el dolor como una aguja atravesando el pecho hasta la cintura. El cortejo emprende su lenta marcha rumbo al espacio del cementerio donde la tierra no está consagrada —¿acaso no retorna igual al polvo el polvo del suicida?—, Exaltado y Santificado sea el Gran Nombre en el mundo que Él ha creado a Su Voluntad, un rincón de santidad baldía que vomita a los inicuos: el cadáver entrará boca abajo en el ataúd para que no ofenda a la Presencia el rostro que olvidó, en su loca inmolación, su divina semejanza...»

Esther Seligson, “El entierro”, en Toda la luz

El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar Toda la luz, un volumen con lo mejor de la narrativa breve de la escritora mexicana Esther Seligson. Se trata de una autora de culto dueña de un aliento lírico lleno de emoción y una capacidad de fabulación siempre múltiple y sorprendente. Es Seligson además el ejemplo de un vigoroso apego a una vocación escritural que condensa o revela —y ya ves cómo esta circunstancia termina siendo siempre fundamental para mí— una búsqueda permanente de autenticidad artística; en su prosa no hay marcas ni deudas con las modas literarias, sino la concentración expresiva de un hálito de introspección en tramas y temas, momentos y personajes tanto más seductores y subyugantes cuanto se trata —y este dato resulta manifiesto a cada página para quien la lea con ánimo ecuánime— de un mundo personal dominado por un puñado fértil de obsesiones. «No creo que ninguna obra de arte esté absolutamente separada de la vida interior de su autor», ha escrito, «no sólo de sus sentimientos, sino también de sus ideas, de su concepción del mundo, de sus prejuicios y aspiraciones, sus fobias y sus sueños». Es Seligson (y concluyo apresuradamente) un nombre inclasificable y necesario en la prosa hispánica contemporánea.

Fragmento del futuro

Se prepararán para el día de la venganza. Reunirán sus armas: cuchillos, pistolas, palos, taladros, martillos, sartenes, lo que tengan. Cuando llegue el día, a las seis de la mañana, saldrán de sus casas. Convocarán a sus parientes, a sus vecinos, sus amigos. Les dirán: «¡Vamos a chingarnos a los ricos! ¡Vamos a saquear las casas de los millonarios, de los ladrones, de los políticos corruptos! ¡Vamos a quemar los bancos, vamos a destruir los autos de lujo, vamos a matar a los hijos de su chingada madre!» El furor se extenderá por el esmog. De las colonias jodidas de la Ciudad y el país saldrán los gritos como un solo alarido denso y dilatado, la gente asaltará los microbuses y los camiones y el metro y se dirigirá a las colonias residenciales, a los rumbos podridos de cada ciudad. Entrarán por la fuerza en las casas, no habrá resistencia en los guardias, los guaruras, los miembros del ejército. Lincharán a los puercos jefes de empresa, a los industriales, a los corrompidos dueños del poder, los jefes de la policía y de los narcos y los secuestradores, los altos lacayos de las trasnacionales que explotan a la gente, la llenan de cáncer y destruyen la Tierra, los ladroncísimos cardenales y obispos, los parlamentarios y traficantes de influencias, los especuladores y rapaces banqueros con sus esposas, sus hijos y amantes y toda persona cercana que se haya visto contaminada y beneficiada por la iniquidad. Les sacarán los ojos, les romperán la ropa, les cortarán la verga, las tetas, destruirán las ventanas con vitrales, aventarán los cuerpos asesinados a las albercas, los llevarán por las calles como trofeos, emascularán y empalarán a los juniorcitos rubios que se llenan la nariz de coca y secuestran a las sirvientas y empleadas para quemarles con colillas de cigarros los pezones y el clítoris, violarlas y dejarlas casi muertas en algún canal de desagüe, perseguirán por las calles a los que intentan huir en sus autos extranjeros: todas las salidas estarán bloqueadas por la turba, y luego de saciarse con los primeros hechos asaltarán los refrigeradores y las cavas, dormirán en las recámaras envueltos en sábanas carísimas.
Al día siguiente seguirá la venganza: entrarán en las oficinas de los rascacielos donde despachan los abogados litigantes, los inversionistas, los gangsteriles dueños de los canales de televisión y los periódicos, los grandes negociantes, los cínicos funcionarios, los caciques de los partidos políticos y los sindicatos, arrancarán las computadoras de sus conexiones en las paredes, tirarán por las ventanas los archiveros y las peceras y los diplomas y falsos títulos. Y al tercer día asaltarán las tiendas departamentales y las vinaterías y los almacenes de comida importada, se llevarán la ropa fina y los alcoholes y las piernas de jamón y los bacalaos, y al llegar la noche del tercer día: todo habrá terminado.
La venganza habrá satisfecho las ansias de justicia. Matar y robar y descuartizar a los que mataban y robaban y violaban los habrá redimido. El mal y su violencia habrán sido exterminados, arrancados de la raíz de todos: de los verdugos con su muerte y de las supuestas víctimas con el asesinato purificador. Los nuevos hombres, las nuevas mujeres, los vengados por sí mismos, serán ahora gente libre del mal.

martes, junio 20, 2006

Josefina Vicens regresa a las librerías


El FCE acaba de publicar en un volumen las dos novelas de Josefina Vicens: El libro vacío y Los años falsos, en su colección Letras Mexicanas. Un acontecimiento. Ni más, ni menos.

Antonio Ortuño presenta su primera novela



Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976) acaba de publicar su primera novela, El buscador de cabezas. Violenta, divertidísima y trepidante , esta distopía política de un país no excesivamente distinto del nuestro es una de esas obras fuertes que provocan todo menos indiferencia en quien las lee. No es para nada excesivo afirmar que Ortuño ha escrito una novela excelente que augura una carrera muy sólida sustentada en una noción de la mejor literatura.

La novela se presentará el próximo martes 27, a las 7 p.m., en la Casa Refugio Citlaltépetl, en la ciudad de México, con los comentarios de Enrigue y Mejía Madrid.

domingo, junio 18, 2006

Once meses

Acabo de cumplir once meses en mi trabajo actual, como editor de literatura en una casa prestigiada. Un colega, a quien corrieron a la mala no hace poco, dijo en algún momento: "Geney no se ha enterado que aquí el editor es un achichincle, el último eslabón de la cadena". Bueno, ya me enteré. Pero no lo acepto, claro.
Se supone que esta editorial no se guía por criterios elementalmente comerciales. Es decir, se asume que esta editorial tiene un cometido con la cultura iberoamericana y universal, gracias al subsidio estatal que recibe, el cual, sin embargo, es cinco veces inferior al destinado al Partido Verde Ecologista, institución que ni de lejos ha hecho por los pueblos de Iberoamérica lo que en siete décadas ha realizado esta editorial para la cual trabajo.
Acabo de cumplir 30 años de edad, y entiendo bien que sería una arbitrariedad hacerle demasiado caso, en la conformación del catálogo de una editorial con 70 y tantos años de historia y prestigio, a un muchacho inexperto y de criterio bisoño como, según es fama, sería mi caso. Sin embargo, he caído en la cuenta, a lo largo de estos frustrantes once meses, que quizá uno de los pocos (y en esto he de sonar por fuerza arrogante) que tiene en esta casa por lo menos una pizca de congruencia e intuición editorial y otro tanto de honestidad intelectual c'est moi. Hay una lista de autores fundamentales del canon iberoamericano que, según yo, deberían ser recuperados y publicados por esta editorial que me paga tan poco por hacer el trabajo de cinco o seis editorcitos. Quizá sueno amargado; siento una frustración enorme, lo acepto. Pero a cambio de esos autores no incluidos aún en el septuagenario catálogo de esta casa, se me da la instrucción bien seguido de pedir contratos para una serie de escritores mediocres y gángsteres que, claro, logran ser publicados gracias a sus artimañas notoriamente exentas de ética.
Esta frustración tiene que conducir a un cambio, por supuesto. A más tardar he de irme en diciembre o enero; escéptico, no creo que esta editorial maravillosa y tan vulnerable a las bajas presiones de la política cambie si cambian sus dirigentes.
El aprendizaje, enorme, serviría a cualquiera para fundar una nueva editorial, como ha sido el caso de algunos ilustres antecesores. Necesito (ya saqué cuentas) cinco millones de pesos para los primeros diez años. Publicaría en mi nueva editorial (ya tengo el nombre; no lo diré) diez novedades al año, una al mes entre enero y octubre. Autores muertos o clásicos: brasileños, italianos, rusos, griegos, algunos de nuestra lengua. Contemporáneos, pocos o ninguno. Luego de diez años, la editorial se defendería sola. Tendría, claro, el prestigio que le daría la selección siempre meditada de su catálogo.
Aunque... no, en realidad no funde acaso ninguna editorial. ¿Para qué? Con esos cinco millones de pesos que, ojalá, algún pariente narco tendrá a bien facilitarme sólo por la coincidencia en los apellidos, me dedicaría a leer, vivir y viajar en el extranjero, con Andrea y Pati. Y escribiría, por supuesto, mientras alguno de estos políticos cara de mierda que hoy compiten por la presidencia de la república se encargará de lanzar al abismo a este país jodido y con vocación de perpetuo desastre.

sábado, junio 17, 2006

Máxima, siglo XVII

Il ne faut pas s'offenser que les autres nous cachent la vérité puisque nous nous la cachons si souvent nous-mêmes.

La Rochefoucauld

jueves, junio 15, 2006

Reflexiones de un patólogo sobre el abuso infantil

For the little girl of my first experience did not die “simply” as a result of a brain hemorrhage and a fractured skull. Behind the skull trauma was the fury (and at that time some of my colleagues were naive enough to say, the wickedness) of her mother. But behind the mother’s violence, the social history subsequently revealed, was a background of alcoholism and marital discord that, when discovered, added a measure of commiseration to the universal reproof. But behind this history of frustration and maladjustment was a history of victimization of the mother, who herself had been abused by her father when she was a child. Hence, guilt was split in half, for the father, by promoting maladjustment of the aggressor-daughter, seemed to share some responsibility for her acts. But behind this truculence there were too remote to influence the actions of lawyers and police officers handling her case. And behind all these miseries, there stood a violent North American society, which is but a part of a world that is, and has been from time immemorial, violent par excellence. Thus the pathologist who wishes to know the “causes of death” sees the chain of causality extended by new links, daily lengthened by research, but is never close to “the truth,” never really knows the etiology of a child’s death. The pathologist must be content to look at proximate causes, must be satisfied with externals while research continues to reveal causes behind the causes in an unending chain of causality, as when a man holding a mirror looks at his own image in a set of confronting mirrors, and sees a man holding a mirror, and in this mirror the image of a man holding a mirror, and so on, in infinite repetition. So the ideal autopsy report on an abused child, the only one that would do justice to the thorough correlations demanded by a scientific spirit, would be like a narrative containing a subplot and the subplot itself developing a subplot of its own. My colleagues, I am afraid, would not take kindly to the ideal format; for to read it would be like reading one of those literary works that preceded the novel as a genre (of which I believe Don Quixote is the outstanding example), one in which the various characters tell complex stories apparently unrelated to the leading plot, and which the reader must sit through until the leading plot, at long last, is reestablished.

Francisco González Crussí, “Reflections on Child Abuse”, en Notes of an Anatomist.

sábado, mayo 27, 2006

Pausanias en Platea

En la Batalla de las Termópilas, el ejército persa comandado por Jerjes derrotó a los griegos; la derrota terminó con la muerte trágica del líder espartano, Leónidas, cuyo cuerpo fue ultrajado con el beneplácito del rey de los bárbaros. El siguiente episodio, la gloriosa Batalla de Salamina, conoció el triunfo de las naves griegas, lo que propiciaría la retirada de Jerjes a Sardes, sus dominios seguros en Asia Menor. El persa dejó sus tropas a cargo de Mardonio, reiteradamente pintado por el parcial Heródoto como un hombre impío e impulsivo. La debacle final de los invasores habría de tener lugar en tierra, el otoño de ese año 479 a.C., en Platea. El espartano Pausanias, homónimo del muy futuro autor de la Descripción de Grecia, lidera la coalición griega.
El siguiente fragmento —que llega ustedes gracias al patrocinio libresco de mi amigo entrañable Roberto, a quien este blog y su autor rabioso le deben más de una— refiere hechos inmediatos a la caída persa y muerte de Mardonio. El traductor de la Biblioteca Gredos, Carlos Shrader, consigna en sus copiosas y eruditas notas cómo la fuente de este episodio tendría un prejuicio contra Egina, potencia marítima y rival desde siempre de Atenas. Además, buscaría limpiar la imagen del caudillo Pausanias, quien años después abandonaría Grecia para servir a los persas. Por lo demás, la
Historia del apasionado Heródoto, no hay que olvidarlo, se hacía partícipe del naciente y complejo orgullo panhelénico. Uno de sus valores, la piedad y el rechazo de la barbarie.

Por cierto que en Platea, en el contingente egineta, se encontraba Lampón, hijo de Píteas, que era uno de los principales personajes de Egina. Este sujeto, abrigando un propósito extremadamente impío, corrió a entrevistarse con Pausanias y, a su llegada, se apresuró a decirle lo siguiente: «Hijo de Cleómbroto, acabas de realizas una gesta de una magnitud y una brillantez colosales, y la divinidad te ha permitido salvar a la Hélade y conseguir, que nosotros sepamos, una gloria muy superior a la de cualquier otro griego. Culmina, por consiguiente, tu hazaña, a fin de te aureole una notoriedad mayor, si cabe, y para que, en lo sucesivo, a la hora de incurrir en actos incalificables contra los griegos, todos los bárbaros se abstengan de tomar la iniciativa. Como quiera que, a la muerte de Leónidas en las Termópilas, Mardonio y Jerjes ordenaron que le cortaran la cabeza y que la clavasen en un palo, si tú, en reciprocidad, haces lo mismo con el primero de ellos, serás elogiado, ante todo, por la totalidad de los espartiatas, pero también lo serás por el resto de los griegos, ya que, si mandas empalar a Mardonio habrás vengado a Leónidas, tu tío paterno». Esto fue lo que dijo Lampón en la creencia de que su sugerencia agradaría a Pausanias, pero éste le respondió en los siguientes términos:
«Extranjero egineta, agradezco tu deferencia y tu preocupación por mi persona, pero la idea que has propuesto no es atinada, De hecho me has encumbrado a gran altura, haciendo lo propio con mi patria y mi hazaña, y luego me has reducido a la nada al aconsejarme que ultraje un cadáver y al pretender que, si así lo hago, mi fama se verá acrecentada: tal proceder es más bien propio de bárbaros que de griegos, y es algo que les censuramos. Desde luego, ojalá que, si de ello depende, no cuente yo con la aprobación de los eginetas y de quienes toleran esos desafueros; a mí me basta con practicar la piedad, de obra y de palabra, con el beneplácito de los espartiatas. Y por lo que se refiere a Leónidas, a cuya venganza me instas, proclamo que ya ha sido sobradamente vengado: lo ha sido, tanto él como los demás que perecieron en las Termópilas, con el homenaje de las innumerables vidas de los aquí caídos. Tú, por tu parte, no vuelvas a darme consejo alguno; es más, debes estarme agradecido por no ser castigado.»

Heródoto, Historia, IX, 78-79

miércoles, mayo 17, 2006

El Fernando Vallejo affaire

En menudo problema tenemos al ensayista frustrado. Sergio Téllez-Pon ha escrito un texto, «Sobre la narrativa de Vallejo», en que ejerce una defensa del autor colombiano, frente al ¿ataque? del ensayista frustrado, el bloguero rabioso, el escritor novato. Hay ciertos aspectos que el ensayista frustrado habría de puntualizar, pero el escrito que tiene en mente exige más tiempo y dedicación del que, por sus burocráticas labores editoriales, puede invertir en estos días furiosos. En ese ensayo-ficción, el ensayista frustrado habría de insistir en su crítica de la misantropía intolerante del narrador de Fernando Vallejo. No una crítica de otros valores y recursos de La virgen de los sicarios y El desbarrancadero, muy bien reseñados por Téllez-Pon, sino una crítica de ese narrador protofascista que, no hay que negarlo, también deslumbra con su prosa vivaz, exacta e impecable.

Habría que, también, aceptar la polémica de la voz narrativa. A diferencia de Borges, Deniz o Nabokov, autores que proponen o exigen con su obra una definición estética y vital de sus lectores, puntos de partida para la reflexión y discusión a partir de los cuales pueden surgir inquisiciones creativas feraces, Vallejo —el autor y el narrador— es dogmático: no tolera en nada una exploración narrativa que no se halle estrictamente apegada a la primera persona, con el mismo énfasis lapidario con que Macedonio Fernández no aceptaba, ni de lejos, la novela realista.

Lo cual es una amputación suicida; habría que decir, sencillamente, que hay historias que se narran en tercera y otras en primera persona porque, dicho de una forma muy simplista, hay hechos que le pasan o podrían pasar a uno y hechos que le pasaron o habrían pasado a otros. ¿...Que llevamos milenios narrando en tercera persona? ¿...Que no hay manera de saber qué pasa en la cabeza de otra gente? Pues la disyuntiva, planteada en esos términos, peca de falta de sustento: primero, narrar es una actividad humana fundamental que se ha venido haciendo desde el origen de la historia y se hará incluso un segundo antes del fin de la especie, en primera o tercera persona, en forma oral o por escrito, sobre hechos reales o ficticios; y, segundo, la ficción —principio elemental— construye personajes y no sabe nada de personas reales cuya cabeza, en efecto, es bendita e ineluctablemente incognoscible. Y si hay narradores que, de manera genial, siguen narrando en tercera persona, se debe a que asumirán (yo pienso) que lo necesario no es la congruencia estricta con un cómo castrante y prejuicioso sino la efectividad estética y vital del qué.

Ahora, sobre los géneros. Patalear contra su majadera existencia es tan infantil como aceptarlos acríticamente. Existen por razones muy claras y específicas: han respondido a necesidades expresivas de cada época y seguirán existiendo porque la literatura es forma, y toda forma habla de contornos, precisión, límites: transfigurados, problematizados —palabra que, según Margaret Atwood, tiene el defecto de no existir—, rebautizados o replanteados una y otra vez, los géneros son tres, acaso cuatro: asumen envases y etiquetas diferentes y Vallejo, con todo y su propensión a épater l’intellectualité, se inscribe fértilmente en las reglas y la tradición de… ajá, la ficción autobiográfica.

Vallejo, a no dudarlo, es uno de los autores más auténticos y poderosos de la lengua. Pero su narrador o, más concretamente, los dicta virulentos de su narrador —compartidos, según es fama, por quien le ha dado vida— no tienen que ser por fuerza aplaudidos por la universalidad de sus lectores. Más que nada, al ensayista frustrado le parece irrevocable que la empatía y la imaginación son dos atributos infaltables en su idea propia de lo narrativo. Ambos partirían de una postura ante la realidad en mucho diferente de la argüida por nuestro autor colombiano. Pues el narrador de Vallejo no se distingue ni por su empatía ni por su imaginación. Todo o casi todo en él es, en su relación con el mundo, belicosidad, juicio, intolerancia: punto final. No hay ahí incomodidad, incertidumbre, debate, introspección dudante: puntos suspensivos, germen para reflexiones futuras, extendidas, tenaces en el pensar de sus lectores.

Lo cual, insistamos, no excluye los valores fulgurantes de esa prosa no raramente perfecta.

lunes, mayo 15, 2006

Insistencia

No, no sé mucho de rebeldes. Acaso, que rebelde es hoy el nombre de un grupo musical y una telenovela estupidizante sobre hijos de papi, juniorcitos caprichosos, y Revolución sólo una avenida al sur de la ciudad de México, justo donde se hallan las oficinas del Programa Tierra Adentro. Triste el destino de la palabra rebelión en México, hoy en día.
Sé, sin embargo, que Marcos está diciendo lo que nadie más: desde hace tres años, desde hace cinco años y medio, ha dicho lo que hoy es más claro: la democracia mexicana ha sido traicionada. Ha señalado a la izquierda oficial, la del PRD, como una mafia política venal y veleidosa, prostituida y traicionera. Ha señalado la corrupción del sistema partidista en su conjunto, y ha insistido en las injusticias de la fallida transición democrática. Ha dicho estas cosas sin morderse la lengua, sin pisarse la cola: creo que tiene razón y que es necesario e importante que esto se siga diciendo, aunque de nada sirva ni servirá a fin de cuentas.
¿Hay lugar hoy para la violencia revolucionaria? De regreso de un siglo de mitos y dogmatismos, de revoluciones traicionadas, purgas y manipulaciones de la verdad histórica, no es dable creer en la posibilidad de la violencia revolucionaria. Tú, que conoces la historia de Marioralio, habrás entrevisto en esas páginas el miedo a ese futuro probable. Es miedo y no deseo. Reconocimiento y no esperanza de una posibilidad. Pero realmente, ¿cómo saberlo? Temo, presiento la amenaza de una guerra civil. Las circunstancias están dadas para una rebelión general, pero, y en eso tienes razón (una vez lo dijiste) a final de cuentas nada pasará, nada cambiará. Es ingenuo creer en la gente, ver en el pueblo otra cosa que no sea una muchedumbre oprimida, deseducada, corrompida también, inconstante, aprovechada y estúpida.
Hace doce años la moda era ser neozapatista, creerle todo a Marcos. Lo recuerdo, yo estaba en la Fac de Filosofía, muchos iban a Chiapas en las caravanas zapatistas, hacían colectas, todo eso. Desencantado desde entonces, acusaba yo entonces a Marcos de un iluso, un fanfarrón o un manipulador.
Hoy la moda no es Marcos. Hoy la izquierda arribista, la izquierda del votar-por-el-menos-malo, la izquierda cínica está con el autoritario, mentiroso, voluble, abusivo, cínico, trepador, irrespetuoso, fascista y exiguo de entendederas Andrés Manuel López Obrador, a quien se le perdona todo porque enfrente se halla el chamuco: Salinas, Falderón, Fox, Marta, Diego, Abascal, la ultraderecha, los tecnócratas, los lacayos de los ricos. Hoy la izquierda ingenua está con Patricia Mercado y su partido deforme, esos ejemplares parásitos del sistema de partidos, la minoría que, al no tener que perder sino el registro, toma las banderas del 2% de votantes: la legalización de la mariguana, la despenalización del aborto, la equidad de género, el matrimonio de homosexuales, aun sabiendo que, incluso con 5 diputados en el Congreso, sus propuestas liberales —por lo demás urgentes— no encontrarán el menor eco de nadie, ni de la sociedad ni de los demás partidos, para volverse ley y tal vez realidad; si Patricia Mercado tuviera el 30% de preferencias en las encuestas, ¿defendería esas banderas?
Hoy la moda es defender al Peje López Obrador, escoria en un medio de escorias, de los ataques sucios de la ultraderecha. Y a la ciudad de México ¿quién la defendió del despotismo del Peje, su falta de transparencia, sus amigos corruptos, su arbitrario uso de la justicia, su desprecio por la cultura, su desconocimiento de las necesidades verdaderas de los habitantes de la capital (mejores empleos, mejores opciones de vivienda, mayor seguridad, mejor transporte público)?
De regreso a Marcos. Él entendió que dentro de la democracia (y disculpa que no use comillas ni cursivas, pero esa palabra, hay que aceptarlo, ha sido siempre, desde la era de Pericles, un lobo con piel de oveja, si bien, quizá, el lobo menos malo de todos) la violencia revolucionaria se volvía por entero inefectiva, si es que alguna vez fue lo contrario. ¿Hay lugar para violencia revolucionaria, hoy en este país?, insisto. ¿Hay manera de despertar a las masas jodidas para que subviertan el orden inmoral y corrompido de nuestro tiempo? ¿Hay forma de que la rabia contenida, la humillación sufrida una y otra vez por los de abajo hallen expresión violenta y transformen la historia? No creo. La violencia se dará como en San Salvador Atenco hace dos semanas: estallidos de coraje súbitos, incontrolados, inefectivos, ante los cuales se usará, sin piedad, la fuerza policiaca de un Estado protofascista como el nuestro.
Más que un hecho, el rebelde habrá de volverse un testimonio. Eres muy serio, no te gusta la frivolidad. Eres más moralino que yo, en cuyo blog rabioso faltan la ironía y las fotos, como dijo Groucho. ¿Marcos se reduce a presumir sus piernas, a seducir con gracejadas a los reporteros europeos? ¿Eso es todo el neozapatismo? No peques de parcial. Marcos entendió que la única forma de dignificar la lucha rebelde era perpetuarla en la palabra, volverla cuestionamiento moral y así, entonces, hacer imposible, alejar, no volver prioridad la llegada al poder. A través de la sola palabra jamás derrocará nadie ningún sistema político.
No sé de rebeldes, cierto. ¿Remordimiento de pequeñoburgués? Ajá, pero no es culpa mía. Fue la cigüeña, es todo. Pero el remordimiento, la candidez, la desmemoria vienen no de quien compra baratijas en Liverpool: vienen de la envidia. Es el reconocimiento de la imposibilidad propia para, sin contemplaciones, romper con la sociedad corrompida y acusarla, hostigarla, confrontarla. No, no es una moda: hay el desencanto, hay la furia. Existe en mí esa obsesión de la búsqueda sobre el cómo cambiar el mundo: Darío Aspettani se va a la Sierra Sureña a repartir medicinas, libros, alimentos; Poza reescribe correspondencia para separar el mal del bien; Marioralio sueña con una Guerra. ¿Cómo cambiar la realidad? Buscando, quizá, la verdad. Inútil, terca, fastidiosamente. Significa el rechazo, entraña el disgusto de quien escucha. Así le iba a los incómodos profetas frente a los reyes impíos de Judea. Como el héroe imposible de Ibsen, el enemigo del pueblo —héroe del martirologio futuro— es quien dice la verdad. Y la verdad, acaso, sí existe; decimos que no porque es, cómo negarlo, intolerable.

Respuesta

Amigo,
¿cómo decirte que te equivocas? ¿Cómo decirte que una vez más eres un sujeto preso del glamour y la frivolidad? ¿Es acaso, como sostienes, que el autonombrado Subcomandante Marcos es el único líder moral de este país? ¿A qué le llamas líder moral? ¿Qué lugar ocupan quienes dieron su vida (y la cara, por supuesto) en una lucha por los pobres de este país? ¿Acaso Lucio Cabañas o Genaro Vázquez se ocupabande decir que eran las mejores piernas del sureste mexicano? ¿Dónde quedan los hombres de la FARP, del EPR, del ERPI, del CCRP-CJ28J? ¿Son invisibles? ¿Les tomarás en cuenta sólo si dieran entrevistas para EFE o la AFP? ¿Necesitas que el gobierno mexicano les otorgue el mismo reconocimiento que el EZLN? ¿Necesitas que den una gira por la UNAM y ciudades importantes? ¿Has sentido alguna vez el miedo de quienes son perseguidos y desaparecidos? ¿Has visto a tus conocidos desaparecer por estar vinculados a estos grupos? ¿Sabes acaso del horror de gente como los hermanos Antonio y Héctor Cerezo? ¿Has mirado un poco más allá de tu vida pequeñoburguesa?
Disculparás, Geney, que cuestione tu propuesta de inconformidad, pero me da la impresión de que la conseguiste en el palacio de hierro o en liverpool. Me da la impresión de que despertaste y sentiste que hablar del subcomandante Marcos era la moda. Me da la impresión de que tarde o temprano utilizarás ropa furor habana y camisetas con el rostro del che.
Perdóname, amigo, pero creo que muy poco sabes de un grupo rebelde.

domingo, mayo 14, 2006

Declaración (desencantada) de marquismo

El Subcomandante Marcos es el único líder moral en México. (El otro sería, en la esfera literaria, Gerado Deniz.) Es Marcos, también, el más lúcido y franco analista político. Lo defienden (y no sé qué tanto haya de candidez o desmemoria en lo que digo) su integridad y su congruencia. A diferencia de otros tantos «líderes» y «analistas», Marcos no tiene compromisos con los grupos de poder, no mantiene una hidden agenda que, como sucede en el caso de los políticos de todos los partidos o los articulistas de todos los periódicos, condicione y pervierta su postura de compromiso y lucha moral con los de abajo. Cualquier otro, como hay muchos en la izquierda oficial mexicana, habría ya negociado sus principios y habría aceptado prostituir su pasado de lucha guerrillera. Marcos podría haberse quitado el pasamontañas, y sería ya gobernador de Chiapas o candidato a senador de la república por el pseudoPartido de la pseudoRevolución pseudoDemocrática. A cambio, por supuesto, del silencio cómplice y la traición con los jodidos.
Pero no lo ha hecho.

Su lucha, sin embargo, fracasará. No llegarán sus palabras verdaderas a los oídos o los ojos de quienes deberían escucharlas, leerlas, los humillados y ofendidos de este país. Seguirán siendo manipuladas, tergiversadas por los aparatos de propaganda del sistema político. No habrá por lo tanto una respuesta general, un levantamiento, ni violento ni pacífico, para subvertir el orden inmoral de las cosas en nuestra sociedad.
Pero la lucha de Marcos es necesaria. Lo otro, callar, la indiferencia, son vergonzantes. Todos lo hacemos: somos cobardes, alegamos deberes, vocaciones, compromisos, hijos, la escritura, para no tomar la decisión visceral de romper con la sociedad, aislarse de ella, huir de ella y acusarla con la vehemencia intransigente de un profeta veterotestamentario. Marcos, mientras escucha las acusaciones que lo postulan de violento, fundamentalista, intolerante, payaso, títere tanto de la izquierda (según la derecha) como de la derecha (según la izquierda) o farsante que busca el martirio y un lugar en la historia como segundo Che, hace y dice lo que cualquier ser humano con dignidad tendría que hacer, inapelable e impostergablemente, ante la injusticia, la miseria y la corrupción. Prefiere la congruencia moral y la búsqueda de la verdad, antes que la popularidad y el aplauso, ya no digamos el poder o el dinero.

Marcos es un testimonio: más un testimonio que un hecho.

sábado, mayo 13, 2006

Otra rabia

Palabras del Subcomandante Marcos durante el mitin del 12 de mayo

Compañeros y compañeras de la otra campaña:
Hoy, como en otras ocasiones, nos convoca el dolor.
El dolor de ver a nuestras compañeras, a nuestros compañeros del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y de otras organizaciones, grupos, colectivos, familias y personas atacados por las policías de los malos gobiernos en San Salvador Atenco.
Los malos gobiernos del municipio de Texcoco, de filiación perredista; del estado de México, de extracción priísta, y el gobierno federal, que encabeza el panista Vicente Fox Quesada.
No fue, como dicen allá arriba, un operativo para imponer el orden.
Fue un ataque de destrucción y aniquilamiento, perpetrado con la impunidad de quien se sabe protegido por la ley de arriba, la ley del poderoso. La ley que justifica el asesinato de un joven, el empleo de armas de fuego en contra de población civil indefensa, la destrucción de viviendas humildes, las golpizas salvajes sobre todo lo que se moviera, la agresión sexual en contra de mujeres y muchachos, las detenciones arbitrarias e indiscriminadas. En suma, el fascismo.
Todo esto con una coartada, que apenas duró unas horas en los medios de comunicación, la del estado de derecho, la de la imposición de la ley.
El mismo estado de derecho que ha convertido la justicia en mercancía cara, cuyo costo sólo puede ser pagado por el que tiene dinero. Así hemos visto a Marta Sahagún, del PAN y esposa de Vicente Fox, comprar a jueces para cubrir el enriquecimiento ilícito de su familia. Y si alguien se atreve a denunciarlo públicamente, nueva compra de la justicia para acallar y penalizar a quien dijo la verdad.
El mismo estado de derecho que solapa y cubre a los legisladores que, como Diego Fernández de Cevallos, del Partido Acción Nacional, se dedican a usar su posición política para favorecer el crimen organizado. El mismo estado de derecho que no sólo permite, también promueve el uso de recursos de la nación para que el PAN invierta en el negocio redondo de los puestos públicos y la inflación de encuestas, como hacen con ese enano mental con aspiraciones de dictadorzuelo que es Felipe Calderón.
El mismo estado de derecho que da prerrogativas legales al brazo político del crimen organizado, el Partido Revolucionario Institucional, y a ese gánster venido a menos que es Roberto Madrazo.
El mismo estado de derecho que encubre la corruptela institucionalizada llamada Partido de la Revolución Democrática, y que alimenta y nutre, con los mismos embaucadores de siempre, la campaña de Andrés Manuel López Obrador.
Compañeros y compañeras:
Allá arriba, en algunos lados, están proponiendo orientar su ocio a la teoría de la conjura, de la conspiración, del complot ideado para arruinarles el negocio en el que han convertido las elecciones.
Pero acá abajo sabemos lo que pasó: la maquinaria represiva del Estado echada a andar sin importar dónde, cuándo, quién ni cómo.
Quieren que abajo nos convenzamos de que sólo es posible la política de arriba, con ellos y ellas, bajo sus reglas y tiempos.
“Pruebas”, piden los de arriba cuando se les señalan las violaciones a los derechos humanos con que aplicaron “su ley”. “Pruebas” repiten sus ecos amaestrados.
Como si allá arriba se hubieran tomado la molestia de reunir “pruebas” para hacer lo que hicieron.
¿Y los partidos políticos y sus candidatos? ¿Acaso les importa lo que acá bajo sucede?
No.
Se enteran por los medios de comunicación y van corriendo con sus asesores de imagen para hacer el cálculo de qué impacto puede tener en las encuestas el despotricar prometiendo, si llegan a la Presidencia, convertir todo el país en el Atenco del 3 y 4 de mayo (como hicieron Calderón y Madrazo); o quedarse callado, como hizo AMLO, limitándose a condenar la violencia, “venga de donde venga”, como si fuera equiparable la de los pobladores a la de los policías.
Atentos a las encuestas, a estos políticos no les interesa ni la democracia, ni la libertad, ni la justicia.
Porque ninguna de estas banderas, abrazarlas, hacerlas suyas con consecuencia, inciden en las encuestas.
Compañeros y compañeras:
Todo esto lo sabemos, y por eso también nos convocan hoy la indignación y la rabia.
La indignación y la rabia que provoca el saber que, para los de allá arriba, las mujeres son el botín de guerra prometido de antemano a las tropas del “orden”.
La agresión que recibieron y reciben nuestras compañeras por el hecho de ser mujeres.
El querer no sólo golpearlas y detenerlas, también humillarlas y destruirlas moralmente.
Y el mensaje no es sólo para ellas como mujeres que luchan por un país mejor, por otro México.
Es para todas las mujeres en México.
Para el sistema económico y político todas son el botín con que se paga a quien impone con la fuerza lo que no puede sostener con la razón.
Someterse de buen grado al desprecio, al maltrato, a la agresión sexual, a la violación; o ser obligadas a ese sometimiento con el uso legal de la violencia. Esta es la alternativa que, para todas las mujeres de abajo, humildes y sencillas, ofrece el sistema, independientemente del signo político que se simule allá arriba.
¿Quién puede enorgullecerse de aplaudir esto como símbolo de la modernidad democrática en nuestro país?
¿Quién puede ser honesto y guardar silencio frente a esta crueldad?
¿Quién, como mujer, como ser humano, en México o en cualquier parte del mundo, puede saber de lo que significó ser mujer en San Salvador Atenco, en el estado de México, el 3 y 4 de mayo de 2006, y seguir de largo, no hacer nada y seguir cargando la humillación propia, disfrazando de destino y mala suerte lo que han convertido en maldición?
¿Quién puede conocer todo eso y tomar el micrófono, la cámara, la computadora, el estrado, la mesa, el transporte, el lapicero, la herramienta de trabajo en el campo o en la ciudad, el libro, el cuaderno de apuntes, el juguete, encender la radio o la televisión, leer el periódico o una revista, y no ver y no oír, o, peor aún, ver y oír y pensar que tal vez se lo merecían, “quién les manda ser estudiantes, trabajadoras, indígenas, quién les manda ser pobres, quién les manda no ser diputadas, senadoras, gobernantes, funcionarias, empresarias; en fin, quién les manda ser mujeres”.
¿Qué mujer en México, sin importar sus ideas, puede honestamente quedarse callada?
¿Quién como joven, anciano, niño, hombre o mujer, puede saber lo que significó ser uno u otra en Atenco el 3 y 4 de mayo, y permanecer inmóvil?
¿Quién puede escuchar la historia de los dolores de esos compañeros y compañeras y no sentir la misma rabia y la misma indignación?
¿Quién puede escuchar la decisión de seguir luchando que sigue en su corazón, y no sentir la misma rebeldía?
No nosotras, no nosotros, no la otra campaña, no los compañeros y compañeras que somos de quienes sufrieron el ser de abajo y de izquierda en la larga jornada del terror de arriba los días 3 y 4 de mayo en San Salvador Atenco.
Ni indiferentes, ni callados, ni inmóviles.
Nosotras, nosotros, la otra, no dejaremos a nuestras compañeras y compañeros solos, solas. Ni en la cárcel, ni en su dolor, ni en su rabia, ni en su lucha.
No importan ni el tiempo que tarde ni la coyuntura que allá arriba decidan e impongan.
No importa si somos muchos o pocos.
No importa si se nos ataca o se nos alaba.
No importa si se nos comprende y apoya, o si se nos condena y persigue.
Cumpliremos el deber primero que adquirimos como parte de la otra: ser con los otros y otras, apoyarnos, no dejarnos solos.
Seguiremos gritando y seguiremos movilizando, todos, todas, en todo el país.
Si piensan que con la represión nos van a detener o a desanimar, que tomen el ejemplo de nuestros compañeros y compañeras detenidas el 3 y 4 de mayo.
Si es la represión, con la coartada partidaria o mediática que sea, con la que decidan enfrentar nuestra demanda de justicia, que de una vez vayan haciendo lugar en las cárceles, en los hospitales y en los cementerios, porque esto no se va a detener hasta que todos los presos y presas del 3 y 4 de mayo salgan libres.
Allá arriba no les importamos.
No les importa el horror que provoca el saber lo que le hicieron a nuestros compañeros y compañeras y a personas que ni siquiera sabían de qué se trataba.
Calculan que los golpes y amenazas, el tiempo, las mentiras y el silencio terminarán por mandarnos a un rincón olvidado.
Se equivocan.
Seguiremos con nuestras protestas y movilizaciones, en todo México y en el mundo.
Sabrán que acá abajo ni perdonamos ni olvidamos.
Y no será la nuestra una rabia como la de antes, como la de siempre.
No.
Ahora es y será una indignación organizada, otra rabia.
Apenas empezamos, no nos detendremos.
Que saquen a todos los presos, a todas las presas, o que de una vez nos metan a todos a la cárcel.
Desde la otra Ciudad de México.

Subcomandante insurgente Marcos.
México, Mayo de 2006.

jueves, mayo 11, 2006

Historia

Es la historia como sigue: un hombre que ha vivido desencantado de cualquier compromiso, cualquier llamado del mundo, cualquier urgencia o cualquier hecho ajeno. Hasta que la realidad lo llama; primero, como testigo, se adentra en los devenires extraños de personas a quienes ni conoce. Después, con el tiempo, hacia el fin de su juventud y estrujado por una acción inhumana, decide actuar y transformar el mundo. Para darse cuenta, finalmente, que nada puede hacer y que su furia y su fracaso no son el camino rápido a la resignación —ramera dulce—, sino a la amargura, la implacable, jamás saciada sed de venganza que desgarra con mayor fuerza cada instante, al infinito. Huye entonces.

miércoles, mayo 10, 2006

Indignación

Hay que manifestarnos.

Los que mandan, es decir, los grandes empresarios, quieren la «estabilidad social» y el «estado de derecho» que les garanticen la impunidad a sus abusos (evasión fiscal, contaminación del medio ambiente, pisoteo de los derechos laborales, lavado de dinero, etcétera): esa «estabilidad social» y ese «estado de derecho» tan cacareados consisten en que los demás nos callemos, en nuestra indiferencia y nuestro miedo.
Está en marcha la instalación de un Estado fascista en México. Se trata de un Estado policial que protege los privilegios de los ricos. Tienen como lacayos a los gobernantes y los legisladores, y como principales instrumentos a los medios de comunicación, al ejército y a la policía. Sus acciones son la brutalidad policiaca, las violaciones a las mujeres, la tortura «justificada», la demonización en los medios, el uso arbitrario de la administración de la justicia y el acallamiento de cualquier protesta o denuncia.
Hay que detenerlos. Hoy son las mujeres y los hombres de San Salvador Atenco. Mañana, demás está decirlo, será el país entero.

martes, mayo 02, 2006

Que regresen

Sí, que regresen. En este país se hallan la desidia y el desánimo, el talante corrompido y la juventud apática, vencida por la sensación de un futuro clausurado. Este país se cae a cachos cada día. Por eso, yo digo: que regresen. Necesitamos de su ímpetu, de su lucha enérgica para la rebelión que viene. Que regresen los paisanos para tumbar la injusticia en esta tierra, que se vuelquen sobre nuestras ciudades anémicas, que hagan la revolución por nosotros y quizá entonces despertemos.

domingo, abril 30, 2006

El ensayista frustrado

Por alguna razón, no le es fácil hablar en primera persona. Se siente incómodo y falso. En esta ocasión prefiere olvidarse de que el ensayo requiere la voz del yo, el compromiso del autor con sus ideas, la argumentación cálida e inmediata de una persona identificable.
Él desconfía del uso del yo porque desconfía de la postura que indica que la personalidad propia es una construcción definida, delimitable, identificable y precisa. Fernando Vallejo, el colombiano autor de la violenta El desbarrancadero, en varias ocasiones ha criticado el uso del narrador de tercera persona. «Si uno no sabe qué pasa consigo mismo, ¡cómo va a saber qué pasa en la mente de otras personas!» Este argumento, por supuesto, revela que Vallejo no es un tipo empático ni imaginativo. Al contrario, lees sus novelas y encuentras una egolatría (a ratos simpática, eso sí) que excluye la tolerancia y el interés por el otro (mientras no estemos frente a un perro, claro). Sin embargo, la ficción parte de un asumir la perogrullada no sólo de que el narrador no tiene que coincidir milimétricamente con el autor, sino también de que el autor siente una compleja pero cierta e inquietante empatía por sus personajes, los seres imaginarios que usurpan en esa ficción el lugar de los otros, del resto del mundo. En el caso de Fernando Vallejo, parece como que a este escritor sí le importa que quede bastante claro que toda la humanidad, salvo él, es culpable de una estupidez y mezquindad sumas, y de que por lo tanto la única materia de interés y novelable es él mismo, así sea que sus historias no tengan que ser demostrables, quiero decir, que importe un bledo si son ceñidamente autobiográficas o no.
Vallejo parece creer que su personalidad es un ente conocible y definido. Tal vez por esa razón no le interesa ponerse en los zapatos de los demás. A quien no le queda en nada claro que su personalidad sea una construcción finita y redonda, como le sucedía a Fernando Pessoa, le resulta más fácil imaginarse cómo piensa o siente otra persona. Por ejemplo: en sus viajes en el metro de la Ciudad donde vive, al ensayista frustrado lo inmoviliza detenerse a pensar en la vida de un muchachito de doce o trece años, moreno, de cara sucia, ropa rota y ojos asustados, que se sube en la línea verde del metro, como después de las ocho o nueve de la noche, y empieza a pedir una moneda a los viajeros. El ensayista se le queda mirando y apenas sus ojos coinciden con los del chamaco, él se imagina el hambre como una garra en el estómago, la agresión en las miradas de los demás, la certidumbre (no expresada racionalmente sino sentida en la piel misma) de que el futuro es negro y que en todo caso nada pero nada de este pinche mierdesco mundo importa. Se trata de una crispación momentánea: el muchachito se baja en la siguiente estación, pasa al vagón de al lado, y el seudoensayista, con todo y su rabiosa empatía, no fue capaz de darle una, por demás, inútil moneda.
¿Durante esos instantes dejó de ser él mismo, su personalidad se disipó o abrió para convertirse en la del otro, para contagiarse con los miedos y los rencores y el hambre y la desolación del muchachito? ¿Cómo explicar que durante esos segundos se olvidó de su circunstancia, su nombre, su pasado, sus ideas, para asumir en la piel la sensación inmediata, no razonada, de otra persona? ¿Es que acaso la imaginación y la empatía son atributos —o defectos— de quienes no son tan fuertes en el persistente proceso de la pétrea fundación de sí mismos?
Experiencias como ésa le hacen sentir que el yo no tiene importancia más allá de la utilidad de que indica la ubicación momentánea de las circunstancias en los cuerpos. El yo es un accidente de la naturaleza que ha sido institucionalizado por la gramática. ¿Cómo estar seguro de que el suceder de las circunstancias se da en él y no en otra persona? Durante esos instantes en que imagina o siente la circunstancia del niño de la calle que pide limosna en el metro, ¿quién habita el yo de él?
Ahora, esta repulsa al yo le impide escribir en primera persona. En el momento en que habla de sí como de otro, en el momento en que renuncia al arrogante yo, debe asumirse como un desertor del ensayismo. Y ponerse a escribir ficciones.

viernes, abril 28, 2006

Blablablá

Por una de esas cosas raras, me llega mucho mail del medio cultural: cartas abiertas, invitaciones de todo tipo (presentaciones, mesas redondas), noticias generales. Ahora me llegó esta, ¿cómo llamarle?, propuesta de reestructuración del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Me apena estar en desacuerdo con los promotores de este escrito. El SNCA debe desaparecer, el Estado no debe dar becas ni premios, y los artistas deben olvidarse de esa noción acrítica de que el arte es útil para la sociedad y, por lo tanto, de que el Estado debe apoyar a sus creadores. Es deshonroso plantear siquiera la idea, roughly speaking, de que el arte ayuda a la economía. ¡Qué servil el artista que quiere justificarse ante los tecnócratas! «¡Uy!, sí, mis creaciones son tan importantes para la economía como las exportaciones de jitomates!» No, el arte no tiene por qué ayudar en nada a la sociedad, el pueblo, la nación, ni a ninguna de esas monsergas tomadas del discurso de los políticos. El tiempo de los aedas, los juglares, los tlacuilos y los poetas cortesanos, debe quedar atrás. El arte, cuando mucho, puede servirle al individuo, desde una libertad extrema.
Fuera de eso, es saludable que la sociedad expulse a sus críticos (todo artista lo es) de la nónima. Únicamente de esta forma podrá el arte renegar de su ligazón con su época, desde el rechazo, la confrontación y el desconocimiento.



HACIA UNA REESTRUCTURACIÓN

DEL SISTEMA NACIONAL DE CREADORES

1. Tal y como opera en la actualidad, el Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) presenta una clara insuficiencia: en términos temporales, sólo cubre una mínima parte de la actividad creativa de quienes lo conforman.

2. Desde un punto de vista estructural e ideológico, para pensar en una reestructuración del SNCA no es inapropiado tomar como referencia al Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Es del todo estimable que, en un país con las carencias sociales del nuestro, el Estado impulse la investigación científica. El SNI fue organizado por el Estado mexicano para “premiar” de manera permanente la actividad de investigadores adscritos a universidades y otras instituciones de educación superior, así como a organismos dedicados a la innovación científica y tecnológica. En el caso del SNCA, ese mismo Estado se limita a “apoyar” durante tres años a un conjunto de creadores que se comprometen a realizar determinados proyectos. Cumplido ese lapso, los creadores del caso quedan fuera del sistema y sólo pueden reintegrase a él, parcial y provisionalmente, bajo ciertas condiciones.

  1. Nada justifica que el Estado mexicano actúe en el terreno de la ciencia y la cultura como si se tratara de una comunidad de primera, integrada por quienes producen ciencia y tecnología, y una de segunda, constituida por quienes generan arte y literatura. Se parte de la certeza de que la investigación científica habrá de redituar utilidades de importancia. En cambio, hay instancias que tienen la seguridad arbitraria –y falsa, en los hechos– de que la elaboración de buenos poemas, dramas, pinturas, fotografías y obras artísticas en general, no genera beneficios que justifiquen inversiones que la alienten y protejan. Al medirlo con la vara única de los rendimientos económicos, para las instancias mencionadas todo el mundo del arte es poco menos que inútil, sin tener en cuenta que la cultura es un bien del más elevado interés nacional.
  2. Desde la perspectiva de los amplios sectores que se niegan a reducir sus vidas a los límites de la ciencia, la tecnología y la economía, esta posición es inaceptable. Los bienes culturales son imprescindibles en toda sociedad. Pero, en el caso de las formaciones sociales complejas como la nuestra, lo son en un grado mayor, dado que sus repercusiones favorables alcanzan el plano de la economía y el desarrollo social. Diversos organismos internacionales (la UNESCO y el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros), han auspiciado investigaciones donde se demuestra que una actividad cultural seria es un factor determinante para el desarrollo económico y social, en la medida en que la producción editorial, audiovisual y artística favorece la confianza de los capitales, contribuye a la generación de empleo y fomenta las exportaciones.

Este argumento ya es suficiente para demandar a las instancias del caso una reconsideración de la importancia de la cultura en nuestro país y, en consecuencia, un reconocimiento más decidido a quienes la producen con su ingenio y su esfuerzo cotidiano.

  1. No es difícil constatar que en México, como en toda América Latina, los agentes implicados en la producción de capitales menosprecian la dimensión cultural de la existencia humana, al punto de ignorar sus potencialidades económicas. En el caso de México, estos sectores ratifican así una especie de histórica irresponsabilidad social. Ya desde el siglo XIX, las ambiciones meramente materiales de los principales actores económicos propiciaron un claro protagonismo del Estado en el desarrollo educativo y cultural del país. Pero la globalización en curso, vinculada a la aplicación de políticas neoliberales, actúa como una corriente que pretende arrastrar, incluso al Estado mexicano, hacia la orilla del desinterés y la falta de compromiso con nuestro pasado y nuestro futuro cultural. La avidez de los sectores que controlan los procesos económicos, estimula la creciente desvinculación del Estado respecto al arte y la cultura, tendencia que se puede calificar de suicida, en tanto que, como se ha dicho, sin un desarrollo cultural consistente ni siquiera funciona bien la economía.
  2. La constitución del SNCA es una de las manifestaciones más significativas del compromiso del Estado con la cultura. Pero algunos de los rasgos que caracterizan a este sistema, así como ciertas iniciativas orientadas a su reordenación, son expresiones de la tendencia opuesta: la propensión al “adelgazamiento” de la presencia cultural del Estado. El escaso reconocimiento que el Estado le otorga a los creadores y, sobre todo, la asimetría respecto al respaldo que le brinda a los investigadores a través del SNI, son una comprobación de lo dicho. Lo son, asimismo, las modificaciones que se han venido introduciendo en el esquema de admisión y permanencia del SNCA, destinadas a hacer rendir al máximo unos recursos empequeñecidos en términos reales.
  3. Por todo lo anterior, es inaplazable la reconversión del SNCA en un sistema coherente. Sin considerar que este organismo deba ser la copia al calco del SNI, apelamos a los principios de analogía y de simetría relativa. Si existen dos comunidades reconocidas, la de los investigadores y la de los creadores, es razonable esperar que las entidades alentadas por el Estado para estimular y proteger su desarrollo sean iguales en lo esencial. Dicho de manera más precisa, también el SNCA debe incluir de manera permanente a los escritores y artistas cuyas obras lo merezcan, de acuerdo al dictamen de las comisiones evaluadoras correspondientes. El SNCA, sin embargo, debe conservar su carácter de sistema abierto. Todos los creadores que cumplan con los requisitos exigidos deben tener derecho a solicitar su ingreso. El cambio de un sistema de integrantes temporales a uno de miembros permanentes se concretaría dando cabida a todos los creadores que hayan pertenecido a él, para lo cual deben presentar los proyectos del caso y someterlos a la evaluación de la instancia responsable. La admisión al SNCA, así como la permanencia en su seno, deben responder a criterios establecidos y aplicados de forma transparente. Tanto la normativa existente en el SNCA como los organismos que hasta ahora funcionan, se tomarían como antecedente de valor innegable, de modo tal que se aproveche lo que tengan de positivo en la nueva situación y se adopten las novedades del caso.
  4. La reconversión estructural del SNCA se reclama como un acto de elemental equidad. No es justo que una comunidad –la de los cradores de arte– reciba, por parte de un mismo poder público, un trato social distinto al que se le dispensa a su equivalente. Por supuesto, la nivelación que aquí se demanda jamás debe darse aplicando a los que están mejor las pautas que afectan a los que están peor. A este criterio de justicia por simple equiparación de comunidades equivalentes, se le suma el de la justicia basada en la valoración de un hecho incontrovertible: que los escritores y artistas que nos esforzamos por crear obras de calidad somos parte de las fuerzas que generan la riqueza nacional. Exigimos un reconocimiento suficiente y respetuoso, en el entendido de que ese trato tendrá como contrapartida una labor que fructifique en obras que sigan enriqueciendo el patrimonio cultural del país.

Por último, a las anteriores apelaciones a la justicia se suma otra que va más allá del ámbito inmediato de los creadores. Es harto conocido el hecho de que los recursos públicos del Estado mexicano ha despertado la codicia de grupos económicos trasnacionales, en detrimento de los sectores más necesitados. Los dineros de por sí exiguos que se destinan a la ciencia, la innovación tecnológica y la cultura, han venido siendo canalizados, en proporciones alarmantemente altas, en beneficio de proyectos ajenos al interés nacional. Esta grave realidad debe subsanarse cuanto antes, de manera que áreas parcial e inadecuadamente atendidas por el Estado, como el de la actividad cultural, cuenten con un mayor apoyo efectivo.

9. Un proceso de reestructuración del SNCA se daría mejor en un contexto de redefinición general de la política cultural del Estado. Sin embargo, sería un grave error supeditarlo a esta condición. El SNCA puede y debe reestructurarse sin necesidad de esperar a que se aprueben nuevas normas que regulen la actividad cultural en el país.

México, DF, febrero de 2006

jueves, abril 27, 2006

El valor de Juan Villoro

Alejandro Toledo

Con un título igual al de este artículo, una semana atrás Ciro Gómez Leyva publicó en Milenio una “historia en breve” acerca de la definición electoral de Juan Villoro y en donde, a manera de preámbulo, se traza un perfil del personaje como escritor que desde el punto de vista de la crítica literaria —y no en el plano cívico— podría ser discutible, puesto que plantea una “aclamación generalizada” por un talento que “dejó de estar a discusión entre críticos, editores y lectores en México, España y América Latina”, como si cada línea de Villoro generara una ola futbolera celebratoria en las varias gradas de la República de las Letras... cuando a ninguna obra le convendría un recibimiento así.
Lo interesante de los diálogos acerca de libros es que, como en la vida social, suelen plantearse distintas posiciones, e incluso en cuanto a las obras fundamentales (como las de Cervantes, Joyce o Borges, u otras que se propongan) hay la percepción de altibajos: para algunos, las últimas novelas de Carlos Fuentes, por ejemplo, son una sombra hasta involuntariamente cómica de sus narraciones más significativas. Pero Fuentes ha logrado que esto se considere secundario, ya que en el ejercicio social se maneja como un intelectual de prestigio notable, con aclamaciones generalizadas en Europa y América, pese a que sus acrobacias literarias no tienen ya la elasticidad de otros tiempos.
Es decir, el actor se impone al autor. El nombre está más allá de la obra, funciona incluso de manera autónoma. Si un escritor sabe colocarse socialmente, el que sus libros sean malos o buenos no importa, porque llegó a la cima de las figuras indiscutibles (porque “cruzó el umbral del olvido”, dice González Dueñas en Libro de Nadie), a veces por inercia o una cadena de malentendidos, pero también como la feliz conclusión de una estrategia personal bien planeada que implicó compadrazgos con editores y críticos, y el establecimiento de contactos adecuados. A los escritores se les conoce pero no se les lee, o sí pero de manera indirecta, por lo que aparece en la prensa, en artículos propios o a través de entrevistas: no lo que se crea sino lo que se afirma.
Salvador Elizondo lamentaba esto mismo: ser un autor conocido pero no leído. Se ha llegado a un punto en que esa es la máxima aspiración de las nuevas plumas: un estar, no importa cómo, y a sabiendas de que no siempre hay una correspondencia afortunada entre la fama mediática y la obra escrita que apoya esa fama, pero que fue, quizá, un escalón firme o simulado para conquistar, como fin último, el reconocimiento. Lo que descubre de nuevo, en el fondo de esta actitud, el ruego patético de Enoch Soames: “Trate de que sepan que existí”.
Lo intenta el escritor y lo intentan los críticos, que se están convirtiendo en meros publicistas de los autores y soportan su papel secundario en lo que Manuel Puga y Acal llamó, dos siglos atrás, “sociedad de elogios mutuos”, y que es, por desgracia, un enorme abismo dado que el resorte crítico (cuando es abierto y plural, no sujeto a represiones) puede impulsar al crecimiento de una escritura, y la conformidad o el aplauso unánime producen medianías: autores con porristas pero sin lectores, y quienes con sus primeros balbuceos, antes de haber madurado, consiguen encumbrarse.
Tampoco los premios son buen termómetro para definir el valor literario. Ocurrió hace muy poco en España que de un conjunto de 500 manuscritos entregados bajo seudónimo estricto, la editorial Alfaguara terminó por premiar a un autor de casa, el peruano Santiago Roncagliolo (colaborador del periódico El País, de la empresa Santillana a la que pertenece también Alfaguara), lo que según la ley de las probabilidades podría ser considerado casi como un milagro. Leñero nunca ha escondido que Los albañiles recibió en 1963 el premio Biblioteca Breve por así haber convenido a los intereses de Seix Barral, a la caza del mercado latinoamericano, y que el manuscrito no fue enviado por él y llegó incluso fuera del tiempo de la convocatoria. Lo mismo hace Anagrama: premia a autores con los que tuvo acercamientos previos, o cuyos libros son parte ya del catálogo de la editorial, que es exactamente lo que ocurrió con Villoro y su novela El testigo.
Estos asegunes nos colocan en un sano territorio de dudas, en donde la última palabra no la tiene el “cácaro” (como decía el gag televisivo) sino la lectura atenta, directa, de una obra. En las condiciones actuales de la sociedad cultural no se puede confiar en el crítico porque ejerce labores de publicista, y tampoco en el premio porque es fruto de recomendaciones o acuerdos extraliterarios; y menos en la fama, que es un diseño mediático, fruto además del “lo conozco”, “entiendo que ha recibido algunos reconocimientos”, “me han dicho que es bueno”...
El eslabón último es el lector porque en el diálogo que establezca con el texto no debe haber malos entendidos. Frente a la obra, éste definirá sus valores, los puntos altos y bajos de una escritura. Y cada experiencia será diferente, con lo que tal vez desaparezcan los encumbramientos sin soporte, las aclamaciones generalizadas o las escrituras que dejan de estar a discusión. La de Villoro lo está: es un autor que se mueve de manera extraordinaria en la crónica y el ensayo, pero con problemas serios a la hora de enfrentarse al relato y la novela, géneros en los que no muestra gran solvencia.

Abril 2006

Tomado de Riverrun.

miércoles, abril 26, 2006

El último día

Cuando salen del Ministerio, Marialba y Léster levantan la vista. El sol se hunde en el poniente como una bola viscosa y condensada en su cansancio. Abrazados, empiezan a caminar por la acera, hacia la izquierda, y observan los cuerpos de la neogente, inmóviles en definitiva, incapaces de siquiera recordar cómo se camina, cómo se mueve una mano, condenados a morir de hambre en una parálisis como cárcel de sus propios cuerpos. A veces Marialba y Léster deben rodear cuerpos tendidos sobre la banqueta, luego se detienen para mirar las ratas, los gatos, las moscas, los perros que, acaso sorprendidos por la indefensión de los cuerpos ¿ya no vivos?, los rodean, los huelen, algunos los lamen —o gruñen, desconfiantes—. Los autos y los camiones se han quedado inmóviles, sus conductores y pasajeros impulsados sobre el volante o con la cabeza echada hacia atrás en los asientos. Luego de haber caminado tres cuadras desde el Ministerio, hacia el poniente, Marialba se detiene: se hallan frente a una mujer recargada en la pared de un edificio, los ojos abiertos y ausentes, un mínimo hilito de saliva insiste en resbalar de entre sus labios, la blusa azul delata la forma del seno izquierdo que parece, oculto bajo la ropa, un ratón dormido, y entonces la muchacha le pone en las manos, como una ofrenda absurda, el Memorial inútil del Ministro.
Los dos muchachos se enfilan hacia quién sabe dónde.

miércoles, abril 19, 2006

Hybris y catástrofe

Verónica Murguía

Cuando voy al salón de belleza hojeo revistas que nunca leería en otras circunstancias: ¡Hola!, Tv notas, Kena y cosas por el estilo. Casi siempre, la bobería de los entrevistados combinada con la prosa brutal de los redactores se confabulan para que lo leído se olvide cinco minutos después de cerrar la revista; pero esta semana el destino me deparó leer varios ejemplares de una publicación donde a la mala escritura y la tontera se suman la arrogancia y el cinismo. Muy irritante. La revista es Caras. En ese catálogo de chabacanería pude constatar que la vulgaridad de ciertos sectores de la burguesía mexicana es algo colosal. Sé que generalizar es abusivo, así que subrayo lo de ciertos sectores.
Hay, por ejemplo, una columna dedicada a la corrección del lenguaje, escrita por un tal doctor Protokol, en la que se denuncian "las barbaries lingüísticas que las catacumbas de las clases populares, medias, nuevas ricas y wannabes expresan en su diario y ordinario comunicar". Como yo soy un ejemplar medio de la clase media, me puse a ver qué digo mal, aunque los renglones citados debían haber bastado para advertirme que el doctor Protokol no sabe redactar ni una lista de súper. Al terminar de leer me di cuenta de que el autor trata de ser simpático, pero sólo logra demostrar que no tiene ni la más vaga idea de cómo poner en orden sujeto, verbo y complemento.
Entonces recordé aquella escena de Annie Hall, la película de Woody Allen, en la que aparece Marshall McLuhan poniéndose como chancla a un pelmazo que peroraba sobre él en la fila del cine. Con la revista abierta sobre las rodillas, el pelo mojado y dividido en secciones, me imaginé a Dámaso Alonso haciendo polvo al doctor Protokol, en —tuve que copiar a Woody Allen, pues no se me ocurrió otro espacio donde estos dos personajes pudieran coincidir— la cola del cine. Pero es imposible. No sólo porque Dámaso Alonso murió en 1990; también porque, si la ignorancia del doctor Protokol es tan perfecta como lo demuestra su columna, no sabría qué hacer en una clase de redacción, ni aunque la dictara Dios.
Pero la ignorancia de esta gente es lo de menos. Leer las declaraciones de una señorita que afirma que es tan sociable que "puedo conocer a varios tipos de gente, desde mi chofer hasta quien quieras", o de una pintora que es además "poeta desde los doce años", puede ser divertido. Sólo que la misma impudicia que descubre la estupidez devela la arrogancia, y eso sí es repelente. A saber: el actor de telenovelas Jaime Camil afirma que "me gustaría ser billonario de un emporio así como el Virgin, ser como Richard Branson, porque luego en México hay el típico gato con tres varos que se cree…" (las cursivas y la pregunta son mías: y él, ¿qué se cree?).
Camil dice que su actor favorito después de él mismo —qué ingenioso— es Jeremy Irons. Me imaginé a Irons caracterizado como su personaje en La misión, regañando a Camil por clasista. Después de todo, Irons es patrocinador de una monja llamada Elaine McInnes, que hace trabajo social en las prisiones de Inglaterra y Filipinas. El actor asegura que su interés por la labor de McInnes se originó en conversaciones que sostuvo con ella durante un curso de meditación. ¿Acerca de qué platicaron? Según el Toronto Star, de la responsabilidad de los ricos con los pobres.
Otra perla: cuando le preguntan dónde compra su ropa, la "reportera" Marion Lanz Duret contesta: "Hecali, Electra, Suburbia (risas); no ya, en serio Soho, Nueva York."
Estas personas parecen ignorar dónde viven, y si lo saben, les vale. Lo digo porque en la sección Backstage aparece el ex presidente Salinas en una comida que le ofrecieron en la Hacienda de los Morales para que "platicara de su experiencia como presidente de México". Como si fuera el Benemérito de las Américas.
Hay una expresión griega que me interesa mucho: hybris. Es el exceso, la arrogancia, el pecado más generalizado en las tragedias clásicas, castigado implacablemente por los dioses. Pecado de héroes y de reyes, compartido en este caso con juniors mediocres y mujeres ociosas, combina muy bien con otra palabra que viene del griego: catástrofe, la puesta del mundo al revés.
Así, la señorita Lanz sería convertida en una empleada que desempeñara un trabajo duro en Hecali. Jaime Camil perdería totalmente el dinero que lo arropa, y tendría la obligación de ganarse el pan con su modestia y sensibilidad. O sea, morirse de hambre.

Publicado en La Jornada Semanal el 9 de abril de 2006.